Los últimos meses del productor teatral Luis Álvarez como inquilino del Teatro Calderón bien pueden servir de argumento para alguno de los espectáculos que el cuasi centenario establecimiento albergó. Foco de la noticia en los últimos días por formar parte de la UTE que se ha adjudicado la explotación de la cabecera de la antigua Estación del Norte precisamente para su explotación como teatro, Álvarez ha protagonizado episodios como seguir vendiendo abonos para la temporada cuando la amenaza de desahucio por impago se cernía sobre él o utilizar el inmueble como vivienda sin ninguna licencia que lo permitiera.
Fuentes próximas a los propietarios del teatro aseguran que cuando Wonderland Entertainment, sociedad participada por Álvarez y Arteria (SGAE) y que tenía la explotación del Teatro Calderón, acumulaba ya varias mensualidades impagadas a los propietarios del establecimiento, todavía seguía vendiendo abonos para la temporada, pese a que las amenazas de desahucio eran continuas, lo que obligó a cerrar el Calderón a mediados del pasado año.
De este modo, Álvarez logró colocar abonos “fantasma” a cerca de 2.000 particulares, a los que posteriormente ofreció como compensación canjearlos por otros para el espectáculo que pasó a gestionar en la plaza de toros de Las Ventas (que obtuvo pese a sus problemas financieros en el Calderón), bajo la condición de pagar tres euros adicionales.
Sin embargo, no ha sido esta la única sorpresa que se ha encontrado en el desahucio del Calderón. De forma sorprendente, Álvarez había establecido su domicilio en el inmueble del teatro, situado en la madrileña Plaza de Jacinto Benavente. Las citadas fuentes aseguran que el productor habilitó parte de la estructura del inmueble para emplearla como vivienda.
Cursos de verano clandestinos
Una circunstancia que no resulta extraña para determinadas personas del mundo del teatro, que aseguran haber estado presente en esta improvisada vivienda, que además servía de sede para reuniones sociales y celebraciones. No obstante, la situación es totalmente irregular puesto que el edificio no cuenta entre sus usos con el residencial y, obviamente, la vivienda de Álvarez carecía de todo tipo de permisos.
Además, el productor teatral también utilizaba parte del inmueble, concretamente la parte superior, rematada por una llamativa cúpula, para la realización de cursos de verano, actividad para la que tampoco tenía ningún tipo de permiso. Incluso, ni siquiera esa parte del edificio estaba incluida en el contrato de arrendamiento, por lo que Álvarez no podía disponer de ella.
El paso de Wonderland Entertainment por el Teatro Calderón ha dejado como balance una deuda con el propietario cercana a los 600.000 euros, a los que hay que añadir los aproximadamente 1,5 millones de euros que deberán invertir para la restauración del inmueble, notablemente dañado.
El impago de las rentas ha obligado a los propietarios a vender activos para poder hacer frente a la hipoteca del teatro.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación