El Ejecutivo argentino y Repsol preparan una salida negociada al conflicto de YPF. En el transcurso de las discusiones, el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ha ofrecido a la petrolera que preside Antonio Brufau incluso la posibilidad de retornar a Argentina con tal de aliviar el caos energético del país.
El presidente y consejero delegado de YPF, Miguel Galuccio, un prestigioso ejecutivo colocado por Fernández de Kirchner para intentar ganar credibilidad ante los inversores, ha sido decisivo. Éste no ha conseguido atraer empresas extranjeras que exploten el yacimiento de Vaca Muerta, esencial para paliar la crisis que padece Argentina.
Por ahora, los rusos y los chinos no han querido acometer la inversión. Galuccio se ha quedado sin socios, no ha logrado materializar el ambicioso plan de negocio de la petrolera de bandera y, desesperado, ha pedido a la Casa Rosada que vuelva Repsol.
Cristina Fernández de Kirchner se negó una y otra vez. Pero el presidente de YPF le explicó que sin el respaldo de una multinacional nunca podría extraer el suministro suficiente para saciar las acuciantes necesidades energéticas del país. Galuccio insistió hasta el punto de presentar su dimisión en varias ocasiones.
Al final, la presidenta argentina no ha querido perder al hombre que considera imprescindible para rentabilizar YPF y, apremiada por las apuradas condiciones económicas y el gran descontento social, ha cedido.
Según fuentes cercanas a Repsol, sólo el empuje de Galuccio ha convencido a Cristina Fernández para que finalmente permita que se negocie con la petrolera española. Y todo ello pese al rechazo tanto del viceministro económico e ideólogo de la expropiación, Axel Kicillof, como de la Cámpora, un grupo peronista cuyo respaldo es básico para la presidenta.
La denuncia de Repsol contra la estadounidense Chevron por negociar con los argentinos también ha resultado crucial. La multinacional española ha dejado así muy claro que quienquiera que explote el yacimiento de Vaca Muerta tendrá que compensarla por haberlo descubierto.
Las grandes petroleras desconfían de un país donde hay tanta inseguridad jurídica y donde, para colmo, si entran tendrán que enfrentarse a las reclamaciones de la compañía que preside Antonio Brufau. Y en esas circunstancias los argentinos son plenamente conscientes de que no podrán captar la inversión.
Seis meses después de la expropiación y bajo la dirección de Galuccio, YPF ha sido incapaz por sí sola de ampliar su producción, uno de los principales argumentos que esgrimió el Gabinete de Kirchner para justificar la nacionalización.
“El mismo Gobierno se ha dado cuenta de que con esta actitud de expropiar y no pagar no llegamos a ningún lado”, declaran fuentes de YPF.
Sin embargo, hay varios obstáculos que dificultan el acuerdo. El principal radica en las malas relaciones con Brufau. El ensañamiento del Gabinete de Kirchner con Repsol provocó una ruptura casi total y ahora se antoja complicado restañar las heridas.
Además, el Estado argentino no tiene dinero y Brufau ha cifrado la indemnización en más de 8.000 millones de euros.
En tercer lugar, el regreso de Repsol sería difícilmente justificable para una presidenta que emprendió una campaña tan violenta de difamaciones contra la petrolera española.
Pese a lo complicado del asunto, los argentinos han asumido que no lograrán explotar Vaca Muerta a menos que pacten con Repsol. De modo que ambas partes están estudiando fórmulas para alcanzar una solución.
La clave estriba ahora en que cualquier arreglo debe camuflarse de tal forma que no parezca una claudicación de Cristina Fernández y, por lo tanto, tendrá condiciones.
El vicepresidente argentino, Amado Boudou, ha desempeñado un papel clave para desatascar estas conversaciones durante la pasada Cumbre Iberoamericana de Cádiz. El propio Brufau acudió a la congregación de jefes de Estado y de Gobierno, se mostró muy activo y paseó por los halls de varios hoteles gaditanos en los que mantuvo diversos encuentros.
Sin embargo, Brufau no actuó solo. La delegación española en la Cumbre lo apoyó celebrando varias reuniones con los argentinos en las que se trató el problema de Repsol.
Las buenas vibraciones con la representación argentina en Cádiz tuvieron su culmen en un tablao flamenco hasta las tres de la madrugada. Allí, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría y el presidente Mariano Rajoy departieron festivamente con el vicepresidente argentino Amado Boudou, señal inequívoca de que las tensiones se están rebajando.
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