Economía

La explosión de China, ¿controlada?

China atraviesa una encrucijada económica marcada por una desaceleración en su crecimiento y una crisis inmobiliaria que ha complicado aún más la situación. Desde el año 2019, la economía china ha mostrado signos claros de debilitamiento, con tasas de crecimiento mucho más bajas de lo que el país estaba acostumbrado. Hasta el año 2011, China crecía a un ritmo cercano al 10% anual, pero desde entonces las cifras se moderaron, situándose entre el 6 y el 7% hasta 2019. Actualmente, el gobierno chino se ha fijado como objetivo alcanzar un crecimiento del 5% anual, una meta que no parece fácil de lograr en el contexto actual

La crisis inmobiliaria que afecta al país es uno de los principales factores detrás de esta desaceleración. Este sector ha estado sufriendo un colapso prolongado, con exceso de oferta y precios que han dejado de crecer al ritmo de los últimos años. Frente a esta situación, las autoridades chinas han optado por lanzar un mega plan de estímulos monetarios y financieros con el objetivo de reactivar tanto el mercado inmobiliario como el bursátil. Este plan es uno de los más ambiciosos de la historia reciente del país y busca evitar una mayor desaceleración de la economía.

Entre las medidas clave, el Banco Popular de China ha decidido bajar el tipo de interés de referencia del 1,7% al 1,5%, lo que representa el nivel más bajo registrado hasta la fecha. Esta rebaja tiene como fin incentivar a los bancos comerciales a ofrecer más crédito a empresas, familias y administraciones públicas. Asimismo, el coeficiente de caja, es decir, el porcentaje de los depósitos bancarios que los bancos deben mantener en reserva se ha reducido del 10% al 9,5%, lo que permitirá liberar aproximadamente 140.000 millones de dólares en préstamos adicionales.

El paquete de medidas también incluye recortes en los tipos de interés para la deuda empresarial y las hipotecas, con la intención de aumentar la demanda de activos como acciones e inmuebles. En el sector bursátil, el plan contempla la creación de una facilidad de financiación de 70.000 millones de dólares para que las empresas del sector financiero puedan adquirir acciones. Además, se está evaluando la posibilidad de establecer un fondo de estabilización bursátil para sostener el precio de las acciones en el mercado chino, que ha mostrado una tendencia bajista desde 2021.

El efecto de estas medidas ha sido inmediato en la bolsa china, que ha registrado una de las subidas más fuertes de su historia reciente. En apenas una semana, el índice bursátil chino, que refleja el valor de las principales empresas cotizadas, ha aumentado más de un 25% (un 8% el lunes), recuperando en pocos días las pérdidas acumuladas a lo largo del último año. Este optimismo ha generado una gran presión compradora en el mercado, reflejada en el aumento sin precedentes de las opciones call, lo que indica que los inversores esperan que los precios sigan subiendo en el corto plazo.

Uno de los sectores más beneficiados por esta reactivación ha sido el inmobiliario, donde las acciones de los promotores han registrado una subida promedio del 32%. Esto refleja las expectativas del mercado de que los estímulos puedan ayudar a estabilizar la crisis inmobiliaria y provocar una recuperación en los precios de los inmuebles. Además, se ha reducido la entrada para las hipotecas de segundas residencias, permitiendo que los bancos puedan financiar hasta el 85% del valor de la vivienda, frente al 75% anterior, lo que facilitará el acceso a este tipo de préstamos. Paralelamente, el Banco Popular de

China ha anunciado que concederá préstamos a las administraciones locales para que compren viviendas vacías, permitiendo así que los precios no caigan en exceso y se estabilice el mercado inmobiliario.

Sin embargo, aunque estas políticas parecen estar teniendo éxito en el corto plazo, personalmente tengo serias preocupaciones sobre su impacto a largo plazo. El mega plan de estímulos fomenta un endeudamiento elevado, no solo entre la población, sino también entre las administraciones locales, lo que podría distorsionar el valor de los activos. La preocupación radica en que se está alentando la inversión en sectores que podrían no ser los más productivos, redirigiendo el ahorro hacia áreas como el mercado inmobiliario o el bursátil, sin abordar los problemas estructurales de fondo.

En este sentido, China corre el riesgo de repetir errores vistos en otras economías, como Japón en los años 90, donde el uso excesivo de la deuda y los estímulos para sostener una burbuja terminó agravando los problemas económicos a largo plazo. Aunque los estímulos actuales están evitando un enfriamiento inmediato de la economía, también podrían estar creando una situación insostenible a futuro, donde la carga de la deuda y las inversiones mal dirigidas perjudiquen la productividad del país.

La apuesta por la deuda y las políticas monetarias expansivas pueden retrasar los problemas estructurales de la economía, pero no eliminarlos. Aunque en el corto plazo el crecimiento puede repuntar, a largo plazo será necesario enfrentar las debilidades fundamentales de la economía china para evitar que esta fiesta financiera termine en una crisis más profunda.

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