Los responsables del consorcio Al-Shoula, integrado por doce empresas españolas y encargado de la fase principal del proyecto de línea de alta velocidad entre La Meca y Medina, no olvidarán fácilmente los últimos días. Y no por estar plagados de tensión, que es un factor habitual prácticamente desde que comenzaron los trabajos, sino porque a las fricciones habituales entre los componentes del grupo de empresas se han añadido de forma extrema las surgidas con el cliente, el Gobierno saudí, que empieza a perder la paciencia y no sólo por los retrasos que acumulan las obras. En Riad cunde el nerviosismo porque los números empiezan a no salir. En parte por el violento e inesperado desplome del precio del petróleo pero también porque la desviación de los costes del proyecto comienza a aproximarse al 30%, una cifra totalmente inaceptable por esos pagos.
En este contexto se sitúa la furibunda visita a las obras del vehemente ministro de Transportes saudí, Muhammed Al-Muqbel, el pasado 17 de abril, que derivó en la rescisión del contrato que el consorcio había adjudicado a un grupo de empresas, entre ellas las españolas Torrescamara y Rover Alcisa, para la construcción de los talleres de mantenimiento ferroviario en la ciudad santa de Medina. Desde entonces, todas las alarmas han vuelto a encenderse en Al-Shoula, encabezado por Renfe, Adif, Ineco y Talgo y en el que también están presentes OHL, Cobra (ACS), Copasa, la señalizadora Dimetronic y las consultoras Imathia y Consultrans.
Advertidos del enorme enfado del cliente, la Organización Saudí de Ferrocarriles (SRO), con los retrasos en las obras (plasmado en la amenaza a Al-Shoula de rescisión de contrato lanzada por el propio ministro a finales del año pasado), los responsables del consorcio hicieron un esfuerzo grande para que Al-Muqbel pudiera apreciar de primera mano cómo el ritmo de los trabajos se había incrementado de forma notable. Contaban, además, con poder incluso sacar pecho porque la estación de la Ciudad Rey Abdalá, una de las paradas de la línea, está prácticamente terminada.
Pero Al-Muqbel llegó con el cuchillo entre los dientes. Ante los retrasos que apreció en la construcción de los talleres de Medina y tras criticar incluso la calidad de los trabajos hasta ahora realizados dio un ultimátum severo: o tenía encima de su mesa en el plazo de 24 horas un nuevo plan para acabar a tiempo los talleres o las compañías que trabajaban en su construcción serían expulsadas. La actualización del programa que le presentaron no le convenció pese a que en las empresas implicadas llegaron a pensar que se trataba de un mero trámite, uno más de papeleos. Sin embargo, dos días después estaban haciendo las maletas camino de casa.
Más de 3.000 millones de sobrecostes
Hasta ahora, el Gobierno saudí había amagado en diversas ocasiones, con amenazas verbales e incluso escritas, como la de Al-Muqbel poco antes de fin de año. Esta circunstancia forzó una reunión urgente del consejo del consorcio en plenas celebraciones navideñas y una visita del rey emérito Juan Carlos I a Arabia Saudí, con motivo de las exequias por el rey Abdalá, fallecido por aquellos días, para trasladar el compromiso de las empresas españolas de acabar a tiempo el proyecto.
Pero ahora, el Gobierno saudí ha pasado de las amenazas a los hechos. Y en este cambio tiene mucho que ver el plano económico. El proyecto de la línea de alta velocidad entre La Meca y Medina contó con un presupuesto inicial de algo más de 11.000 millones de dólares (el contrato de la construcción de la línea supone algo más de la mitad de esta cantidad). Según avanzan medios locales, la SRO ha consignado una desviación del plan económico inicial por la que el coste de la obra se va notablemente por encima de los 14.000 millones.
Además, el contexto macroeconómico no es el más favorable para el país, toda vez que el comportamiento de los precios del petróleo ha hecho que numerosas dudas broten acerca de la viabilidad del proyecto, más si cabe teniendo en cuenta la desviación que se está produciendo en las obras.
Obviamente, no toda tiene que ver con el contrato del consorcio español, pero éste es el más importante y el que más preocupa actualmente al Gobierno saudí.
Dudas en la casa real
Cabe tener en cuenta, además, que el llamado AVE de los peregrinos es un proyecto soñado y auspiciado en todo momento por el rey Abdalá, que no vivió para poder ver hecho realidad su deseo. Tras su muerte, su sucesor, el rey Salman, sigue adelante con los planes pero no todos en la familia real saudí, con evidentes conexiones con el Gobierno, están tan de acuerdo y menos si afecta a cuestiones económicas.
Después de todo, al ministro de Transportes nunca le gustó la oferta española y mostró todo su apoyo a la que llegaba de Francia, cuando a finales de la pasada década los dos países se disputaban el contrato y Al-Muqbel era ya un destacado funcionario del Ministerio. Tras su subida al trono, el rey Salman llevó a cabo una amplia reforma en el Gobierno, con diversos cambios de carteras, entre ellas las económicas. Y han sido precisamente sus responsables los que han dado la voz de alarma por las desviaciones en los números del AVE a La Meca.
Con todo, las próximas semanas se antojan cruciales para el futuro del proyecto. En breve se iniciarán los primeros ensayos sobre las vías, con el recorrido entre Medina y la Ciudad Rey Abdalá. Será el momento de comprobar si se han resuelto con acierto los problemas derivados de las elevadas temperaturas del desierto y de las tan frecuentes tormentas de arena que han traído en jaque a los ingenieros por tratarse de una obra prácticamente inédita.
El ministro Al-Muqbel puso deberes al consorcio en su última visita al insistir en el requerimiento de que precisamente este recorrido (que supone las tres cuartas partes de la línea y que está terminado en la práctica) debe estar operativo antes de que finalice el presente ejercicio. Para 2016, la línea debería estar funcionando a pleno rendimiento. Hasta entonces, aún quedan muchas batallas por librar.
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