Antonio Garamendi entró con buen pie a la presidencia de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). Fue nombrado por aclamación ante la ausencia de un candidato alternativo y durante sus primeros meses en el puesto ha actuado con el respaldo de la práctica totalidad de la patronal. Sin embargo, algunas de sus decisiones han escocido en determinados sectores, entre ellas, la de reclutar a la exministra de Empleo, Fátima Báñez, poco más de un año después de que abandonara su cargo.
Según detalló el periódico ABC, Báñez se incorporará próximamente a la CEOE como asesora de Garamendi, con quien se sentó en diversas ocasiones durante su etapa como responsable de la cartera gubernamental de Empleo, con Juan Rosell al frente de la patronal. Oficialmente, la organización ha declinado confirmar este fichaje ni hacer ningún comentario al respecto, aunque otras fuentes de sus altos despachos reconocen que esta 'puerta giratoria' podría haberse evitado.
Estos informantes recuerdan que la CEOE, como representante de los intereses de los empresarios, debe actuar con neutralidad, entre otras cosas, para evitar verse perjudicada en la negociación con un Gobierno de centro-izquierda, como el que ejerce en funciones actualmente en España. Este supuesto -a su juicio- puede haber quedado en entredicho con acciones como la contratación de Báñez o, previamente, la de Íñigo Fernández de Mesa, actual presidente de la Comisión de Economía de la patronal y quien fuera secretario de Estado de Economía en el Ejecutivo de Mariano Rajoy.
Fuentes de la Asamblea de la CEOE -que apoyaron en público la candidatura de Garamendi- inciden en que tampoco ayudan las declaraciones que ha hecho el presidente con respecto a la situación política. Citan como ejemplo las que realizó el pasado jueves, tras la reunión de la Junta Directiva, en las que abogó por repetir las elecciones generales si eso ayuda a dar estabilidad al país. Unos días atrás, apostó por un Gobierno del PSOE en solitario o con Ciudadanos.
Relación con los sindicatos
Todo esto se produce en un momento en el que los sindicatos mayoritarios coquetean con la izquierda parlamentaria e incluso expresan su apoyo a un Ejecutivo con presencia de Podemos. En los altos despachos de la CEOE tienen claro que el objetivo último de UGT y CCOO es que se forme un Gobierno progresista para dar cumplimiento a sus reivindicaciones laborales a través de la vía parlamentaria; y no dentro de la negociación colectiva.
Ante esta situación, estas fuentes consideran que lo más inteligente sería que la CEOE mantuviera una posición de independencia para evitar la hostilidad del Ejecutivo de Pedro Sánchez, que podría hacer frente común con los sindicatos. Por eso, ocupar despachos en Diego de León 50 con ex-altos cargos del Partido Popular no les parece lo más adecuado.
Sea como fuere, se espera que después del verano se complete en la patronal la reestructuración de los altos cargos que anunció Garamendi en su discurso de investidura, que pronunció el pasado noviembre. Entre las acciones que contempla se encuentra la de duplicar el número de vicepresidencias y la de designar a algunas mujeres para estos puestos.
Segundo escalafón
Actualmente, en este 'segundo escalafón' de la CEOE se encuentran Juan Pablo Lázaro, que será sustituido por el nuevo presidente de la patronal madrileña CEIM, Miguel Garrido; Josep Sánchez Llibre, de Foment, por Cataluña; Gerardo Cueva (CEPYME), Pilar González de Frutos (UNESPA) y Salvador Navarro, presidente de la patronal valenciana. Para los nuevos puestos suenan nombres como el de Lorenzo Amor (ATA) y Carmen Planas (la UAB balear).
En público, no se han escuchado grandes críticas a esta reestructuración, aunque, en privado, fuentes de las organizaciones territoriales confiesan no entender el motivo que ha llevado a Garamendi a planear un incremento tan significativo del alto mando de la CEOE.
El presidente llegó con un enorme apoyo a su puesto, en 2018. Pocas semanas después, se asignó un sueldo (300.000 euros anuales) y comenzó a perfilar su equipo. Alguno de sus miembros critica que puede haber aplicado un excesivo personalismo en su gestión.
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