La región de Tras os Montes, al norte de Portugal, próxima a la frontera con Galicia, pasa por ser una de las más deprimidas del país. Sin embargo, entre sus frondosos valles se está construyendo uno de los mayores proyectos energéticos de la historia del país: el complejo hidroeléctrico Támega. Una iniciativa del Gobierno luso que adjudicó a Iberdrola en 2008 y que se puso en marcha en 2014. Tras un periodo de incertidumbre política, ha llegado el momento para la eléctrica española de pisar el acelerador de un proyecto que consolidará a Portugal como uno de los mercados internacionales de referencia de la compañía, junto a Reino Unido, EEUU, Brasil y México.
Las cifras del complejo del Támega hacen que sorprenda el hecho de que esta actuación haya pasado hasta ahora más que desapercibida. Los tres aprovechamientos de que se compone totalizarán una potencia instalada de 1.158 megawatios, equivalentes al 6% del conjunto del país. La inversión de Iberdrola en el proyecto supera los 1.500 millones de euros. Las obras, que se iniciaron en 2014, se extenderán hasta 2023. A partir de entonces, Iberdrola explotará las instalaciones durante 70 años.
En realidad, el proyecto está en la cartera de Iberdrola desde hace nueve años. La compañía se hizo con él en un proceso puesto en marcha por el Gobierno portugués, liderado por entonces por José Sócrates. El Ejecutivo luso decidió por entonces poner en marcha un plan para construir presas y embalses, infraestructuras que escasean en el país vecino.
Tras localizar una treintena de emplazamientos apropiados, el Gobierno seleccionó 15 y los agrupó en cuatro proyectos energéticos, aunque no todos corrieron la misma suerte. Además de Iberdrola, EDP y Endesa también lograron concesiones en este proceso pero ésta última renunció. El cuarto en discordia quedó desierto.
El complejo de Iberdrola está compuesto de tres aprovechamientos, aunque originalmente eran cuatro. Sin embargo, la compañía debió renunciar a uno de ellos debido a que los informes medioambientales alertaron de que la construcción de éste afectaría a una especie en peligro de extinción: un pequeño molusco de los que apenas quedan 80 ejemplares en todo el país. Unos 300 megawatios se quedaron por el camino.
Dos presas y una central de bombeo
Los tres restantes se dividen en dos grandes presas y una central de bombeo situada en altura, con un esquema que sorprendió a los ingenieros de Iberdrola por su gran parecido con uno de sus activos estrella en España: el complejo de Cortes-La Muela, en Valencia, que pasa por ser la mayor planta de estas características de Europa. La mayor de las presas se sitúa en la parte alta del río Támega (uno de los afluentes del Duero en su discurrir por tierras portuguesas), con una altura de 107 metros. A unos 10 kilómetros río abajo se sitúa el aprovechamiento de Daivoes, con una presa de 78 metros.
Por encima de ellos, con un salto cercano a los 700 metros, Iberdrola construye la central de bombeo de Gouvaes, la mayor de las instalaciones del complejo, que dispondrá de cuatro turbinas reversibles de 220 megawatios. Contará con una potencia instalada de 880 megawatios, que permitiría satisfacer durante 24 horas la demanda eléctrica del área metropolitana de Oporto, en la que viven aproximadamente 1,3 millones de habitantes.
Una de las principales ventajas de este sistema es su agilidad a la hora de ponerse en marcha. Frente al tiempo que supone arrancar instalaciones como una central nuclear o una de ciclo combinado, la central de bombeo apenas tarda un par de minutos en comenzar a generar energía.
Compensaciones multimillonarias
El objetivo del Gobierno portugués al adjudicar estos proyectos fue que todos ellos estuvieran un funcionamiento antes de 2020. Desde la adjudicación hasta que Iberdrola pudo poner en marcha las obras transcurrieron seis largos años, en los que se redactaron complejos informes de impacto medioambiental mientras que Portugal se veía sumido en una complicada situación financiera por la crisis, que derivó en el rescate por parte de la Unión Europea.
La inversión de Iberdrola en el proyecto incluye el canon pagado para la adjudicación, que superó los 300 millones de euros, y también una serie de compensaciones por el impacto medioambiental que supondrá la instalación del complejo. También en este capítulo, el proyecto apenas cuenta con precedentes, toda vez que Iberdrola desembolsará más de 50 millones de euros por este concepto.
Un dinero que ya está yendo a parar a las administraciones locales para financiar todo tipo de proyectos, entre ellos, algunos destinados a poner a salvo las especies de flora y fauna afectadas por el complejo. También servirán para construir y reformar desde museos a parques de bomberos, pasando por instalaciones deportivas, escuelas e incluso cementerios. Entre 2015 y 2017, la compañía ya ha aportado algo más de nueve millones.
Además, Iberdrola también está obligada a llevar a cabo actuaciones de minimización de impacto, lo que supone que casi una decena de técnicos de la compañía acompañan de forma permanente las obras para supervisar que éstas se llevan a cabo sin accidentes medioambientales.
Un mercado modelo para Italia
"Hemos llegado para quedarnos, para quedarnos mucho tiempo", apuntan desde la eléctrica, en alusión al plazo de la concesión, 70 años (después, el complejo revertirá directamente al Estado). El desarrollo de este complejo hará que Portugal refuerce su papel de mercado clave para la compañía, que ya es un actor principal en el mercado de venta de electricidad en el sector de las empresas. Otra historia es el mercado de los hogares, donde la agresiva competencia de EDP hace que a Iberdrola le esté resultando difícil hacerse un hueco.
Sin embargo, el portugués es el modelo en el que Iberdrola se está mirando para el abordaje del mercado italiano, al que prevé destinar una inversión de 500 millones de euros.
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