En la primera mitad de 2007, el mundo financiero aún miraba con mucha incredulidad a los pocos que advertían de lo que se avecinaba: una crisis de dimensiones siderales que afectaría, especialmente, a un sector inmobiliario que, sin embargo, seguía en aquellos meses protagonizando operaciones de una opulencia rayana en lo grotesco. Los primeros síntomas del estallido la burbuja comenzaron a apreciarse en episodios como el desplome bursátil de la antigua Astroc y algunas cancelaciones a última hora de salidas a bolsa. Estaba a punto de llegar una depresión que, por derribar, derribaría hasta el viejo principio de que en la bolsa y en el ladrillo es imposible perder dinero a largo plazo.
Pero han pasado casi diez años y si una década es un plazo lo suficientemente extendido para ser considerado “largo”, que así lo parece, se ha de concluir que la afirmación que cerraba el párrafo anterior no es cierta. En este decenio salpicado por la mayor y más global crisis de la historia, el Ibex-35, indicador selectivo de la bolsa española, ha perdido un tercio de su valor. Y la vivienda se ha depreciado, en término promedio, en similares proporciones.
Aunque, en este último caso, el comportamiento de los activos no ha sido homogéneo. En las grandes ciudades, los pisos se han depreciado en torno a un 25% mientras que en las zonas costeras, la caída de precios se mantiene, pese a una ligera recuperación, en entornos próximos al 45%.
Obviamente, la fotografía fija de la última década oculta unos puntos intermedios que cobraron tintes de dramatismo y que sitúan al mercado de valores como sensiblemente más afectado por el estallido de la burbuja.
En caída libre
En su punto más deprimido de la crisis, en mayo de 2012, la bolsa española acumulaba un desplome superior al 60% desde los máximos históricos alcanzados justo antes del estallido definitivo de la burbuja. De cada 10 euros invertidos, 6 se habían esfumado como por arte de magia. Y con muchos visos de no volver.
Los descensos del precio de la vivienda fueron más moderados, aunque la media sí se aproximó en los peores momentos al 50%, y superó el 70% en zonas costeras y también en determinados puntos en los que se construyó sin ningún sentido y que, aún hoy, siguen formando parte de la bolsa de viviendas que banca y promotores han catalogado como invendibles.
En el punto más elevado de la tendida recuperación, al final del primer trimestre de 2015, la bolsa española aún estaba casi un 30% por debajo de aquellos máximos estratosféricos alcanzados en 2007 y que aún tardarán un buen tiempo en ser superados.
En todo este tiempo, la vivienda se ha mostrado como un activo algo menos volátil que la bolsa. Pero las cifras indican que los daños no han sido tan diferentes. Lo más probable es que el mercado de valores también sea algo más ágil en su recuperación, aunque siempre sometida a un mayor riesgo.
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