Vergüenza, arrepentimiento, perdón, contrición son las palabras que en estos momentos mejor definen a Volkswagen, una de las mayores empresas industriales teutonas, y por extensión a toda la 'marca Alemania' labrada durante décadas. Han sido sin duda los peores 30 días de la historia reciente de 'los coches del pueblo', después de que el 18 de septiembre 'The New York Times' informara de que VW estaba siendo investigado por la Agencia Ambiental de Estados Unidos (EPA) tras descubrir que habrían instalado en los motores diésel de cuatro cilindros un software especial que se activaba cuando los coches tenían que pasar las pruebas de emisiones. Así trucaban el resultado y eludían las normas, lo cual fue considerado por las autoridades americanas como "una amenaza para la salud pública".
Desde aquel infausto viernes en las postrimerías del verano, todo ha salido mal para la marca fundada bajo el gobierno de Adolf Hitler en 1937, que incluso nació con la ciudad de Wolfsburgo en 1938, destinada exclusivamente a fabricar esta marca. La cotización bursátil cayó abruptamente más de un 30% aunque luego ha conseguido recuperarse levemente, instalándose eso sí debajo de los 100 euros la acción cuando el mismo día de conocerse el escándalo se encontraba a 132. Volkswagen venía de unos números nunca vistos en 2014, un año en el que vendió 10 millones de coches en todo el mundo y facturó más de 200.000 millones. Su beneficio era estratosférico: más de 10.000 millones de euros, un hito pocas veces conseguido por cualquier empresa de cualquier sector en Europa.
Aquí vemos el último mes de Volkswagen en el Dax de Fráncfort.
La situación es tan crítica que los alemanes han tenido que sacar su patriotismo a pasear y la ciudadanía sale en defensa de la empresa: una reciente encuesta en el país hablaba de este apoyo: 3 de cada 4 dicen que sí comprarían un vehículo Volkswagen. Es el momento de cerrar filas. En un país donde las disculpas públicas tras cometer errores son el pan de cada día, mucho tendrá que arrepentirse pero tal vez no sea suficiente: la multa en Estados Unidos está aún por calcular pero se habla de 18.000 millones de dólares. Una penalización que tal vez no acabe con la compañía, pero sí la dejará tocada durante un tiempo y afectará a sus inversiones. Las dos plantas de España contienen la respiración: aunque el fábrica del Polo en Landaben (Navarra) parece que no estará tan afectada, las miradas se posan en Seat de Martorell, cuyo comité de empresa ha mostrado gran preocupación por el futuro de la planta.
Pérdida de imagen
Pero sin embargo, la pérdida de imagen ya parece irreversible. Una marca intachable, auspiciada por un país que realiza un trabajo de fiar (o que ha construido esa imagen en la segunda mitad de siglo X) se viene abajo por el mayor fraude nunca conocido en el sector de la automoción. Y ocurre lo impensable: Volkswagen y la tecnología alemana ya no son el ejemplo a seguir. Ahora se puede hasta hacer chistes con ellos.
https://youtube.com/watch?v=FizRShTg2hY%3Flist%3DPLKE4WT5Uudh2OF643A_TUlB-TphkxG4IZ
Es difícil saber cómo ha afectado esta crisis a la venta de vehículos, que en España se conocerá dentro de unos días. Por el momento, algunas empresas de automoción eléctrica californianas como Tesla Motors ya piden a vez: "Es el fin del diésel, Volkswagen tenía que bajar las emisiones, y como no podía hacerlo sólo le quedó el recurso del engaño", aseguró el presidente de Tesla, Elon Musk, desde ahora una de las personas a las que habrá que seguir de cerca por sus altas posibilidades de convertirse en el nuevo Steve Jobs de la movilidad.
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