Hace dos semanas, Florentino Pérez aseguró en una entrevista concedida al canal de televisión La Sexta que ya tenía pensado su relevo al frente de ACS, en la persona de Marcelino Fernández Verdes, consejero delegado de sus filiales internacionales Hochtief y Leighton. El anuncio sorprendió un tanto a los mercados, sobre todo por la forma de hacerlo, pero no tanto a los socios de Pérez en el grupo constructor y de servicios, con los que el ejecutivo se había comprometido a hacer público su próximo relevo a cambio de una cierta estabilidad accionarial para la compañía.
En los últimos años, el descontento con la gestión de Florentino Pérez en ACS ha ido incrementándose de forma progresiva. Sin duda, los más beligerantes han sido los March, aún hoy los que mantienen una mayor participación en la compañía, con un 16%, aunque se ha reducido en más de ocho puntos en apenas dos años. La conexión entre el presidente de la constructora y Banca March es prácticamente inexistente aparte de los formalismos propios del funcionamiento del grupo.
Pero también hay un profundo malestar en Iberostar e incluso entre los financieros Alberto Alcocer y Alberto Cortina, los Albertos, cuya relación con Florentino se ha deteriorado por el devenir de ACS y el episodio de suspender el dividendo a cuenta.
El desgaste de la gestión presidencial tuvo su punto culminante con la ruinosa salida del capital de Iberdrola, operación que terminó siendo un empeño personal de Pérez que perjudicó gravemente a la compañía.
Sabedor del descontento con su gestión y consciente de la salida parcial de algunos de los socios mencionados (incluso con ejecuciones bancarias de por medio), el también presidente del Real Madrid inició hace unos meses una gira por el exterior con la intención de buscar nuevos socios para ACS.
Búsqueda en vano de nuevos socios
Florentino llegó a aprovechar incluso algún viaje con el equipo de fútbol, en concreto el realizado a comienzos de enero a Qatar con motivo de la disputa de un partido amistoso, para establecer contactos, toda vez que Oriente Medio fue uno de los mercados que exploró con más intensidad.
Sin embargo, Pérez obtuvo buenas palabras pero ningún compromiso firme de invertir en ACS. Ante esta situación, el presidente de la compañía pulsó el ambiente entre sus principales socios y confirmó tanto la desaprobación de su gestión como la intención de salir del capital de la compañía a la mínima oportunidad que ofreciera el mercado.
El problema de un movimiento como éste es la repercusión en la cotización de ACS en Bolsa. El valor cotizó en mínimos de una década en 2012, en pleno proceso de refinanciación de la deuda por la inversión en Iberdrola, que puso a la empresa en una situación prácticamente límite.
Tras este episodio y un 2013 relativamente estable, los títulos de ACS recuperaron bastante terreno aunque no lo suficiente para que la mayoría de los socios recuperen sus inversiones.
La presión de la Bolsa
Una salida masiva de papel podría mucha presión sobre las acciones de la compañía, como le sucedió, por ejemplo, a Sacyr con las ventas de su ex presidente Luis del Rivero (que liquidó en menos de un año una posición del 14%) y de otros accionistas como las cajas de ahorros y el financiero Juan Abelló. Sacyr se dejó casi tres cuartas partes de su capitalización en el proceso.
Paradójicamente, la posición más cómoda es para Banca March, que aún en el escenario actual obtendría notables plusvalías si dejara la empresa. Tampoco es un mal escenario para el propio Florentino, que tiene valorado su paquete del 12,5% de ACS a un precio medio de 20 euros por acción, cuando la compañía cotiza actualmente por encima de la cota de 26 euros.
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