Deshacerse del ladrillo escala puestos en las prioridades de la cúpula de CaixaBank. La entidad catalana ha introducido este objetivo estratégico como uno de los que se usa para calcular el bonus de sus principales directivos, con el consejero delegado, Gonzalo Gortázar, y el vicepresidente, Tomás Muniesa, que hace unos meses sustituyó a Antonio Masanell, a la cabeza. Este criterio también aplica al resto del comité de dirección.
La "variación de activos problemáticos" se suma así a otros cinco criterios que se evalúan a la hora de pagar el bonus: la rentabilidad del banco (según el RoTE), la ratio de eficiencia -que sustituye a los gastos de explotación recurrentes-, los riesgos, la calidad del servicio y la digitalización.
Gortázar se juega 708.800 euros de variable en 2018 -en torno a una cuarta parte del fijo, 2,2 millones- con estos objetivos, y Muniesa, 127.160 euros. El consejero delegado ganó 2,5 millones en 2017 (misma retribución que el año anterior), más 255.000 euros en aportación a pensiones.
Estos objetivos se ponderan de la siguiente forma: 50% por metas personales; 10% para el RoTE, eficiencia, riesgos y venta de problemáticos, cada uno; y 5% para calidad de servicio y digitalización.
Desagüe inmobiliario
El que el consejo de CaixaBank haya decidido poner el objetivo de la venta de activos inmobiliarios a sus ejecutivos no es casual. La entidad es una de las que conserva un mayor volumen de esta exposición en su balance: 20.000 millones a finales de 2017, contando créditos dudosos, activos problemáticos y crédito promotor.
Esta cifra se eleva hasta 27.000 millones en términos brutos, por encima de los 25.000 millones de Santander; 21.000 millones de BBVA (a la espera de que se cierre la venta a Cerberus); 17.000 millones de Bankia; y 15.000 millones de Sabadell, según un estudio de Alvarez & Marsal.
CaixaBank está preparando la venta de una gran cartera de pisos alquilados de la mano de KPMG
CaixaBank ya viene realizando esfuerzos en materia de venta de problemáticos en los últimos años. En 2017, redujo en un 12% su exposición a activos inmobiliarios y en un 11,3% el saldo de dudosos.
Para ello, vendió carteras por valor de 1.900 millones durante el año pasado: una de ellas a Cerberus y otra a D. E. Shaw. Este año se espera que pise el acelerador con una gran cartera de pisos alquilados, para lo que ha contratado a KPMG.
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