La transición energética se le está atragantando a España, que ve cómo la progresiva implantación de las renovables para cumplir con los objetivos medioambientales marcados para el país por la Unión Europea y su entrada en el sistema en lugar de fuentes contaminantes no está consiguiendo el objetivo de atender una demanda creciente, consecuencia de la salida de la crisis. En los dos primeros meses de 2018, el sistema eléctrico arroja un saldo importador por encima de los 2.100 gigawatios/hora. Todo un récord histórico.Después de 13 años consecutivos exportando energía, el ejercicio 2016 supuso un punto de inflexión ya que España pasaba a ser importador neto. Es decir, la diferencia entre la energía que se vendió al exterior y la que se compró desde el exterior arrojó un saldo positivo a favor de ésta última. Aquel año se registró un incremento moderado de la demanda, un 0,7%; sin embargo, la generación se redujo un 2,3%. Un desequilibrio que se ha ido repitiendo a lo largo de los últimos meses. Y que ha obligado al sistema a acudir cada vez más al exterior para poder atender la demanda.En perspectiva, la evolución es mucho más evidente. Tomando como referencia los dos primeros meses del año, que acaban de transcurrir, la generación ha crecido apenas un 0,8% desde aquel 2016 en el que se invirtió la histórica tendencia exportadora. En cambio, en ese mismo periodo la demanda ha aumentado un 4%, producto de la mejora económica experimentada como consecuencia de la progresiva salida de la crisis.De hecho, la demanda de energía registrada en los dos primeros meses de 2018 ha sido la más elevada de la presenta década en este periodo.
Repercusión en el precio
En lo que va de año, las circunstancias climatológicas, muy diferentes a las registradas al comienzo de 2017, han cambiado la configuración del ‘pool’ eléctrico, privilegiando fuentes más baratas, entre ellas las renovables. Las abundantes lluvias han disparado un 14% la generación a través de hidráulica en relación con el inicio de 2017. También se ha incrementado el peso de la eólica, aunque de forma más moderada (algo más de un 4%). En el punto opuesto, el peso del carbón se ha desplomado más de un 22%.En estas circunstancias, el precio de la electricidad debería ser más moderado que el registrado el pasado año por estas fechas. Las diferencias no son tan notables. De hecho, según el simulador de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), el recibo medio de la luz incluso subió un 0,7% en febrero en relación con el mismo mes del año anterior.Si se compara el saldo de intercambios internacionales en lo que va de año con el registrado en el mismo periodo del ejercicio anterior, las diferencias son escandalosas. Al cierre de febrero, el sistema presentaba un saldo importador de apenas 10 gigawatios/hora en 2017. En lo que va de 2018, la cifra se ha multiplicado por 210.
El precio de importar
El grueso de los intercambios internacionales se produce a través de las interconexiones con Portugal y con Francia. En el primer caso, los precios son prácticamente idénticos, toda vez que se trata del mismo mercado. La electricidad que llega de Francia ha resultado históricamente más cara, aunque las diferencias se han reducido de forma notable.La tendencia importadora no parece tener freno, al menos a corto plazo. Mientras las últimas subastas de renovables se traducen poco a poco en potencia instalada, la transición energética está dejando huecos que deberán llenarse con importaciones. Otro obstáculo para la moderación de los precios.
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