Un suceso tan trágico como el accidente ferroviario registrado el pasado miércoles en las cercanías de Santiago de Compostela deja marcada a cualquier compañía, en este caso Renfe. Pero mucho más en un momento como el actual, en el que uno de los pocos gigantes que se mantienen bajo tutela pública está a punto de iniciar una nueva era que, como habitualmente en estos casos, lleva consigo no pocas incertidumbres.
En principio, esta nueva etapa en la longeva historia de los ferrocarriles españoles se iba a iniciar el próximo miércoles. En esta fecha del último día de julio estaba previsto que se ejecutase la planificada escisión de Renfe Operadora en cuatro sociedades, tal y como aprobó el consejo de administración de la compañía hace un mes.
La decisión ha quedado aplazada al menos hasta septiembre, tras una reunión mantenida el pasado viernes entre el secretario de Estado de Fomento, Rafael Catalá, y los sindicatos.
Antes, tanto Renfe Operadora como Adif ya habían comunicado a los representantes de los trabajadores que procederían a realizar sendos expedientes de regulación de empleo (ERE). La necesidad de ajustar plantillas y costes laborales ya han quedado patentes en otras empresas públicas del ámbito del transporte como AENA e Ineco.
Futura liberalización
Para Renfe, el momento es especialmente delicado porque el escenario en el que ha actuado siempre va a cambiar. Por primera vez en la historia, el mercado del tráfico de pasajeros se va a liberalizar y la compañía pública tiene la necesidad de adaptarse para ser más competitiva: reducir deuda (que se sitúa actualmente en el entorno de los 5.000 millones de euros), incrementar eficiencia y tratar de ser competitiva.
En paralelo, Adif (la otra pata que constituía la antigua Renfe hasta 2005, la administradora de la infraestructura) prepara también su escisión en dos sociedades para su adaptación a la normativa europea y para evitar que su deuda compute para el déficit público. Fomento estudia la creación de un holding que agrupe a Renfe y a Adif con todas las filiales de nueva constitución, una estrategia que persigue la generación de sinergias y el ahorro de costes.
En definitiva, cambios, cambios y más cambios. Y baile de cifras. Se ha hablado de un ERE para 3.000 empleados en Renfe. Otras cifras apuntan a que será definitivamente para unos 2.000. Y todo ello sin tener en cuenta aún la idea del holding que podría estar abierto a alguna que otra opción.
Expansión internacional
No se trata sin duda del momento de mayor estabilidad en la historia de Renfe, una situación que ha generado grandes incertidumbres en la plantilla, que ve inevitable que los recortes se plasmen en pérdidas de empleo.
Una de las esperanzas con vistas al futuro se sitúa en el plano internacional. La consecución del contrato para la construcción y explotación de la línea de alta velocidad entre La Meca y Medina, en Arabia Saudí, valorado en más de 6.000 millones de euros, supuso un espaldarazo para Renfe, uno de los líderes del consorcio adjudicatario y abrió las puertas a hacer un hueco en el mercado internacional.
Las tentativas para operar en Reino Unido, especialmente en el sector de cercanías, no han prosperado, aunque se trata de un mercado con muchas peculiaridades, demasiado complicado para entrar a la primera.
Los esfuerzos están muy encauzados a repetir el éxito en la alta velocidad con alguno de los concursos actualmente en marcha: Brasil (el más cercano en el tiempo), Rusia y EEUU. Sin embargo, el trágico suceso de Santiago arroja aun más dudas sobre el futuro de Renfe con vistas al exterior, a la espera de comprobar cómo se desarrollan los acontecimientos en Arabia Saudí, donde los problemas técnicos se multiplican.
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