El consejo de administración de Telefónica cerrará oficialmente este miércoles el proceso de transición que se inició en la compañía tras el nombramiento de José María Álvarez-Pallete como presidente, en abril de 2016. Lo hará con la ratificación como consejero delegado de Ángel Vilá, vinculado al grupo desde hace dos décadas y hasta ahora máximo responsable financiero. Un ejecutivo de un perfil técnico que está alejado de la política. Síntoma de los nuevos tiempos que corren en la multinacional española.
La identidad del nuevo número 2 de Telefónica ha trascendido el mismo día en que se ha conocido la marcha de Luis Blasco, amigo de la infancia de César Alierta y, hasta hace unos meses, uno de los pesos pesados de Movistar Plus. Su salida era un secreto a voces, aunque se ha tramitado con sumo cuidado, tanto por los posibles roces que podría haber generado entre el antiguo y el nuevo presidente de la telco, como por la implicación del directivo en el escándalo de las tarjetas black de Caja Madrid, un asunto peliagudo por el que fue condenado –el pasado marzo- a 1 año de prisión.
“Nadie quería que se vinculara su salida a este caso, entre otras cosas, porque no la tenía. Por eso no se produjo inmediatamente después de la sentencia”, señalan a Vozpópuli fuentes de la compañía.
A estas alturas, a nadie se le escapa que el estilo con el que Álvarez-Pallete rige los designios de Telefónica es muy diferente al de su predecesor. Su objetivo es liderar el sector de las telecomunicaciones y rechaza la influencia en la vida política española, algo que ha sido habitual en la casa durante las últimas décadas. “Telefónica está para ayudar y para invertir, y no para otras cosas”, expresó el pasado junio en una entrevista concedida a El País. Esta frase se interpretó como un aviso a navegantes: lo único fundamental para Telefónica es el negocio. El resto es secundario.
El presidente ha dejado claro con algunas de sus decisiones que no está dispuesto a librar más guerras empresariales que las estrictamente necesarias. Resulta significativa, en este sentido, su postura dentro de la batalla accionarial que se libra desde hace más de un año en el Grupo Prisa, pues mientras César Alierta ha sido partidario de que Telefónica (con su 13% de acciones) se posicione del lado de quienes quieren apartar a Juan Luis Cebrián del trono de la editora de El País, Álvarez-Pallete se ha mostrado en contra de participar de las hostilidades.
Nuevo núcleo duro
Durante los últimos meses, se han producido algunos cambios significativos en el organigrama de Telefónica que han clarificado su nuevo núcleo duro, en el que tienen un especial peso Javier de Paz y José Luis Gómez-Navarro, destacan fuentes internas. A estos dos directivos se suman Gonzalo Martín Villa –jefe de Innovación-, Chema Alonso –Big Data, Mariano de Beer –responsable de la estrategia comercial digital- o Laura Abasolo, desde este martes, directora de Finanzas y Control. Al Comité Ejecutivo se sumará próximamente Enrique Lloves, recién nombrado director de Estrategia y Desarrollo Corporativo.
Los nuevos aires también han llegado al consejo de administración de la compañía, que abandonaron el pasado mayo, por su propia voluntad, César Alierta, Pablo Isla (Inditex) y Gonzalo Hinojosa. Fueron sustituidos por Carmen García de Andrés –exdirectora de PWC- y por Francisco José Riberas Mera - consejero delegado del grupo de ingeniería automotriz Gestamp-. Este miércoles se incorporará oficialmente el nuevo CEO de la compañía en sustitución del dimitido Julio Linares, expresidente ejecutivo de Telefónica España y exconsejero delegado de Telefónica S.A. Es decir, otro de los hombres fuertes durante una buena parte de la 'era Alierta'.
Las preocupaciones de Vilá
Ángel Vilá tomará en los próximos días el mando de las operaciones de Telefónica –como nuevo CEO-, y lo hará con algunas patatas calientes sobre la mesa. Los vencimientos de deuda están refinanciados para los próximos dos años, pero no hay que olvidar las obligaciones de la compañía con sus acreedores ascienden a más de 48.000 millones de euros.
A esto hay que sumar, por un lado, la incertidumbre que rodea a O2 desde que la Comisión Europea bloqueara su venta a Hutchinson; por otro, el efecto que ha tenido sobre los inversores que tuvo el recorte del dividendo en el anterior ejercicio, por otro, las dificultades que ha atravesado en los últimos tiempos el mercado español y, por otro, la incertidumbre que se vive en Brasil como consecuencia de la desaceleración de su economía; o en México, donde Telefónica se encuentra entre dos tierras, en medio del fuego cruzado entre Carlos Slim y AT&T.
Sobre algunos de estos asuntos, Álvarez-Pallete se mostró optimista en la citada entrevista a El País: “Estamos en una senda de generación de caja creciente, con niveles de inversión históricamente altos en la vida de la compañía. Nunca en la historia reciente de la compañía se habían invertido durante cuatro años seguidos -este va para el quinto- niveles del 16%-17% de los ingresos. Hemos ganado el control de nuestro propio destino y si puedo hacer transacciones que creen valor para el grupo y que me ayuden a acelerar ese repago de deuda, como puede ser la salida a Bolsa en el Reino Unido u otras cosas que tengan sentido, lo haremos”.
En el discurso que pronunció durante la última Junta General de Accionistas incidió en que la multinacional crece “en todas las partidas”, y eso es síntoma de que se encuentra en la buena dirección. En los últimos meses, se ha mostrado especialmente esperanzado con el proyecto AURA, el conocido como ‘la cuarta plataforma’, con el que Telefónica pretende convertirse en la referencia mundial dentro del proceso de revolución que tendrá lugar a corto plazo en el mercado, relacionado con las posibilidades de negocio que se generarán alrededor del tratamiento de los datos de los clientes. No obstante, la batalla no sólo se librará en este frente, pues la reducción de la deuda, el dividendo, el despliegue del 5G, la televisión de pago y la relación con corporaciones como Google también implicarán esfuerzos significativos.
El proceso de transición de la compañía se cerrará este miércoles, en vísperas de las vacaciones de verano, tras más de un año de cambios más o menos profundos. La Telefónica de finales de la segunda década del siglo tiene nuevos retos y afronta nuevos proyectos dentro del universo digital, aunque por qué no decirlo, también arrastra algunos problemas que ha sufrido durante décadas. Para resolverlos, Álvarez-Pallete deberá demostrar determinación y una especial mano izquierda.
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