Apenas 14 meses después de que Repsol vendiera un 10% de Gas Natural, el mercado vuelve a hacer cábalas sobre cuándo llegará una nueva desinversión en su histórica participada. Porque la idea de que la petrolera acabará por salir del capital de la gasista, y más pronto que tarde, parece no ponerse en discusión. Y menos en un momento en el que la compañía que preside Antonio Brufau se encuentra en un periodo de transición que le llevará a ser cada vez menos una petrolera. Un tiempo en el que necesariamente tendrá que tirar de una liquidez en unas condiciones que sólo le proporciona el paquete que aún mantiene en Gas Natural.
En sus últimas conferencias con analistas, Repsol ha insistido en su apuesta por ser una empresa cada vez más diversificada, en línea con el camino que están siguiendo el resto de grandes grupos del sector. En el horizonte de esta estrategia aparecen las renovables como la energía del futuro, de la que Repsol quiere ser un protagonista activo, hasta el punto de convertirse en un operador global, hasta el punto de lograr que el consumidor no sólo vea su nombre y logo cuando vaya a repostar sino también incluso cuando vea su recibo de la luz. En el caso de grupos como Shell esto ya es una realidad.
De esta forma, cuando Repsol salga al mercado en busca de activos tendrá que llevar a cabo una inversión considerable, que probablemente vaya a estar entre los 1.200 y los 1.500 millones de euros con una estimación prudente. En realidad, a la hora de financiar una compra de este tipo hay muchas opciones y todas están encima de la mesa de Repsol. Sin embargo, pocas se adaptan tanto a sus necesidades como tirar de su participación en Gas Natural.
En los últimos años, la petrolera ha hecho un ímprobo esfuerzo por reducir su endeudamiento. Un objetivo prioritario para el que ha sido primordial, precisamente, la venta del 10% de Gas Natural, una operación que culminó en octubre de 2016 y que reportó unos ingresos de 1.900 millones de euros que Repsol destinó casi íntegramente a reducir deuda. La recompensa ha llegado hace escasos días, con una ansiada subida de rating por parte de la agencia de calificación Standard & Poor’s.
Estabilizar la deuda
La actual situación financiera de Repsol es considerablemente mejor que la de hace unos años. Sin embargo, no sería recomendable para la compañía comenzar tan pronto a desandar el camino que tanto tiempo le costó recorrer. La opción de acudir al mercado en busca de financiación, en forma de emisiones de bonos, se antoja como excesivamente atrevida cuando acaba de ser premiada por el mercado justo por la contracción del endeudamiento.
Repsol nunca ha ocultado que su participación en Gas Natural es un activo más, susceptible de ser vendido en un momento determinado para obtener liquidez. En el mercado, la salida del capital de la compañía que preside Isidro Fainé se da por descontada pero la pregunta es cuándo sucederá. En este sentido, una pista fundamental la dará el contenido del nuevo plan estratégico que la gasista presentará a finales del próximo mes de febrero y que revisará el actualmente vigente hasta el ejercicio 2020.
"Muchas cosas han cambiado desde que se presentó el plan, lo que hace necesaria su revisión", apuntó el consejero delegado de Gas Natural, Rafael Villaseca, cuando anunció la noticia a los analistas. La hoja de ruta de la gasista marcará los tiempos para que Repsol planifique su salida del capital. Y también lo hará la manera y el momento elegido por Gas Natural para entrar en el proceso de consolidación del sector energético en Europa, en el que todo apunta que será uno de los animadores.
Hasta entonces, la venta de esta participación formará parte de aquellas noticias que siempre cuentan con un fundamento pero que resulta difícil concretar por lo poco avanzado del proceso. Basta con recordar que la anterior desinversión estuvo 'en los papeles' durante mucho tiempo. Y, por entonces, aquellas informaciones tampoco fueron meros disparos al aire.
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