Se suponía que trenes operados por una firma privada tenían que estar ya funcionando en España, de acuerdo con los planes de la ministra Ana Pastor al poco de hacerse cargo de Fomento. En su lugar, hay una vaga Orden Ministerial sobre la liberalización ferroviaria en el corredor del Levante (la apetitosa alta velocidad que conecta Madrid con Valencia y Alicante) y un nutrido grupo de empresas aspirantes (Globalia, Veloi Rail, Alsa, Ferrovial, Acciona…) temerosas de la competencia distorsionada que les pueda hacer Renfe Operadora y de los tributos a pagar antes de lanzarse a transportar viajeros como es el caso del abusivo canon impuesto por Adif, el más alto de Europa.
A nivel europeo, además, España está marginada: la tendencia del nuevo Railway Package (las directrices en materia ferroviaria) apunta a una cerrazón de los principales operadores europeos, Francia y Alemania respectivamente, para blindar sus compañías nacionales e impedir el acceso a la competencia privada. Todo en Renfe parece un caos, y en ese caos tiene que ver la rapidez con la que cambia la cúpula directiva.
En menos de tres años, Renfe Operadora ya ha tenido tres presidentes. Se trata de Teófilo Serrano, el último gerente nombrado por los socialistas que dejó su cargo a finales de 2011 con el cambio de Gobierno; Julio Gómez-Pomar, nombrado por Pastor y que apenas ha durado en el cargo un año y diez meses al ser ascendido a secretario de Estado; y el recién nombrado Pablo Vázquez, procedente de Ineco.
Una serie de relevos que suscitan muchas críticas incluso entre altos directivos del actual organigrama de Renfe Operadora. “En Francia el presidente de la SNCF tiene rango de ministro”, indican estas fuentes. “No es un subalterno de Fomento, diseña sus propios planes y finalmente los lleva a cabo con una eficacia manifiesta, aunque sea en el sentido contrario a liberalizar”.
Destacan que sus quejas no tienen únicamente que ver con el cambio de gerentes: “Aquí llega un presidente y se trae a todo su equipo. Ya lo estamos viendo con Pablo Vázquez, como lo vimos con Gómez-Pomar y con los directivos socialistas. Así es imposible hacer planes en un horizonte a largo plazo”.
Los directivos ponen como ejemplo la exitosa internacionalización del operador del país vecino, que “lejos de dejarse la piel en proyectos como el AVE de La Meca, diversifica sus objetivos y obtiene muchos más réditos en el extranjero”.
En París no importa demasiado el color del Gobierno para aguantar en el sillón. Guillaume Pepy, presidente de la Société Nationale de Chemins de Fer, ocupó varios puestos en la ejecutiva del operador ferroviario francés hasta ser ascendido a la presidencia en 2008. Entonces gobernaba Nicolas Sarkozy (UMP, conservador) y ahora gobierna François Hollande, socialista. Pepy sigue en el cargo a pesar de todo.
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