El Banco de España está ultimando una reforma de la circular 4/2004, que se aprobará este mes, con el fin de avanzar en la adaptación a la nueva normativa internacional (la conocida como IFRS 9) en el cálculo y la contabilización de las provisiones bancarias. En concreto, se modificará el anejo IX de dicha circular, el que determina las "coberturas específicas y genéricas para la cobertura del riesgo de insolvencia". Es decir, las dotaciones que cubren pérdidas y deterioros en créditos y demás inversiones de los bancos.
El nuevo criterio impulsado por la IASB (la autoridad internacional de contabilidad, organismo del que forma parte España) obligará al Banco de España a un cambio de 180 grados en la forma que se calculan las provisiones. Así, a partir del 30 de junio, las entidades bancarias españolas tendrán que modificar la forma en la que provisionan sus carteras crediticias. Esta nueva metodología supondrá un cambio en la forma tradicional seguida por el BdE en la clasificación de créditos como normales, dudosos o subestándar.
La idea es que a partir de 2018 tendrán que contabilizar las provisiones según el criterio de pérdida estimada, frente al criterio empleado hasta ahora, de las pérdidas incurridas. Es decir, que frente a un sistema en el que el deterioro se medía con criterios numéricos concretos y solo se dotaba un crédito a partir de un determinado número de días de impago, el nuevo enfoque obligará a dotar las carteras crediticias a partir de expectativas futuras de comportamiento de dichas inversiones.
Con el sistema de pérdida esperada las autoridades esperan alcanzar un sistema financiero más estable
Según ha podido saber Vozpópuli de fuentes del sector financiero, el Banco de España prevé publicar durante los próximos meses la nueva circular para que entre en vigor cuanto antes, sin periodos transitorios ni de doble contabilización. "No habrá contabilidad paralela, sino aplicación plena. Las cuentas semestrales del año que viene [las referentes al 30 de junio] ya se regirán por los nuevos parámetros", han explicado a este diario fuentes de uno de los principales bancos españoles.
España adoptará la nueva regulación como paso intermedio previo a las líneas marcadas por las autoridades europeas, que se comprometieron a transponer dicha normativa en 2018 como muy tarde. La banca española está empezando a ser supervisada por el Banco Central Europeo (BCE), quien ha de revisar sus planes de resolución y cumplimiento, por lo que se aprovechará esta ventana de oportunidad para cambiar además la forma en que se calculan las provisiones.
Acabar con el "elefante en la habitación"
El de las provisiones por pérdidas ha sido, durante la crisis, uno de los principales dolores de cabeza tanto para las entidades financieras españolas como para el supervisor. La decisión de implantar un nuevo modelo surgió en el G-20 de abril de 2009, cuando se entendió que para alcanzar una mayor estabilidad financiera convenía aplicar un estándar común de provisiones por pérdidas esperadas en la banca. España no solo no se ha librado de problemas en este sentido, sino que su banca ha sido de las más afectadas por los distintos criterios en las dotaciones que existen en cada país.
La banca española ha venido empleando el criterio de pérdida incurrida, aunque con la distorsión de las provisiones contracíclicas
Así, por ejemplo, los bancos españoles se han acogido desde hace años al criterio de provisiones por pérdida incurrida, distinto al de otros países del entorno; sin embargo, el propio Banco de España introdujo en los años de la burbuja una medida para aumentar las provisiones (las denominadas como anticíclicas) que según sus críticos rompía con la coherencia del modelo de pérdida incurrida, toda vez que introducía la obligación de realizar dotaciones por activos que no sufrían aún ningún deterioro.
Aunque la intención del supervisor fue la de blindar el sistema con un colchón adicional de capital en aquellas carteras con mas riesgo a largo plazo, la existencia de distintos criterios acabó penalizando a la banca española, en la medida que la existencia de provisiones había de suponer algún tipo de deterioro, o al menos así lo entendían los inversores internacionales. "Parte de esos problemas se resolverán en 2018 (o eso se espera), cuando entren en vigor los nuevos criterios de contabilidad internacional, pero mientras llega ese momento sería deseable un esfuerzo de homogeneización a nivel europeo", señalan los analistas de la consultora PwC y del IE, en un reciente informe conjunto sobre la unión bancaria europea.
El nuevo marco de referencia contable "perfecciona la medición del riesgo, en tanto en cuanto anticipa los problemas, pero al mismo tiempo hace más complejo y subjetivo el cálculo y puede dar lugar a una mayor heterogeneidad en su aplicación, lo cual pudiera exigir que el BCE estableciera criterios comunes de interpretación", añaden los autores de dicho informe, que más allá de la iniciativa tomada por el BdE de acelerar los tiempos y acoger ya la nueva contabilidad, asumen que cualquier debate futuro dependerá del nuevo supervisor único europeo.
Un sistema quer impactará en los bancos
La propia industria bancaria reconoce que el sistema previsto para 2018 provocará un gran impacto en cómo las entidades reportan al mercado su riesgo crediticio. En una carta remitida el pasado 26 de octubre al Banco Internacional de Pagos de Basilea (BIS, por sus siglas en inglés) los presidentes de tres grandes entidades financieras (dos bancos, Deutsche Bank y HSBC, y un fondo, Pimco) reconocían que los trabajos en fase de prueba estaban arrojando unos resultados sensiblemente diferentes entre lo que los propios bancos consideraban pérdidas esperadas y aquello que consideraban los inversores internacionales. En concreto, existía una "diferencia significativa" entre las valoraciones sobre derivados y otros activos fuera de balance.
Dentro de estos informes preliminares sobre el progreso respecto a cómo se está implantando esta nueva contabilidad (pruebas en las que están Santander y BBVA) la banca española está saliendo bien parada en general, con un cumplimiento global del 89%, por encima de la media (del 82%). Esta mejoría relativa, sin embargo, no es tal si se tiene en cuenta la opinión de un grupo de inversores interncionales que en estas pruebas están actuando como "grupo de usuarios", con la misión de hacer una evaluación independiente alternativa a la de cada entidad. Las diferencias entre la valoración de los propios bancos y la de los inversores alcanza el 43%, lo que sitúa a la banca española entre las más rezagadas a la hora de desarrollar un estándar de pérdidas esperadas homologable al internacional.