"Íbamos con mi compañero en un vuelo ejecutivo y caímos en que habíamos pagado precios distintos por los mismos billetes. Mi socio lo había comprado antes y aún así, lo había pagado más caro. Había que buscar una solución", cuenta uno de los cofundadores de Trappit, Luis Martín Lázaro. Con dos millones de dólares y casi dos años de trabajo mediante, la pyme española especializada en vuelos corporativos acabaría dando a luz su gran motor, Arpo, una herramienta o 'robot' que revisa la mejor oferta para los billetes de las empresas, cancelación incluída. Lázaro y su socio, Daniel de Carvajal, lo registraron en Madrid como suyo en enero de 2014. Poco después, llegaría la primera reunión con una comitiva de American Express (Amex). La gigante estadounidense se había interesado en el proyecto de Trappit para impulsarlo como una marca conjunta y no para utilizar información aportada por la española en su propio beneficio, según fuentes consultadas por este periódico. Fue el inicio de una cruzada que, a día de hoy, perdura.
Meses y reuniones después, previo intercambio de información técnica del software y de forma repentina, Amex dejaba de estar interesada en Arpo y lanzaba seguidamente como propia ante sus clientes españoles una herramienta equivalente, Lastfare. Fuentes conocedoras del caso muestran a este medio documentación de los mails cruzados entre Amex, Trappit y socios de la primera. Aparentemente, Amex no había estado desarrollando ninguna aplicación en paralelo y había conseguido hacerlo de forma un tanto repentina.
Así las cosas, Trappit se querellaba en junio de 2015 contra la compañía americana, a la que acusaba de haberle replicado ilegalmente el software y de haber cometido así delitos de estafa y contra la propiedad intelectual. "No tenemos nada que comentar, esto está en manos de los departamentos legales", han respondido a Vozpópuli fuentes de la Amex española sobre esta batalla titánica en la Justicia de la que informó primero El Confidencial en 2016 y que acumula ya casi cuatro años y cinco jueces.
Cuatro años y cinco jueces
El primero de ellos fue quién admitió a trámite la querella de Trappit citó a declarar como investigados a nueve altos cargos de la compañía, en su mayoría extranjeros, como el entonces CEO global de la compañía y actual miembro de la Junta Directiva de Facebook, Kenneth Chenault. Sin embargo, la comisión rogatoria necesaria para que los directivos en el extranjero declaren sigue paralizada.
Fuentes conocedoras del caso apuntan que, por motivos que se desconocen, el primer juez lo abandonó poco después de emitir las citaciones y fue reemplazado por otro que procedió rápidamente a archivar las actuaciones. Trappit recurrió la decisión ante la Audiencia de Madrid y se cambió al juez por otro que reactivó la causa. Pocos meses después llegó al mismo juzgado una juez que archivó el caso por entender que no competía a la justicia española. Luego, previo recurso de Trappit y tras ser apartada un tiempo del asunto, ha vuelto a hacerse cargo, encontrándose en estos momentos la instrucción en fase de testificales, esto es, de llamada a declaración de testigos españoles de una y otra parte.
Durante la instrucción se pudo saber que Amex esgrime haber desarrollado su herramienta de forma interna y con la colaboración de una empresa en Madrid llamada Vitusium por menos de 3.000 euros. Todo ello según una factura proforma que se habría enviado en un e-mail presuntamente falso. Uno de los dos socios de Vitusium llegó a asociar el asunto a un "trabajador de Amex y amigo de Daniel Maté, que le pidió al anterior si podía facturar unos trabajos que iba a realizar para Amex como si los hubiese realizado Vitusium". Esta cuestión ha generado que Trappit amplíe la querella por presuntas pruebas falsas.
Paralelamente, las comisiones rogatorias siguen paralizadas. La juez las ha condicionado a los resultados de una prueba pericial que determine si se vulneró la propiedad de Arpo y si Lastfare es una copia parcial o total. Pasado ya más de un año, la prueba, aparentemente compleja, aún no se ha consumado, apuntan fuentes que siguen el caso.
Muchos millones en juego
"Hay muchos millones en juego", comentan las mismas fuentes. Trappit pidió una medida cautelar de 15 millones de euros, pero hay bastante más: están los muchos millones del negocio en torno a la herramienta - Trappit ha pedido que se suspenda su uso, entendiendo que Lastfare lo hace -, que abarata en torno a un 6% el conjunto de los gastos de los clientes. La mitad de ese 6% redunda en beneficio para el dueño del software, lo que aplicado a American Express y al tamaño de sus clientes (BBVA o Mckinsey, entre otros) puede llegar a ser mucho dinero. American Express es, al fin y al cabo, dueña de la mayor agencia de viajes del mundo, Global Business Travel, con una facturación estimada por este concepto de alrededor de 30.000 millones de euros.
"Este juicio lo vamos a llevar a término por cojones", dicen los responsables de Trappit. Reconocen que el no trabajar con clientes de Amex les quita una parte grande del mercado - "es como si te vetara Microsoft en informática" -, pero niegan tener problemas económicos - no tienen rivales españoles - y aseguran poder afrontar los gastos judiciales: "No nos cansaremos, insistiremos todo lo que haga falta".
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