Arcelor se constituyó en febrero de 2002 a través de la fusión de la sociedad luxemburguesa Arbed, la española Aceralia y la francesa Usinor, con importantes instalaciones siderúrgicas en Bélgica, Alemania, Italia, Brasil y Argentina. Se suponía sería una multinacional europea, nacida con el impulso que acababa de proporcionar la moneda única, que lideraría el mercado mundial del acero pero… no tuvieron en cuenta a Mittal.
Lakshmi Niwas Mittal nació pobre en 1950 en una aldea sin energía eléctrica de la región de Rajastán, en la India, y su formación académica se reduce a una licenciatura en comercio y contabilidad. Su familia se trasladó siendo él niño a Calcuta donde su padre abrió un pequeño taller metalúrgico, que es el germen de lo que hoy es la mayor productora de acero a nivel mundial. Algo de clarividencia debió tener su padre ya que puso a su primogénito Lakshmi, nombre de la diosa hindú de la riqueza y le trasmitió la idea tradicional de que un hijo debe conseguir más riqueza que su padre.
Tiene dos hijos: el mayor de ellos, un varón llamado Aditya, tiene responsabilidades ejecutivas dentro de la empresa, destino que no parece ser el de su hija, en cuya boda (conocida entonces -2004- como la más cara de la historia) el magnate gastó más de 60 millones de dólares, con actuación en directo de la famosa cantante Kylie Minogue incluida.
Sus ideas tradicionalistas no han sido un obstáculo para que se haya dejado influir por su esposa Usha, una de las claves de su éxito empresarial. Fue ella la que animó al joven Mittal de 26 años a abrir una “división internacional” de la empresa familiar en Indonesia a partir de la cual desarrolló su imperio. Dicen que su éxito viene de ser pionero en el desarrollo de mini acerías integradas y el uso de hierro de reducción directa como un sustituto de la chatarra de acero, y la habilidad para comprar empresas casi quebradas y reflotarlas; pero lo que le ha llevado al éxito es que sabe utilizar casi todas las herramientas que el capitalismo global le ha ofrecido: busca la mejor fiscalidad, usa la bolsa y las emisiones de deuda como fuente de financiación, no le tiembla el pulso para despedir trabajadores y reducir costes laborales, tampoco en luchar con ofertas a priori imposibles para hacerse con empresas más grandes “vendiéndolas” como fusiones, pacta con políticos de todos los colores bordeando lo legal, no tiene problemas con el sistema político de los países donde invierte y no le tiene miedo al riesgo.
Críticas y polémicas
Ese riesgo también lo han asumido sus empleados de algunos países, que le han acusado en ocasiones de trabajar en condiciones muy peligrosas. Tampoco se le conoce ninguna inquietud ecológica y ha tenido problemas con algunas de sus fábricas por ese motivo. Todo esto ha llevado a Mittal a convertirse en un personaje muy polémico que ha tenido muchos roces en muchos países, cuyos políticos a veces le han torpedeado y otras le han beneficiado, disparando en estos casos los rumores de sobornos. El que más fama tuvo fue el que implicó al entonces primer ministro de Reino Unido Tony Blair –a cuyo partido el magnate había donado cinco millones de euros-, al que se acusó de presionar a Rumanía con la promesa de la entrada en la UE, a cambio de favorecer a Mittal en la compra de una acerera estatal.
Hay que recordar que hace años que el lugar de residencia de Mittal es Londres, donde compró una vivienda a Bernie Ecclestone a la que llaman “Taj Mittal”, ya que costó 130 millones de euros en 2003 y está elaborada con el mármol de la misma cantera que la del Taj Mahal de la India. Esa es otra de las mayores críticas que recibe: su poca sensibilidad social: usa y abusa de los paraísos fiscales (las finanzas de su familia se dirigen desde las Antillas Holandesas) y no le importó gastarse lo que se gastó en la boda de su hija justo después de clausurar una planta en Cork (Irlanda) y despedir a 400 obreros.
Es un hombre que se hizo famoso por comprar empresas a bajo precio por todo el mundo desafiando la inestabilidad política del país o los conflictos laborales que sus duros ajustes podían provocar. Ha invertido en los sitios a priori más arriesgados: desde Trinidad hasta Kazajstán. Mittal hizo su primera adquisición en 1989, el arrendamiento financiero de la Compañía de Hierro y Acero de Trinidad y Tobago. Aunque gran parte del negocio de Mittal está en las pequeñas fábricas y explotaciones en lugares remotos, su gran salto a la fama ocurrió cuando compró International Steel Group en 2004.
¡Una compañía india adquiría la mayor acerera de los EUA! Todo un símbolo del traslado de poder global. Una multinacional que consumó su mayor adquisición en 2006 con una opa hostil por la europea Arcelor. La operación se cerró en 25.000 millones de euros (un 50% por encima de la primera oferta) y -según su padre- fue dirigida por Aditya Mittal. Las negociaciones involucraron a seis multimillonarios, varios gobiernos (Francia, Luxemburgo, España, Alemania y Rusia, entre otros), varios bancos de inversión -se dijo que cobraron en su conjunto 127 millones de euros en concepto de honorarios- y por supuesto centenares de abogados.
Desplome de ArcelorMittal
A pesar del sobreprecio que pagó por Arcelor un par de años antes del comienzo de la mayor recesión mundial en tres cuartos de siglo y del desplome bursátil –del 80%- del precio de sus acciones en 2008-2009 no parece que aquella crisis haya amenazado ni a su fortuna personal -aunque haya menguado- ni a su ambición empresarial. Eso sí, se ve obligado a recurrir a continuas emisiones de deuda (en 2016 incluso recurrió a una gran ampliación de capital) para financiar todos sus proyectos, que puede colocar con facilidad gracias a su implantación multinacional.
Resumiendo, un empresario de una economía emergente que ha aprovechado con inteligencia, pocos escrúpulos y sin miedo al riesgo las facilidades que los países menos ricos dan a las inversiones extranjeras, en el sentido más amplio del término (desde bajos costes salariales a nula reglamentación sobre contaminación pasando por la facilidad para ganarse favores políticos), no por ello sin renunciar a invertir en países desarrollados. Además, ha sabido aglutinar, empezando por pequeñas acerías, en una sola marca otras grandes empresas del ramo para reducir la competencia llegando al primer puesto mundial, utilizando para ello todas las ventajas financieras que bancos y mercados bursátiles y de capitales ofrecen a una multinacional.
Su carácter reservado y su tradicionalismo –al fin y al cabo su compañía conserva el carácter de empresa familiar, con su hijo de sucesor y su mujer cuidando del patrimonio familiar- lejos de ser un obstáculo, han sido una virtud en el mundo de las finanzas globales. Mittal no deja de ser un indio que vive en Reino Unido, cuyo hijo ha estudiado en Estados Unidos, al que le gusta ver películas de James Bond y que es copropietario de un equipo de fútbol británico; es decir, parece un símbolo del sueño de las economías emergentes: mantener las tradiciones propias pero con la calidad de vida y los gustos de un rico de un país desarrollado… cueste lo que cueste conseguirlo.
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