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Vuelve la 'operación Canalejas' tras resistírsele a Boyer hace cinco años

En los últimos meses se ha reactivado uno de los clásicos del urbanismo madrileño: la transformación de la manzana donde confluye la calle Alcalá y Gran Vía, en la que se encuentran situados algunos activos inmobiliarios pertenecientes al Banco Santander (entre ellos el edificio Canalejas), en un complejo comercial, de ocio y residencial, con hotel incluido. El Grupo Villar Mir, que se ha hecho con una opción de compra sobre los inmuebles, tratará de culminar una operación que ya estuvo cerca de cristalizar a mediados de la pasada década.

La idea de convertir uno de los escenarios más emblemáticos de Madrid en una zona comercial, de ocio y de hostelería vuelve a tomar cuerpo. Según adelantaba esta semana ABC, Grupo Villar Mir ya tiene una opción de compra sobre los inmuebles de la confluencia de Alcalá con Gran Vía, entre ellos la oficina principal de Santander en Madrid y la sede del antiguo Banco Español de Crédito, para llevar a cabo la conocida como ‘operación Canalejas’. Pero no es una maniobra sencilla, como prueba el hecho de que los anteriores intentos fueron en vano.

A mediados de la pasada década se produjo la última tentativa, en la que estuvo involucrado el ex ministro de Economía Miguel Boyer, que por entonces trabajaba como asesor del empresario José Ramón Carabante. Dos circunstancias propiciaron que la operación volviera a ponerse en marcha. En primer lugar, Santander buscaba una salida para su cartera de inmuebles como consecuencia de su traslado a la ciudad financiera de Boadilla del Monte. La entidad financiera colocó su red de oficinas entre algunos inversores inmobiliarios, entre ellos Amancio Ortega, pero no fue tan sencillo hacerlo con otros activos.

Por otra parte, Alberto Ruiz Gallardón, entonces alcalde de Madrid, había iniciado una especie de plan para remozar grandes fachadas de la ciudad, con el fin de darle un aspecto más moderno. La operación Canalejas y la del edificio de Castellana 200 serían sus buques insignia aunque había otras en proyecto. Todas excepto la última (que se ha salvado a duras penas) quedaron ahogadas por la llegada de la crisis. El Ayuntamiento pondría facilidades a la hora de otorgar licencias y realizar las modificaciones urbanísticas correspondientes.

Al olor de la oportunidad acudió Carabante, uno de los empresarios del ladrillo que había emergido como consecuencia del boom del sector inmobiliario. Su nombre ya había aparecido bajo el foco de los mercados al estar presente en dos de las grandes operaciones que se llevaron a cabo con inmobiliarias cotizadas: la adquisición de Colonial por parte de la Inmocaral de Luis Portillo y la compra de Urbis por Reyal, con la posterior fusión entre ambas.

El tsunami de la crisis lo paralizó

Precisamente, Reyal Urbis fue la protagonista del proyecto de Castellana 200, que contó con el apadrinamiento de Gallardón. Pendiente de estos movimientos desde una atalaya entonces privilegiada (accionista y consejero de las nuevas Colonial y Reyal Urbis), Carabante se movió con rapidez y encontró en Miguel Boyer, su asesor de excepción, un eficaz conseguidor.

Lo que no logró Boyer fue detener el avance imparable de la crisis. La operación se truncó en el peor momento, el de la financiación. La Colonial de Luis Portillo comenzó a entrar en barrena en bolsa y llegaron las restricciones al sistema crediticio. Aunque posteriormente erró el disparo, Carabante actuó en esos primeros momentos de la crisis con mente fría. Salió de Colonial (en la que estaba con derivados) con una notable renta y puso fin a su intento por culminar la operación Canalejas.

De esta forma, Emilio Botín vio como un problema que estaba prácticamente resuelto resurgía de sus cenizas, al tiempo que surgían otros relacionados con el sector del ladrillo. Su fondo Banif Inmobiliario, cuyo principal activo es el Edificio España, suspendía los reembolsos ante la afluencia masiva de partícipes para retirar su dinero de él.

Santander ahondó en una búsqueda de inversores para sus activos inmobiliarios que resultó vana. La tarea llegó a ser encomendada a todo un experto de la casa, Luis María Arredondo, histórico presidente de Urbis cuando la compañía estaba controlada por Banesto, antes de que se vendiera a Reyal. Arredondo debía poner especial hincapié en el complejo de Canalejas y el Edificio España pero no tardó en dar las operaciones por imposibles, ya que el panorama económico, lejos de mejorar empeoraba por momentos.

De nuevo Four Seasons

Al menos, para el Edificio España surgieron posibilidades de alquiler e incluso alguna de compra por parte de cadenas hoteleras extranjeras de renombre, que querían entrar en el país con un emplazamiento emblemático. Sin embargo, algunas circunstancias les echaron atrás, en ellas una llamativa: el hecho de no poder llevar a cabo obras para la construcción de un parking subterráneo destinado al hotel por la presencia de las infraestructuras del metro, que justamente atraviesan por debajo el edificio con no demasiada profundidad.

Precisamente, una de las cadenas que se interesó por el Edificio España fue Four Seasons, que ahora parece la mejor colocada para establecerse en el centro de Madrid si la operación Canalejas sale al fin adelante. 

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