Los primeros meses de José María Álvarez-Pallete al frente de Telefónica no fueron sencillos. En pocas semanas, se sucedieron el referéndum del brexit, la paralización de la venta de O2 a Hutchison, el anuncio de recorte del dividendo y la retirada de la salida a bolsa de Telxius. Eso llevó a la compañía a plantearse desinversiones para tratar de reducir su deuda financiera, que en julio de 2016 ascendía a 52.568 millones de euros. Sin embargo, el escenario ha cambiado considerablemente durante los últimos tiempos y el grupo ha logrado reducir sus adeudos en más de 5.000 millones de euros, en gran parte, gracias al crecimiento orgánico de sus negocios. Las previsiones de la ‘telco’ apuntan a que a final de año su deuda podría situarse por debajo de la barrera psicológica de los 45.000 millones de euros.
Álvarez-Pallete ha asegurado en algunas de sus últimas apariciones públicas que el pago de los vencimientos de Telefónica está asegurado para los próximos dos años y que, por tanto, no hay necesidad de “malvender” activos. La estrategia de la compañía pasa por reducir sus obligaciones con sus acreedores principalmente a partir de los ingresos que obtenga de sus negocios, por lo que, de momento, no urge desinvertir. Tan sólo si surge alguna buena oportunidad.
La última gran operación que se ha oficializado es la venta del 40% de Telxius a la compañía británica Taurus Bidco, controlada por el fondo de inversión KKR. El acuerdo se fraguó en febrero por 1.275 millones de euros, aunque su cierre se demoró varios meses hasta que los respectivos reguladores dieron su visto bueno.
En la información que Telefónica envió a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) el pasado 26 de octubre, se especificaba que la deuda de la compañía era de 47.222 millones de euros. Esa cantidad la reducía a 45.900 millones si se descontaba la cantidad procedente de la desinversión en su filial de antenas.
Se espera que a final de 2017 esa cantidad pueda descender por debajo de los 45.000, pese a que el desembolso del segundo tramo del dividendo -que está previsto para el próximo 14 de diciembre- implicará la salida de más de 1.000 millones de euros de sus arcas (0,2 euros por acción).
Crecimiento orgánico
Los resultados que registró la compañía entre enero y septiembre confirman el crecimiento orgánico de sus ingresos (4% orgánico interanual), de sus facturación por servicio (3,3%), de su resultado operativo OIBDTA (2,8%) y de su beneficio (9,6%). En este tiempo, su flujo de caja libre se incrementó el 39,2% hasta los 3.226 millones de euros.
Ahora bien, su principal mercado, el español, ha dado en los últimos tiempos signos de agotamiento y su acción aún no se ha recuperado de los convulsos primeros meses de Álvarez-Pallete en el cargo. El 8 de abril de 2016, cuando fue nombrado presidente, cada título valía 9,31 euros. Actualmente, 8,52 euros (-10,7%).
Mirar Reino Unido de reojo
Durante las próximas semanas, se espera que el regulador británico (Ofcom) tome una decisión sobre los litigios judiciales que han paralizado la subasta del 5G en el Reino Unido. O2 –filial de Telefónica- participará en este proceso con la idea de mejorar su posición en las islas, lo que aumentaría ostensiblemente su valor.
En cuanto se resuelva la subasta, Telefónica tendrá que decidir si mantiene todo su paquete accionarial dentro de O2 o si saca a bolsa una parte del mismo. Fuentes del grupo inciden en que esta operación no es ni urgente ni necesaria, máxime en un período histórico –tras el brexit- en el que las OPV no han sido ni mucho menos habituales en el mercado británico.
Cabe recordar que, en 2016, la Comisión Europea paralizó la venta de O2 a Hutchison –cifrada en 13.000 millones de euros- por los posibles prejuicios que podría haber ocasionado en el mercado británico. Eso llevó a Álvarez-Pallete a recortar el dividendo de 0,75 a 0,40 euros y a plantear un escenario de desinversiones -se vendieron activos en China y Argentina y se analizaron diferentes escenarios en México- para tratar de controlar la deuda.
La situación ha cambiado significativamente desde entonces, hasta el punto de que ni urge vender, ni se espera que las obligaciones con los acreedores quiten el sueño a los directivos de la compañía, al menos, a corto y medio plazo.
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