Hacía falta un milagro, que no estuvo ni cerca de producirse, para que la encrucijada en la que se ha situado Iberia se resolviera en el consejo extraordinario que el holding IAG celebró en la mañana de este viernes. La reunión tan sólo sirvió para que el consejero delegado de la entidad, Willie Walsh, acusara recibo de que la dirección de la aerolínea española y los trabajadores no habían llegado a un acuerdo para negociar las condiciones del denominado Plan de Transformación.
La ruptura se había constatado el jueves, en las reuniones que mantuvo Iberia tanto con los colectivos de tierra y tripulantes de cabina como con los pilotos, que apenas se extendieron en el tiempo, como prueba de la falta de entendimiento entre las partes. Así, Walsh procedió a dar la puntilla y concluir que se ejecutaría el plan original, el dado a conocer el pasado 9 de noviembre, que inmediatamente fue calificado por los trabajadores como indigno incluso de ser negociado.
Como adelantó Vozpópuli en su edición de este viernes, la consecuencia de todo ello será, de no mediar un nuevo milagro, una huelga a mediados del mes que acaba de comenzar con una duración nunca inferior a cinco días consecutivos, que amenaza con hacer temblar los cimientos de Iberia.
En principio, los convocantes serán los seis sindicatos que representan a los colectivos de tierra y tripulantes de cabina, aunque no se descarta que también pueda sumarse el sindicato de pilotos Sepla, colectivo que también rechazó la última propuesta de la compañía española y que está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias.
Si finalmente los paros se llevan a cabo con esas características, en días consecutivos y con un firme apoyo de todos los colectivos, las consecuencias para la compañía serían poco menos que nefastas. Fuentes del sector con una dilatada experiencia apuntan a que los efectos económicos serían de pérdidas de algo más de tres millones de euros por cada jornada de huelga, un coste que se iría incrementando con el paso del tiempo debido a los innumerables retrasos que se acumularían. “El primer y el segundo día se perderían tres millones pero es probable que el balance de la tercera jornada fuera aún peor, a medida que la red se fuera colapsando”, apuntan las citadas fuentes.
“Como se trata de un paro de todos los colectivos, la incidencia es mayor aunque se establecieran unos servicios mínimos abusivos para los pilotos. La falta de personal en áreas como mantenimiento y handling, que también dependen de Iberia en muchos aeropuertos, provocaría numerosas anomalías y retrasos que se irían agravando con el paso de los días hasta el punto de que la red podría llegar a colapsarse y provocar un cierre temporal de actividades”.
El Plan de Transformación de Iberia incluye el despido de 4.500 trabajadores, notables rebajas salariales de entre el 25% y el 35% y también una rebaja del 15% de la producción para el presente año, todo ello con el objetivo de que Iberia frene su sangría de pérdidas y pase de números rojos cercanos a 300 millones de euros a resultados positivos por esta misma cuantía. Todo ello con un horizonte temporal situado en 2015.
Mientras, el Gobierno, implicado desde el primer momento en la crisis de Iberia, aún no ha mostrado una reacción concreta ante este nuevo escenario. A finales del pasado año, sus repetidos llamamientos calaron en los sindicatos que decidieron desconvocar la huelga que había planificado para los días previos a las fiestas de Navidad.
Y también hicieron que la dirección de Iberia se mostrara algo más flexible en las conversaciones con los sindicatos, lo que motivó el desbloqueo de la situación y dio lugar a los acuerdos de mediados de diciembre en el Servicio Interconfederal de Mediación y Arbitraje (SIMA). Pero en el consejo del pasado 24 de enero, IAG desactivó este acuerdo y obligó a Iberia a volver a la senda marcada el pasado 9 de noviembre. Por el momento, Walsh se ha salido con la suya y ha logrado desafiar con éxito incluso al Ejecutivo español. Ahora falta por ver cuál será el precio a pagar.
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