El presidente de ACS, Florentino Pérez, sigue sin encontrar un socio de referencia para el grupo de construcción y servicios y la urgencia comienza a ser máxima. A la creciente desconfianza en sus actuales compañeros de viaje en la compañía, Banca March y los Albertos, en ambos casos de salida de la empresa, se une el temor a no tener resuelto a tiempo el problema de la deuda relacionada con los activos de energías renovables, lo que podría generar una cascada de demandas de parte de inversores institucionales, especialmente de fondos estadounidenses.
El temor en la planta noble de ACS es que la compañía se vea obligada finalmente a apuntarse la deuda asociada a sus activos de renovables, que asciende a unos 3.000 millones de euros, dado que la firma auditora de la compañía, Deloitte, no está dispuesta a seguir avalando la desconsolidación de los activos para que no figuren en el balance.
Hasta ahora, ACS ha descontado esta deuda con la excusa de que se trataba de activos mantenidos para la venta, aunque lleva cuatro años de infructuosa búsqueda de compradores.
Pero todo indica que ya no podrá actuar de esta manera, lo que supondría tener que incorporar de repente esos 3.000 millones de deuda a su balance. Accionistas minoritarios en España ya han llevado a la compañía a los tribunales e impugnado las cuentas de los últimos años debido a cuestiones como éstas pero ahora las demandas podrían llegar de parte de inversores institucionales, que se consideraran perjudicados por las consecuencias negativas que para ACS tendría el repentino incremento de la deuda.
Prisas para reducir deuda
Esta circunstancia explica las urgencias de Florentino Pérez por reducir la deuda del grupo. Las filiales Hochtief y Leighton han vendido algunos activos mientras que ACS procedió a amortizar anticipadamente la emisión de bonos convertibles en acciones de Iberdrola para poder recortar la deuda en aproximadamente 1.000 millones de euros, aunque la operación supuso un coste de más de 100 millones para la matriz.
En la actualidad, la compañía está preparando la salida a Bolsa de estos activos, agrupados en la sociedad Saeta Yield. Por el momento, ACS ha conseguido un acuerdo con el fondo GIP para que adquiera el 25% de la sociedad en el caso de que se lleve a cabo su salto al parqué.
Sin embargo, cualquier complicación o retraso en la operación podría resultar fatal para ACS y, por ende, para Florentino Pérez que, además, afronta en la próxima junta su renovación como consejero de la sociedad. La crisis por la que atravesó hace casi tres años la compañía a causa del agujero provocado por la desinversión en Iberdrola minó las relaciones entre Pérez y el resto de socios significativos de la sociedad, que culparon de la situación a la gestión del presidente.
Desconfianza en la gestión
Desde entonces, tanto Banca March como los Albertos están en posición de salida de ACS. Su apoyo a Florentino Pérez en el hipotético caso de una demanda contra la compañía está más que en entredicho. El presidente de ACS lo sabe y pretende acabar con esta situación de incertidumbre.
Sin embargo, no le está resultando nada fácil. La búsqueda se ha basado en Oriente Medio y el Sudeste Asiático pero, por el momento, los resultados han brillado por su ausencia. El objetivo de Florentino Pérez es asegurarse el control de la junta de accionistas para el caso de que su gestión se vea en entredicho.
Además de su participación, que asciende al 12,5%, el presidente cuenta con el apoyo de institucionales que llegaron a ACS de su mano. Sin embargo, otros como el fondo Southeastern, un histórico accionista del grupo, han optado por reducir su participación descontentos con la gestión de Pérez.
El entorno del presidente le ha recomendado que se asegure un blindaje por si la situación se complica. Mientras, el mercado aguarda con expectación el informe de auditoría de la compañía y el comentario respecto a la deuda. ACS vive en un permanente escenario de contrarreloj.
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