El exceso de potencia, la competencia de otras fuentes (en especial, las renovables y el carbón) y la profunda crisis de demanda han llevado a las centrales de ciclo combinado (que queman gas natural para producir electricidad) a una situación límite, hasta el punto de que la mitad del parque español está parado.
El dato, que confirman varias fuentes del sector, centró algunas de las presentaciones sectoriales que la semana pasada ofrecieron a los analistas los principales directivos de Iberdrola, en la actualización del plan estratégico que llevó a cabo la eléctrica en Londres. Y supone que más de una veintena de grupos de ciclo combinado (hay 51 en España), con inversiones multimillonarias ejecutadas entre 2003 y 2008, están en el dique seco.
Según datos de Red Eléctrica, ya en 2011 un número muy importante de plantas (25 grupos) funcionó por debajo de la media (en muchos casos, muy por debajo), que ya de por sí fue la más baja de la historia: en conjunto, las plantas de gas apenas funcionaron el 25% del tiempo que estuvieron disponibles (excluyendo paradas por mantenimiento). De esos 25 grupos, los 15 que menos se utilizaron produjeron 4.631 gigavatios hora, el 9,1% del total generado con esta energía, pese a representar un 28,4% de la potencia de los ciclos.
En mayo y junio, último dato oficial, dos tercios de las plantas funcionaran menos de 1.000 horas, frente a las 5.000 que requieren para ser rentables
La situación se ha deteriorado desde entonces: según los últimos datos de la Comisión Nacional de la Energía (CNE), en mayo y junio dos terceras partes de los ciclos presentaban un funcionamiento equivalente anual inferior a las 1.000 horas. Muy lejos de las 5.000 horas necesarias para que estas plantas sean rentables, según el sector. La media de utilización de las plantas es actualmente del 15%, según analistas.
El consejero director general de Iberdrola, José Luis San Pedro, señaló la semana pasada que por parte del Gobierno “se van a estudiar temas como los pagos por capacidad” por los que se retribuye a estas centrales por estar disponibles, por entenderse que su labor como potencia de respaldo de las energías renovables (que son intermitentes y no predecibles) es fundamental para evitar apagones. Los ciclos, dijo San Pedro, “deben ser remunerados”.
Tan crítica es la situación que en el sector ya hay quien se plantea cerrar ciclos (cada planta emplea, a pleno rendimiento, unas 40 personas), pero no pueden hacerlo porque necesitan autorización de Red Eléctrica. Y, cuando la demanda repunte (que algún día deberá hacerlo, aunque no a corto ni a medio plazo), esas centrales serán necesarias. "Esto es como El Corte Inglés, que no se puede dimensionar: tiene que tener todas las plantas abiertas", ilustra una fuente del sector.
Otros operadores, ante lo ruinoso del negocio, se plantean vender instalaciones, aunque la coyuntura del mercado y las malas perspectivas no ayudan.
Los ciclos vivieron su explosión en la década pasada, cuando la demanda eléctrica crecía a tasas del 3% y hacía falta nueva generación para evitar apagones. Estas plantas eran la solución ideal por su extremada flexibilidad (a diferencia de las centrales nucleares, pueden apagarse y arrancar en cualquier momento), por su eficiencia y por sus menores emisiones con respecto al carbón o el fuel-oil.
Los ciclos, como las plantas de energía renovable, proliferaron como setas, con el beneplácito de las sucesivas planificaciones energéticas gubernamentales; y con ellos, los gasoductos y las regasificadoras, que permiten procesar el gas natural licuado (GNL) que llega a través de barcos metaneros. Así, si en 2000 no existían ciclos en España, a cierre de 2011 había más de 25.000 megavatios (MW) instalados, el 25% de la potencia total.
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