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La filial inmobiliaria del Santander cambia por tercera vez de presidente en 18 meses

La inestabilidad se ha apoderado de la presidencia de Altamira Santander Real Estate, la filial inmobiliaria del Banco Santander. En tan sólo año y medio se han dado tres relevos en el cargo, en medio de una frenética actividad por tratar de adelgazar la cartera de activos que atesora, especialmente promociones de viviendas, y de operaciones como la fusión con Mesena, su par en Banesto.

Altamira, la filial inmobiliaria del Banco Santander, ha cambiado tres veces de presidente en los últimos 18 meses. El último relevo ha tenido lugar recientemente, con el nombramiento de Eduardo Quintana, en sustitución de Manuel Arias, que había asumido el cargo después del verano de 2011. Arias había tomado el lugar que ocupó efímeramente Salvador Torres, nombrado en julio para suplir a José Luis Contreras.

Tal es el baile de presidentes que ha tenido Altamira en los últimos 18 meses, que se han caracterizado, además, por una frenética actividad. La filial inmobiliaria del Santander se ha apresurado a colocar en el mercado una buena parte de sus activos con el fin de adelgazar cuanto antes y con la mayor intensidad posible su cartera, compuesta principalmente por viviendas que, en muchas ocasiones, no cuentan con el suficiente atractivo para darles la salida adecuada.

Durante este periodo, Altamira logró colocar prácticamente la totalidad de la oferta que tenía en la localidad toledana de Seseña, la mayoría relacionada con el desarrollo que llevó a cabo Francisco Hernando, más conocido como “el Pocero”, y obviamente con un descuento más que considerable habida cuenta de que el estallido de la crisis acabó con los planes de uno de los más evidentes paradigmas de la burbuja inmobiliaria.

En estos tiempos, Altamira también ha llevado a cabo la absorción de Mesena, la filial inmobiliaria de Banesto. Al final ha resultado ser un anticipo de lo que posteriormente ocurriría con las propias matrices.

El negocio inmobiliario en manos de bancos

El caso de Altamira es significativo pero ni mucho menos es el único. Las entidades financieras se han encontrado con múltiples dificultades para reordenar sus carteras inmobiliarias y tratar de dar salida a unos activos que estaban resultando altamente nocivos para sus balances. La mayoría de los grandes bancos decidieron reforzar (y en algunos casos rescatar del más absoluto de los olvidos) sus filiales del ladrillo opara tal fin pero no ha resultado tan sencillo.

“Por lo general, los bancos no han encomendado esta tarea a verdaderos expertos en el sector y el inmobiliario es un mercado complejo, mucho más en circunstancias como las actuales”, señala a Vozpópuli un ex alto directivo de una de las principales empresas del sector en el mundo.

Mientras Santander lucha por tratar de vender los pisos que aún le restan, al menos se ha quitado de encima uno de sus quebraderos de cabeza relacionados con el sector: la venta de la antigua sede central de Banesto en Madrid, en la llamada ‘operación Canalejas’. La otra gran maniobra que queda es el futuro del también madrileño Edificio España, adquirido a Metrovacesa en 2006 y que permanece en desuso a la espera de alguna oferta convincente por él.

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