Pocos apostaban por el regreso de Enrique Bañuelos después de protagonizar uno de los episodios más recordados del estallido de la burbuja inmobiliaria: el desplome de Astroc, la compañía que fundó e hizo crecer de tal manera que hasta encandiló al mismísimo Amancio Ortega.
Volvió contra todos los pronósticos y la experiencia no fue mucho mejor (abandonó el proyecto del complejo de ocio y juego BCN World y pasó sin pena ni gloria como principal accionista de Amper). Nadie sabe si el empresario, afincado en los últimos años en Londres, probará una tercera vez pero algunos indicios apuntan a ello. Sin ir más lejos, el despliegue de algunas personas de su confianza a través de sociedades instrumentales.
Uno de ellos es Pablo Negre, probablemente el menos conocido de los colaboradores de Bañuelos. Actualmente, es el único que permanece a su lado en Londres, donde el empresario que hizo fortuna en Sagunto mantiene una serie de pequeñas inversiones tras salir prácticamente a la fuerza del proyecto de la Fórmula E.
Negre ha aparecido recientemente en los registros como administrador único de la sociedad Trendinare, vehículo creado por uno de esos despachos especializado en inscribir mercantiles para ponerlas a disposición de particulares que prefieren ahorrarse los trámites.
Una cuestión que no dejaría de ser casual sino fuera porque, prácticamente al mismo tiempo, se ha repetido la maniobra con otra instrumental denominada Lemitenza, que presenta ahora como administrador único a Ignacio Bonilla, integrado en el equipo de Bañuelos durante los últimos años. De hecho, Bonilla, un ex de Banco Sabadell a quien Bañuelos conoció de su época de accionista de referencia de la entidad financiera, sigue figurando como administrador único de Veremonte España, filial del holding que creó el fundador de Astroc cuando se marchó a Brasil en busca de negocios en otros mercados.
La batalla perdida de la Fórmula E
Poco antes del verano, Vozpópuli adelantó la salida de Bañuelos de la compañía que gestiona la Fórmula E, competición disputada con vehículos de carreras ecológicos, auspiciada por el propio Bañuelos y que pronto encontró el apoyo de la Federación Internacional de Automovilismo y también de Alejandro Agag, yerno del ex presidente del Gobierno José María Aznar y con intereses desde hace tiempo en la mismísima Fórmula 1.
Desde el primer momento, Agag se convirtió en el hombre que mueve todos los hilos de este negocio, al estilo de Bernie Ecclestone en la Fórmula 1. Tanto ha sido así que terminó por arrinconar a Bañuelos, al que sus otros negocios tampoco le funcionaron. Poco a poco, su equipo fue menguando a medida que los proyectos se fueron yendo a pique.
Fue el caso de Xavier Adserá, que le acompañó en su aventura brasileña y, sobre todo, en BCN World. Los caminos de ambos se separaron precisamente cuando el proyecto de centro de ocio auspiciado por la Generalitat de Cataluña entró en vía muerta.
Los caídos por el camino
También se desligó del empresario valenciano Yago Méndez, unido a él desde los tiempos en que representaba a la antigua Caixa Galicia (cuyo director general por aquel entonces era su padre) en el consejo de Astroc, compañía de la que la caja gallega tenía un 5%.
Si Adserá fue el hombre de Bañuelos en BCN World, Méndez lo fue en Amper, cuando Bañuelos decidió comprar una participación relevante, cercana al 30%, en la tecnológica con el propósito de relanzarla. Fue otra incursión en el mundo de los negocios para olvidar.
Tras otros abandonos menos sonados, el equipo de Bañuelos se quedó prácticamente en nada, con Pablo Negre como único baluarte. De Ignacio Bonilla no se volvió a saber nada. Su aparición en los papeles oficiales puede ser el anticipo de un nuevo intento de Bañuelos por redimirse.