Repsol trabaja a marchas forzadas y contrarreloj para que Standard&Poor's (S&P) no le degrade su rating de deuda al nivel de bono basura. La agencia de calificación de riesgo ha colocado a la compañía española, así como a otras petroleras como BP, Eni, Total o Statoil, en "vigilancia negativa", lo que en román paladino significa que si el precio del petróleo no sube en las próximas semanas y la empresa no toma medidas de urgencia, su endeudamiento será calificado de 'bono basura'.
Llegar a esta situación cerraría el grifo de la financiación internacional al grupo que preside Antonio Brufau, que ha puesto a sus principales efectivos a diseñar un plan urgente de salvamento. La compañía ha encargado estudios para calibrar las ventajas y consecuencias de recortar el dividendo con cargo a 2015 o anunciar una medida más drástica: suspenderlo de forma cautelar para 2016 si el petróleo no remonta de forma estable en los próximos meses.
Según las fuentes internas y del entorno del accionariado consultadas por Vozpópuli, el ejecutivo de Mollerusa y su mano derecha, Josu Jon Imaz, consejero delegado, se debaten entre la conveniencia de tocar el dividendo para lanzar un guiño a las agencias de calificación o pagarlo íntegramente para no dejar caer a uno de sus dos accionistas de referencia, Sacyr.
La constructora, bajo la presidencia de Manuel Manrique desde octubre de 2011, se convirtió en un fiel aliado de Brufau ante el intento de Pemex de desbancarle de la presidencia y tomar el control de la petrolera. El ejecutivo catalán ganó esa guerra gracias, en buena parte, al apoyo del directivo jienense, al que no quiere dejar caer ahora.
Así que la decisión de recortar o suspender el dividendo se presenta complicada, pero es una de las opciones que baraja ahora mismo el grupo para dar un mensaje de confianza a S&P.
Repsol se ha visto obligada a realizar una provisión extra de 2.900 millones de euros por el impacto de la caída del crudo en sus cuentas, lo que le provocará unas pérdidas de unos 1.200 millones en 2015. No pagar el dividendo supondría que de su caja no saldrían en torno a 1.000 millones de euros (unos 600 millones se abonan bajo la modalidad de script dividend y unos 400 en efectivo a los principales accionistas), lo que supondría un balón de oxígeno presente y futuro para la compañía de cara a los inversores.
La encrucijada sobre Sacyr
Pero es que Sacyr, como todos los años, necesita ese tradicional euro por acción que le paga Repsol como retribución al accionista para atender el servicio de la deuda asociada al 8,7% que posee en la petrolera. Los más de 115 millones de euros que recibe al año en concepto de dividendo van directos al pago de los costes financieros de la deuda de 1.652 millones que aún sigue pagando por su paquete en la petrolera.
Pese a haber reducido esta deuda desde los 2.264 millones tras la venta de su filial Testa, Sacyr no se puede permitir no cobrar el dividendo, situación que le dejaría al borde del colapso financiero y le obligaría a vender Repsol (todo o parte), coinciden en señalar todas las fuentes financieras consultadas.
Se da la circunstancia de que su participación en Repsol vale a día de hoy 1.125 millones de euros, 527 millones menos que la deuda que lleva asociada ese paquete. Pero es que además, el 100% de Sacyr vale en Bolsa sólo 737 millones de euros, mucho menos (un 65%) de lo que vale su participación en la petrolera.
Una dolorosa paradoja que deja al grupo constructor desamparado ante cualquier vaivén en Repsol. Si la petrolera suprime el dividendo, Sacyr tendría que vender previsiblemente una sensible participación de la petrolera para poder pagar parte de su deuda asociada.
El grupo constructor, venido a menos tras el largo y doloroso proceso de desinversiones impuesto por los bancos acreedores, al menos ha ganado tiempo al poder embolsarse el dividendo a cuenta que Repsol le pagó el 10 de enero pasado. Son 57 millones de euros que ha destinado al pago del servicio de la deuda y que representan la mitad de la retribución que prevé percibir este año de Repsol.
El cóctel explosivo de Sacyr: vale en Bolsa 737 millones, su participación en Repsol 1.125 millones y la deuda asociada a ésta es de 1.652 millones
Pero la compañía podría decidir el consejo de administración del próximo 24 de febrero no pagar ese segundo dividendo pendiente. No será una decisión fácil ni tampoco está tomada, porque el grupo baraja otras opciones para evitar que dos semanas después de esa fecha, día en que se presentan oficialmente los resultados de 2015, S&P proceda a rebajarle el rating a bono basura.
Según las fuentes consultadas, Repsol podría acelerar la emisión de unos 3.000 millones de euros en bonos híbridos, después de que el pasado año, también bajo la espada de Damocles de la caída crudo (cotiza en el entorno de los 30 dólares), ya emitiese 2.000 millones. El grupo dijo que tenía previsto colocar en los mercados unos 5.000 millones en total, así que ahora podría emitir esos 3.000 aún pendientes.
Y la tercera opción, poco factible por ahora, es vender parte del 30% que el grupo posee en Gas Natural Fenosa o desempolvar esa vieja operación corporativa, que muchos expertos recomiendan, de fusionarse con su participada. El nexo sería el accionista de referencia de las dos energéticas, La Caixa, que posee el 11,7% de Repsol y el 34% de la gasista catalana.
Adicionalmente a todas estas opciones abiertas, Repsol se ha comprometido a recortar aún más sus inversiones, "acelerar y profundizar" en las desinversiones pendientes y obtener más sinergias tras la compra de Talisman. Todo para que S&P no le baje el rating cuando emita su informe, previsto para la primera quincena de marzo.
La compañía intentará llegar a la reunión prevista para el próximo 22 de febrero con los representantes de S&P con una propuesta definida sobre qué va a hacer para compensar el daño provocado por la caída del precio del petróleo.
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