España es la única economía de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) para la que el Indicador Compuesto Adelantado (CLI, por sus siglas en inglés), de esta institución, predice una brusca caída de la economía para el futuro cercano.
Este indicador está diseñado para ofrecer señales anticipadas, con un adelanto de entre seis y doces meses, de puntos de inflexión en la actividad económica, lo que permite vislumbrar el futuro económico de los países que lo integran.
La pandemia del coronavirus y su impacto en la economía a nivel global se refleja en los CLI de todos los países, en los que se observa un fuerte desplome durante los meses de marzo y abril, pero en todos ellos se inicia una senda ascendente a partir de entonces que se consolida en mayo, junio y los meses de verano.
España es la única economía en la que a partir de junio se produce una nueva caída del indicador, coincidiendo con los rebrotes de coronavirus que tuvieron lugar en julio y agosto, las restricciones al turismo que impusieron otros países, la confirmación de que el Producto Interior Bruto (PIB) de España había sido el que más había caído de la Unión Europea en el segundo trimestre y a medida que se conocía la debilidad del mercado laboral.
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A pesar del desconfinamiento y la vuelta a lo que el Gobierno ha denominado la 'nueva normalidad', la actividad económica en España no se ha recuperado, el número de afiliados sigue medio millón por debajo del nivel registrado antes de la pandemia y la confianza está en niveles muy bajos.
España, a la cola
Los expertos consultados por Vozpópuli achacan esta vulnerabilidad de la economía nacional a factores como el predominio de las pymes en el tejido productivo -menos resilientes que las grandes empresas-, a la falta de certidumbre en las políticas económicas futuras (no hay certeza sobre el contenido de los Presupuestos Generales del Estado de 2021 ni sobre la capacidad del Ejecutivo de aprobarlos), a la propia debilidad de las cuentas públicas (el déficit público ya supera el 6% del PIB a cierre de julio) y al elevado peso del turismo en el PIB, un sector altamente perjudicado por la pandemia.
A esto se suma que España no ha acometido reformas que Bruselas lleva años reclamando al país, como la lucha contra la dualidad y temporalidad del mercado laboral o la mejora de las políticas activas de empleo para que sean capaces de reubicar a la población que sale expulsada del mercado de trabajo.
Pérdida de confianza
El CLI de la OCDE se complementa con dos medidas. Por un lado, utiliza el índice de confianza de las empresas, que en el caso de España ha mejorado durante el verano en línea con los países de la OCDE. Se sitúa en 99,64 puntos, frente a los 97,34 que llegó a marcar de mínima en abril.
La confianza de los consumidores, el segundo índice que utiliza la OCDE, es en el que España despunta para mal, con una caída durante los meses de verano hasta los 96,34 puntos.
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La confianza del consumidor en España se encuentra a cierre de agosto en los peores niveles que registró en el año 2013 y también en los registros del comienzo de la crisis financiera, en 2008-2009, algo que ya recogió esta semana el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y publicó este medio.
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