En diez meses, la vida puede dar muchos giros. Una todopoderosa entidad financiera puede caer y poner en peligro la solvencia de un país; un estado puede ser rescatado parcialmente y debilitar la salud del euro y del Viejo Continente… También una compañía puede prever sol y despertarse con nubarrones y tormentas, como le ha pasado recientemente a Iberia, la sociedad que asume la parte del negocio aéreo en España de IAG, el holding que desde 2010 conforman la propia Iberia y la anglosajona British Airways.
Entre el 6 de octubre de 2011 y hoy –diez meses-, la compañía ha dado un vuelco de 180 grados en sus planes a futuro, obligada por una deuda imposible que la empresa necesita embridar bajo amenaza de quiebra. Y es que en el primer semestre de 2012, la plantilla ha sufrido “pérdidas operativas” por valor de 263 millones de euros, una cifra tremenda que equivale al “40% del salario de la plantilla”, en palabras del consejero delegado de Iberia, Rafael Sánchez-Lozano. La dirección no ha tardado en comunicar que habrá despidos y otros ajustes –salariales, contractuales, de jornada y horarios-.
En realidad, los recortes que prepara la directiva chocan, y mucho, con lo que anunciaba la cúpula diez meses atrás. En octubre, el propio Sánchez-Lozano aseguró que la primera aerolínea nacional crearía para 2012 quinientos puestos gracias al lanzamiento de Iberia Express, la aerolínea de bajo coste (low cost) con la que Iberia pretende hacer frente a Ryanair, Wizzair y otras del estilo. Estas nuevas contrataciones, dijo entonces el CEO de Iberia, se efectuarían sin que “ningún empleado actual pierda su trabajo o vea modificadas sus condiciones laborales o salariales”. Algo que no ocurrirá.
El portal turístico Preferente.com recoge el abrupto vuelco que va dando la dirección a lo largo de los últimos meses. Solo en febrero, Iberia había recibido 18.000 currículums vitae para 125 plazas de pilotos, 350 de tripulantes de cabina y el resto (unas 25) para personal de oficinas.
De “bajar costes” a “despidos”
Pero no es hasta abril cuando los gestores empiezan a conceder, pero solo a cuentagotas, que la compañía no va tan bien como parece. El pasado 18 de abril, el presidente de Iberia y de IAG, Antonio Vázquez, habla de “bajar los costes unitarios” con el fin de generar “unas condiciones óptimas para poder competir en el futuro”. Asimismo, Vázquez añade la necesidad de Iberia de “modificar los convenios laborales”. Por entonces, la empresa y los pilotos se hacían la guerra por un tajo salarial a estos últimos del 20%.
Al día siguiente, 19 de abril, el consejero delegado de IAG Willie Walsh desafía a los pilotos de Iberia, inmersos en una huelga, amenazándolos al decir que sus puestos son los únicos que peligran en Iberia. “No vamos a distraernos con las acciones de los pilotos del [sindicato] Sepla”, zanjó el CEO. Cuatro meses después, el pasado 3 de agosto (periodo caracterizado por un silencio sepulcral entre la directiva), fue el propio Walsh el que predijo despidos y ajustes dramáticos en Iberia: “Inevitablemente, no vamos a ser capaces de evitar la pérdida de empleos como parte de este proceso”. El mismo día, Sánchez-Lozano enviaba una misiva a toda la plantilla avisándoles de un “plan de acción” expresado en términos idénticos a los de Walsh.
Por si fuera poco, la semana pasada trascendió que IAG ha iniciado "un proyecto de "hoja de ruta para estar preparado en caso de que España abandonara el euro". Dentro de este holding, British Airways ha cerrado el semestre con beneficios de 13 millones de euros. IAG, la quinta aerolínea mundial, tiene hoy un lastre ubicado en España.
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