A comienzos de septiembre, Grupo San José valía en bolsa poco más de 65 millones de euros. Siete semanas después, la compañía ha cerrado octubre con una capitalización de 242 millones, un avance desbocado, apoyado en un volumen de contratación que en muchas sesiones ha multiplicado por diez la media anual, pero no en hechos noticiosos que justifiquen tal comportamiento. En el mercado apuestan por que la causa no está tanto en lo que ha pasado sino en lo que está por pasar. Y para eso, las miradas se sitúan en la operación Chamartín.
Tradicionalmente, San José ha representado el papel de socio discreto en el desarrollo urbanístico más ambicioso de Europa, cuya tramitación se ha extendido durante los últimos 25 años con nulo éxito. Este sigilo se ha justificado tanto por su porcentaje de participación en la promotora de la operación (antes DUCH y ahora Distrito Castellana Norte -DCN), que no llega al 30%, como por la magnitud del socio mayoritario, BBVA, a la sazón el que ha llevado la voz cantante durante todo este tiempo.
El pasado mes de mayo, la operación Chamartín fue descartada de forma definitiva por el Ayuntamiento de Madrid, cuyo pleno decidió la no aprobación de las modificaciones urbanísticas necesarias para iniciar el desarrollo. Un golpe que sería definitivo para las aspiraciones de los dos socios de DCN, toda vez que la promotora estableció que abandonaría el proyecto el próximo 31 de diciembre si los trámites no estaban aprobados.
A la vista está que el mercado no apuesta por que la inversión llevada a cabo por BBVA y San José en el desarrollo del norte de Madrid, que se eleva por encima de los 125 millones de euros, se irá al limbo o, al menos, no de forma tan rápida.
Poner en valor 1.000 millones
Como informó Vozpópuli, DCN y el Ministerio de Fomento trabajan para prorrogar el contrato para la cesión de los terrenos de la operación y, por lo tanto, habrá más tiempo para que San José pueda poner en valor su inversión. Una puesta en valor que podría alcanzar los 1.000 millones de euros.
Sin duda, un catalizador que justificaría las más que notables alzas registradas en bolsa por San José. En estos dos meses meteóricos, la compañía anunció la puesta a la venta de una serie de activos en Argentina, que figuran en el balance de la compañía Cresca, cuyo capital comparte a partes iguales con la brasileña Brasilagro, por un precio mínimo que supera levemente los 100 millones de euros al cambio.
Sin duda, una buena noticia, como también lo es que el proceso de la refinanciación de su deuda, cerrado a finales de 2014, esté consolidándose. Y el éxito de San José en algunas de las obras emblemáticas que está llevando a cabo en el exterior, como la construcción del Museo del Louvre de Abu Dhabi o la ampliación del aeropuerto de Katmandú. Pero, en cualquier caso, insuficientes para explicar la locura compradora si se obvia el factor de la operación Chamartín.
Víctima de la crisis inmobiliaria
El mercado se empeña en sacar del anonimato a una empresa que sufrió en sus carnes las consecuencias de la crisis inmobiliaria debido a la adquisición de Parquesol, en el año 2007, que nunca llegó a digerir y que la mantuvo en una delicada situación hasta que consiguió deshacerse de los activos, vía refinanciación, y quedarse en una compañía más pequeña pero mucho más saneada.
Desde finales de mayo de 2011, San José no cotizaba en los precios actuales, en el entorno de los 3,70 euros por acción. El mercado comienza a descontar que dispondrá de algo más de tiempo para poder materializar al fin un sueño que persigue desde hace un cuarto de siglo pero con el que, de forma paradójica, se le relaciona en escasas oportunidades.
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