A las empresas españolas no parece preocuparles demasiado el ‘brexit’. O cuanto menos, no parecen especialmente apuradas por anticiparse a los acontecimientos. Tanto es así que apenas una de cada tres empresas españolas con conexión con el Reino Unido dice tener ya planes para la desconexión efectiva, según se desprende de una encuesta reciente de la auditora KPMG. Las más preocupadas son las del sector financiero (más de la mitad dice tener un plan), el turismo (39%) y los servicios profesionales (37%), y las principales preocupaciones son los riesgos derivados de la posible contracción de la economía británica, unas eventuales nuevas barreras arancelarias, los cambios regulatorios y la depreciación de la libra.
Otra encuesta elaborada por las Cámara de Comercio de la Unión Europea pone en cualquier caso de manifiesto la escasa preocupación por el 'brexit' en el conjunto de la Unión Europea y apunta que solo el 3% del conjunto de las empresas españolas perciben la salida del Reino Unido como un condicionante para su actividad en el 2018 (frente al 5% que así lo señalaban en el 2017). Semejante nivel de ‘despreocupación’ cobra mayor relevancia si se considera que Gran Bretaña es uno de los principales destinatarios de las exportaciones españolas de mercancías y el principal destino de la inversión española en el extranjero (300 compañías españolas están presentes en Reino Unido), mientras que los británicos son los segundos mayores inversores en España.
Varias son, en cualquier caso, las razones de esta aparente ‘dejadez’ o 'tranquilidad', según apunta a Vozpópuli el economista británico y profesor de Negocios Internacionales en la EAE Business School en Barcelona, John Wetherell. Desde el vamos, este experto encuentra “normal que la mayoría de las empresas no tomen preparaciones, sobre todo las más pequeñas con recursos limitados, ya que planificar de cara a lo desconocido puede considerarse una pérdida de tiempo y posiblemente de recursos”.
La cronología de los hechos están dando la razón a los que no han comenzado a prepararse ya que da la sensación de que el Reino Unido acabará dentro de una Unión Aduanera"
En la misma línea, este experto considera que, a día de hoy, con un período de transición que empezará en marzo de 2019 y acabará en diciembre de 2020, lo más probable es que el 'brexit' que se produzca apenas altere el actual escenario.
“La cronología de los hechos están dando la razón a los que no han comenzado a prepararse ya que da la sensación de que el Reino Unido acabará dentro de una unión aduanera. La Cámara de los Lores (cámara alta del Parlamento) esta tumbando toda la legislación necesaria para que se produzca una salida dura - al fin y al cabo, los partidarios de una salida dura representan la mitad de la mitad que votó a favor de la salida -, por lo que parece que habrá una negociación para que el brexit sea lo más 'light' posible", remarca Wetherell, haciéndose eco de los 'tories' rebeldes con su Gobierno incluso en la otra cámara que tendrá que resolver, la de los Comunes, y las crecientes discrepancias incluso entre los propios integrantes del Gabinete de la primera ministra británica, Theresa May, que ha dividido ya a sus ministros para que estudien las dos vías. "A medida que pasa el tiempo, el interés de Reino Unido en mantener alguna clase de relación con la UE va en aumento, y es muy posible que el Gobierno británico acabe garantizando mantener el mismo marco regulatorio que la UE con la esperanza de que ésta acepte no imponer una frontera comercial entre los dos”.
Un informe la consultora Oliver Wyman cifra en hasta 35.000 millones de euros el coste de posibles aranceles por el 'brexit' para la UE y 30.000 millones para el propio Reino Unido, aunque rebaja el impacto a menos de la mitad en caso de una unión aduanera como la que anticipa Wetherell, y atribuye el mayor riesgo al sector financiero (casualmente, el más preparado para el brexit en España).
Wetherell, en todo caso, alienta el optimismo, cree que el impacto "será menor de lo que auguran ahora los expertos" y asegura que "los británicos necesitan a los europeos, sin ellos, la economía difícilmente funciona. El primero en reconocer los derechos de los conciudadanos será el Reino Unido. Seguiremos dentro aunque oficialmente estemos fuera. Los términos en los que se hará eso posible es lo que se está negociando, pero intuyo que lo que ocurrirá es que se verán afectados organismos, proyectos y presupuestos públicos, no así casi las empresas privadas. No creo que el Reino Unido vaya a poner demasiados problemas a las empresas europeas y tampoco lo acabará haciendo la UE".
En este punto, el experto advierte que "el paso de los meses" también favorece el deseo de la propia UE de llegar a un acuerdo tras el “dilema” inicial. “La UE se asustó mucho al principio por el temor al efecto contagio a otros países, como Italia, con un alto voto anti-europeo... pero eso, con el paso de los meses se va y se irá suavizando. Cuanto más tiempo dure la negociación, más posibilidades existen de que se alcance un acuerdo. La UE quiere al fin y al cabo al Reino Unido lo más cerca posible y atenuar su acercamiento a intereses norteamericanos".
Desconfianza de las instituciones
En paralelo, insiste Wetherell, contribuye a la 'tranquilidad' frente al brexit el hecho de que los empresarios, como ciudadanos que son, se han ‘contagiado’ de una clima de “creciente desconfianza” hacia las autoridades y expertos que les piden prepararse para posibles dificultades.
“Si hay una cosa que nos ha enseñado el brexit es que los expertos que representan a las instituciones más importantes del Reino Unido, Europa y el mundo (el FMI) siempre se equivocan. Se equivocó el gobierno del Reino Unido al pensar que ganaría el referendum; se equivocó la UE al pensar que ningún país sería tan insensato de salir de la UE y se equivocaron todos al pronosticar un impacto negativo en la economía británica a causa de su salida de la Unión”, afirma el profesor. “Ahora, estos expertos nos dicen que el desastre económico se producirá al acercarnos al momento de la salida efectiva. Será entonces cuando las empresas trasladarán sus actividades fuera del Reino Unido provocando una recesión, una caída de las exportaciones españolas a Gran Bretaña, una disminución del turismo británico a la costa mediterránea y una ruptura en los flujos financieros de consecuencias imprevisibles. Aún siendo posible que tengan razón, con su historial de aciertos la gente no se lo cree”.
Además de las perspectivas de un brexit 'light' todavía por negociarse y la desconfianza frente a los mensajes 'alarmistas' de las autoridades y expertos del 'establishment', Wetherell considera en suma que existe un tercer motivo para la tranquilidad y que tiene ver con la propia dinámica actual del mercado. “Hoy en día es posible vender en casi cualquier país del mundo. Las crecientes exportaciones de las empresas españolas fuera de la UE así lo confirman. Exportar a Marruecos, Nigeria, Kenia o la India es cada día más factible y rentable. Detrás de esta realidad está la ciudad global - Casablanca, Lagos, Nairobi o Mumbai. En estas ciudades hay millones de consumidores con gustos cosmopolitas y cada vez mas parecidos. Si un producto español vende bien en Bangkok, es muy probable que venda bien en Valparaiso o Sydney. Y sobresaliendo de estas ciudades globales encontramos dos - Nueva York y Londres. Cualquiera que sea el tipo de brexit que finalmente se acuerde, seguramente no cambiará este orden global y Londres seguirá siendo un punto de referencia para las empresas. Y las empresas españolas querrán seguir estando presentes”.
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