La Fórmula E, un floreciente negocio de competición automovilística basado en la existosa Fórmula 1 con la particularidad de emplear únicamente motores eléctricos, unió los caminos de dos empresarios tan peculiares como Enrique Bañuelos y Alejandro Agag. Considerados como los fundadores del invento, juntos lograron el difícil paso de que fuera apadrinado por la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) y que echara a andar (a correr, y mucho, por mejor decir) en tiempo récord. Pero de la misma manera que los unió, los separó. Eran dos gallos en un mismo corral que, cada vez, se hacía más y más grande. Y ha terminado imponiéndose Agag, lo que ha forzado al otrora rey del ladrillo español a volver a partir prácticamente de cero, a reinventarse de nuevo porque, tras los fracasos de BCN World y de Amper, la Fórmula E era lo único que le quedaba.
Formando tándem como presidente (Bañuelos) y consejero delegado (Agag), ambos cerraron una primera ronda de financiación con la que obtuvieron 50 millones de euros gracias al apoyo del gigante tecnológico Qualcomm y el capital riesgo andorrano Amura Capital. Sin embargo, los comienzos de un proyecto como éste siempre son complicados. En el arranque de la primera temporada de carreras (2014-2015) surgieron los primeros problemas de liquidez y la necesidad de incorporar nuevos inversores. En este punto, Agag aprovechó una situación de debilidad de Bañuelos y tomó los mandos. A comienzos de la primavera de 2015 incorporó al magnate estadounidense de los medios John Malone, a través de dos de sus empresas: Liberty Global (dueña de Virgin Media, el imperio de Richard Branson, en Reino Unido) y Discovery Channel (propietaria del influyente canal de retransmisiones deportivas Eurosport).
BCN World retroalimentaba el negocio de la Fórmula E, hasta el punto de que se convirtió en uno de los patrocinadores principales en su primer año de competición
La maniobra provocó rumores sobre una posible venta del paquete de acciones de Bañuelos, extremo que Fórmula E Holding desmintió. No se dio una venta pero sí una dilución que dejó al empresario valenciano en situación de desventaja, bajo mínimos. ¿Por qué? Bañuelos estaba jugando en paralelo la partida de BCN World. Poco antes, fue protagonista de una foto para la historia: junto al, por entonces, presidente de la Generalitat Artur Mas y la plana mayor del Gobierno catalán en la firma de los acuerdos que iniciaban la aventura del espacio de ocio y juego en Cataluña, respuesta inmediata al fiasco obtenido por Madrid con la marcha del magnate Sheldon Adelson y su proyecto de Eurovegas.
BCN World retroalimentaba el negocio de la Fórmula E, hasta el punto de que se convirtió en uno de los patrocinadores principales en su primer año de competición. Pero lo que, en principio, reforzaba a Bañuelos en el mundo automovilístico también se convirtió en su perdición. El proyecto del gran complejo de ocio en los terrenos que La Caixa tenía en las inmediaciones de Port Aventura se eternizaba entre disputas políticas y recelos de potenciales socios ante el avance del independentismo. Antes del verano de 2015, Veremonte, el holding de Bañuelos, decidió abandonar BCN World y el empresario empezó a comprobar que lo que le habían dicho sus más estrechos colaboradores era cierto: “el mercado te ha dado una nueva oportunidad en España pero es la última, no puede salir mal; si fracasas en esto, te puedes ir despidiendo”.
Aprovechar las debilidades
Un momento de debilidad demasiado goloso para alguien con una desmedida ambición como Alejandro Agag, que aprovechó la circunstancia para convertirse en el auténtico capo de la Fórmula E. El paso previo a su verdadero objetivo: tomar el puesto de Bernie Ecclestone al frente de la F1. Por el momento, ha adoptado por completo su modelo. El yerno del ex presidente del Gobierno José María Aznar lo controla todo en la competición de los coches eléctricos: accionistas, proveedores técnicos, de motores, de chasis… Ecclestone le conoce desde hace mucho tiempo, han compartido negocios relacionados con el deporte, como cuando en 2007 adquirieron el club de fútbol inglés Queens Park Rangers junto al ex patrón de Renault F1 Flavio Briatore. La Fórmula E es el trampolín perfecto. Pero sólo para uno.
“Bañuelos y Agag son dos personalidades muy complejas, es muy difícil conjuntarlas”, asegura un colaborador que conoce bien a ambos. “En este negocio no pueden mandar dos, no hay espacio. Hay que controlarlo todo, tener ojos en todas partes y las traiciones están a la orden del día”, apunta una fuente muy familiarizada con la F1.
Realmente, la Fórmula E fue la punta de lanza de la tercera etapa emprendida por Bañuelos. Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en España y el espectacular hundimiento en Bolsa de Astroc (sus restos forman parte de la actual Quabit, que sigue en el parqué) tras llegar a subir más de un 1.000% en apenas nueve meses, Bañuelos se fue a Brasil y al poco tiempo ya era portada de periódicos y revistas de economía. Se había hecho con el control de la primera inmobiliaria del país y con una compañía de biocombustibles con la que Brasil se le quedaba pequeño y quería ir a la conquista ni más ni menos que de China.
Tras el estallido de la burbuja inmobiliaria en España y el espectacular hundimiento en Bolsa de Astroc Bañuelos se fue a Brasil y al poco tiempo ya era portada de periódicos y revistas de economía
A nadie sorprendió que sus socios brasileños se asustaran. Tanto lo hicieron, en especial el poderoso Helio Seibel, que terminaron por pararle los pies en el consejo de administración y decirle que, si quería correr tanto, aquel no era el lugar más adecuado. Bañuelos se lo tomó tan al pie de la letra que cerró su segunda etapa y para abrir la tercera se embarcó precisamente en un negocio que consiste en ir muy rápido. Lo que en principio parecía una aventura extravagante y con tintes ecologistas tomó carta de naturaleza cuando Bañuelos logró una de sus afamadas fotografías, junto al presidente de la FIA, Jean Todt, el ex mandamás de Ferrari en la F1.
Proyectos más modestos
De su época brasileña, Bañuelos traía su pequeño imperio en forma de holding, denominado Veremonte, y con un primer espada a su lado: Xavier Adserá. Un viejo conocido del empresario saguntino, promotor de aquella fulgurante OPV de Astroc desde su despacho de la modesta Riva y García y al que había recuperado como consejero delegado de Veremonte, en principio con la vista puesta en la conquista del mercado chino, del que Adserá es un buen conocedor.
Pasado el sueño oriental, Adserá sería una figura clave para el desarrollo de BCN World, que pasaba a transitar una complicada fase política en la que moverse bien entre bambalinas y tener contactos se antojaba fundamental. Pero cuando la política se mete por medio es capaz de superar buenas intenciones y buenos equipos. El proyecto se volvió inviable, Veremonte lo abandonó en el verano de 2015 y Adserá también dejó el holding de Bañuelos en busca de nuevas experiencias profesionales en lo suyo, la búsqueda de capital para nuevos proyectos.
Tampoco había tenido éxito en la tercera pata de Veremonte: el relanzamiento de la tecnológica Amper, de la que adquirió una participación del 28%. Fuentes conocedoras de la operación aseguran que Bañuelos se arrepintió a los quince días de haber acometido esta operación. Aún así, encargó el proyecto de reflotar la empresa a otro de sus férreos colaboradores en Veremonte, Yago Méndez, a quien conoció en el consejo de Astroc (Méndez representaba a la antigua Caixa Galicia, que poseía un 5% de la inmobiliaria). Misión casi imposible. Bañuelos vendió y Méndez también dejó su compañía para centrarse en proyectos personales.
A día de hoy, Bañuelos mantiene su oficina en un selecto barrio de Londres, muy cerca de Picadilly Circus. Trata de encauzar su cuarta etapa, su cuarto proyecto que dirían los futboleros, aunque ya con menos ambiciones, con proyectos más pequeños, más modestos. En Veremonte ya sólo queda Pablo Negre, a quien incorporó tras la marcha de Adserá. Bañuelos ya volvió dos veces de la nada. Está por ver si una tercera es demasiado.
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