La mañana que Isidro Fainé firmó su primer contrato en La Caixa, Repsol ni siquiera existía como empresa. Con sólo 40 años, lucía una carrera prometedora en la Barcelona de 1984. La misma edad e idéntica proyección tenía Antonio Brufau cuando entró en plantilla de la caja, cinco años más tarde. Las vidas del banquero y el directivo transcurrieron paralelas en lo profesional, hasta que el destino las separó tres décadas más tarde, cuando Repsol abandonó el capital de Naturgy.
La salida de la petrolera marcó el inicio de un periodo de convulsión accionarial en el grupo gasista, cuyo final aún no se atisba. Los esfuerzos de La Caixa, que posee la mayor participación vía Criteria, no han servido para poner orden en un consejo compuesto por accionistas enfrentados, que no reman en la misma dirección.
La víctima es la propia Naturgy, cuya acción no acaba de remontar, pese al potencial de crecimiento de la multinacional. El fracaso del último intento de Criteria -una alianza con la emiratí Taqa para reorganizar el capital- ha vuelto a alentar en el parqué un rumor ya casi recurrente: el que apunta como gran remedio a una fusión entre Naturgy y Repsol.
"No sólo sería sólo una solución para los problemas de Naturgy: sería una gran operación para España. Permitiría crear un 'campeón' nacional energético e industrial", afirma, absolutamente convencido de las bondades de la unión, un reputado banquero de inversión. No es el único. Muchos estrategas del Ibex coinciden en el buen encaje que tendrían los activos de las dos compañías. La suma daría lugar a la sexta empresa por capitalización, con un valor de 36.000 millones. Sólo tendría por encima en la bolsa a tres bancos (Santander, BBVA y Caixa), a Inditex y al eterno rival (la Iberdrola de Ignacio Galán).
Algunos directivos veteranos del sector energético recuerdan, además, el simbolismo que entraña la operación. Una hipótetica fusión volvería a enlazar los caminos de La Caixa y Repsol. Hasta el divorcio de 2018, ambas habían convivido en el capital de Naturgy, creada en 1991 tras la unión de Catalana de Gas, Gas Madrid y los activos gasistas de Repsol. La entidad financiera también fue accionista de la petrolera, desde su privatización en 1996, hasta su salida definitiva en 2018.
La banca de inversión, pendiente de Naturgy
Los destinos de Fainé y Brufau también volverían a confluir. Podrían retirarse de forma paralela y con un broche de oro, por haber sellado una buena operación para los intereses de Cataluña y de España. La jugada pinta bien sobre el papel, a ojos de banqueros de inversión y bufetes 'top', quienes avistan un pellizco prometedor. Hay cosas que han cambiado y favorecen el movimiento de fichas. Y la primera de ellas es el cambio político en el Parlament.
Dos de los grandes protagonistas de la operación tendrían, aparentemente, mejor sintonía con el líder del PSC y actual 'president', Salvador Illa. El primero es Antonio Brufau, presidente de Repsol y artífice del ascenso de una compañía que ha atravesado momentos muy difíciles (de la expropiación de YPF a la guerra accionarial de Luis del Rivero). El segundo es Ángel Simón, el directivo que lideró Aguas de Barcelona durante 22 años y al que escogió este año Fainé para hacer más grande Criteria. Buena prueba de ello es que buscó una solución para Naturgy nada más aterrizar, pactando el desembarco de Taqa.
El patinazo de esa alianza es, para algunos analistas, otro aliciente para que Criteria busque una salida nacional, como la de Repsol. La presión de los accionistas que quieren salir -CVC y GIP- es incesante. Y Simón es un directivo con mucho empuje, según fuentes próximas.
Fuera de España no hay demasiadas opciones. Descartando el capital chino -y, por supuesto, ruso-, el holding sólo puede llamar a las puertas de EEUU o del Golfo Pérsico. Pero las compañías estadounidenses cuentan con un terreno favorable para crecer en casa, gracias a la política de Joe Biden. Y el capital árabe -abundante y fiable- es más receloso tras las trabas que han sufrido la saudí STC en Telefónica y la propia Taqa con Naturgy.
Hay otro aspecto positivo para la fusión entre la gasista y Repsol. La operación no debería toparse con ningún impedimento de la Comisión Europea. Y eso que una de sus principales comisarias, Teresa Ribera, es enemiga acérrima de los combustibles fósiles y ha tenido encontronazos directos con el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz. La unión de las dos compañías no generaría problemas de competencia, porque sus principales activos están afincados fuera de la UE.
Apoyos políticos
Dentro de España, los negocios también son complementarios (carburantes, gas y electricidad). Es imaginable que el Gobierno -que detesta la concentración de poder empresarial- plantearía objeciones. Pero le resultaría difícil justificar un veto, de cara a las autoridades de competencia y, sobre todo, de sus apoyos parlamentarios. Lo lógico es que tanto PNV como Junts apoyaran la operación (en el caso vasco, por la fuerte presencia que tiene Repsol a través de Petronor).
La hipotética fusión, sin embargo, se enfrenta a importantes hándicaps. El primero de todos es la oposición de Imaz, el directivo que marca el tumbo de Repsol. Por una sencilla razón: la compañía avanza a gran velocidad de crucero y cuenta con un plan estratégico sólido para crecer en solitario. En la sede madrileña del grupo está asumido que una apuesta fuerte por el crecimiento no orgánico puede restar valor -en vez de sumar- a los accionistas.
Imaz dio una demostración de fuerza al mercado culminando con éxito y con adelanto los objetivos del anterior plan estratégico. Ahora, Repsol está inmersa en el nuevo, presentado en febrero, y que contempla una inversión récord de hasta 19.000 millones de aquí a 2027. El objetivo es seguir virando el trasatlántico hacia negocios con bajas inversiones, pero sin desatender los activos 'core' (producción, refino y venta de carburantes).
Quienes ven más pegas que virtudes en una fusión recuerdan que Naturgy aportaría al 'mix' otra energía con emisiones (el gas). Repsol tampoco ha mostrado interés, de momento, por meterse de lleno en el negocio de la distribución eléctrica, otro de los puntos fuertes del grupo que preside Francisco Reynés.
Hay dos barreras más: cuando el tándem Brufau-Imaz decidió abandonar el capital de Naturgy, las acciones rondaban los 17 euros y ahora valen 23. El regreso a un precio más caro sería difícil de explicar a los mercados, a menos que los réditos sean abundantes y claros. Además, la capitalización superior de Naturgy pesaría en contra de Repsol a la hora de establecerse el nuevo equilibrio de poderes tras la fusión. La situación de la petrolera es holgada, con apenas 2.000 millones de deuda y 7.000 millones de flujo de caja. Pero la compra de su rival obligaría a realizar un importante esfuerzo financiero.
En Naturgy son plenamente conscientes de las dificultades que está encontrando Criteria para hallar un comprador ideal, con ADN industrial y dinero suficiente. De ahí que Reynés haya dado la orden a sus tropas de concentrarse en el nuevo plan estratégico. Con resultados récord y la acción escalando posiciones desde junio, el presidente y su cúpula directiva están inmersos en la elaboración de la estrategia que marcará el rumbo hasta 2027.
Se trata de blindar el negocio de las disputas accionariales y seguir creciendo mientras que Criteria rastrea el mercado. En el entorno del holding se asegura que hay varios perfiles identificados, pero aún no se avanza en ninguna dirección concreta. El objetivo de Simón es arreglar cuando antes el problema que arrastra el holding de La Caixa. Y, por ahora, en las Torres Negras de la Diagonal de Barcelona siguen sin ver a Repsol como la solución.
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