El consorcio ferroviario español que hasta la fecha se ha llevado el concurso más suculento jamás ganado por empresas del sector en el extranjero, el del tren de alta velocidad Medina-La Meca, se está topando con una serie de obstáculos que deberían de haberse previsto con antelación y que amenazan con demorar el proyecto. Y encarecerlo. Porque unir por AVE los 449 kilómetros que separan las dos ciudades santas no será coser y cantar: las temperaturas extremas del desierto, tierra de oasis y de alguna que otra planta xerofítica, arrecian más de lo esperado. El sol ha hecho su aparición, y también la arena.
De hecho, la arena más que el sol. Una circular interna del consorcio a la que ha tenido acceso este medio analiza la urgencia de “mitigar los efectos producidos por la arena eólica sobre la infraestructura”. Algo que parece sencillo de corregir pero que no lo es porque, según la autocrítica que hace el documento, “el proyecto abarca el desarrollo de determinadas innovaciones tecnológicas que aún no han sido abordadas por los fabricantes y administradores ferroviarios”. Es decir, que las empresas que implantarán la alta velocidad en el estado wahabita no se anticiparon a los contratiempos del desierto.
El consorcio Al Shoula lo integran 12 compañías españolas, entre ellas Renfe y Adif, y dos saudíes. El proyecto se denomina Haramain High Speed Railway, pero también es conocido como el AVE de los peregrinos. Se adjudicó en enero por valor de 6.500 millones de euros y prevé que el viaje dure unas dos horas y treinta minutos. Tanto Medina como La Meca reciben cada una a unos 2,5 millones de fieles por año.
“No existe apenas experiencia en la explotación de líneas de altas prestaciones sometidas a este fenómeno”, reza otro pasaje. El documento enumera una serie de fallos técnicos propios del sector, como la “pérdida de elasticidad y comportamiento mecánico del balasto”, “estudio sobre la abrasión y desgaste del carril”, etcétera. También destaca dos probables fallos a tener en cuenta: un “sistema de detección de carril roto” y un “etiquetado legible desde el material rodante a velocidades superiores a 300 kilómetros por hora”. Ambos problemas se asocian a la geología y climatología del primer país completamente desértico en el que la alta velocidad verá la luz.
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