Los datos de comercio exterior ofrecieron ayer una cara buena y otra mala. Por un lado, las compras de bienes de equipo del exterior apuntan una mejora de la inversión. Por otro, las importaciones vuelven a superar a las exportaciones y trastocan el saldo comercial.
Las importaciones de bienes de equipo se dispararon un 12,4 por ciento interanual entre enero y marzo de 2014, una señal inconfundible de que las empresas están invirtiendo para poder producir más. Es decir, que se pertrechan para una expansión, que la capacidad de crecimiento aumentará y que el dinamismo de las exportaciones puede continuar.
Y esto lo hicieron a pesar de que el crédito aún está restringido y a pesar de la supuesta capacidad ociosa. Es más, de acuerdo con las previsiones de BBVA Research, tal repunte obedecería a un cambio de modelo y proyecta un crecimiento de la inversión en equipo que apuntalará la recuperación. Así, por ejemplo, las importaciones de componentes del automóvil engordaron un 16,2 por ciento en el primer trimestre respecto al año anterior, y ello seguramente se traducirá más adelante en un repunte de nuestras exportaciones de turismos.
El crecimiento de las importaciones también se puede interpretar como un indicio de recuperación: la mejora de la confianza combinada con el efecto riqueza de las bolsas ha originado un brusco repunte del consumo, que a su vez tira de las importaciones. Y de los datos se desprende que, tras varios años aguantando el coche o los electrodomésticos, muchos han decidido renovarlos en cuanto han percibido un cambio de sentimiento o han recibido una ayudita. Impulsadas por el Plan PIVE, las importaciones de autos arrojaron un salto del 49,4 por ciento interanual en el primer trimestre. No en vano, en 2002, con el mismo número de ocupados que ahora, se vendía casi el doble de turismos. Y las de electrodomésticos o electrónica de consumo suben un 16,5 por ciento y un 6,6 respectivamente. De lo que también se deduce que este subidón de las importaciones puede haber sido un fenómeno puntual.
Pero los mismos datos también muestran un lado sombrío. Entre enero y marzo, las exportaciones se ralentizaron hasta un crecimiento del 3,2 por ciento interanual, una cifra inferior a la de los años anteriores. Es más, corregidas de estacionalidad, las exportaciones incluso cayeron un 3,2 por ciento en el mes y un 3,4 por ciento anual. El ritmo brutal al que avanzaban las ventas al exterior ha descendido, algo por otra parte normal puesto que conforme más se ha crecido más difícil resulta luego escalar con la misma cadencia. Si antes se alcanzaron incrementos del sector exterior incluso por encima del 10 por ciento, ahora la fuerza se desinfla. Y estos datos serán probablemente peores en abril y mayo, dos meses del año pasado que registraron aumentos espectaculares. Por comparación, el segundo trimestre no puede ser tan positivo.
Al final, la fortaleza del euro y la ralentización de los emergentes se refleja en nuestro saldo comercial. Oriente Medio importó un 27,6 por ciento menos de España respecto al mismo trimestre del año pasado. América Latina, un 0,6 por ciento menos. Y África, otro 1,7 por ciento menos. Tan sólo Asia aguantó empujada por China, con un 4,2 por ciento más, y por Japón, que gracias a las Abenomics nos compró un 41,7 por ciento más en este primer trimestre que en el del año pasado.
Al mismo tiempo, hay una cierta reorientación de nuestras ventas hacia los países desarrollados: animados por las políticas expansivas de sus respectivos bancos centrales, Reino Unido y Estados Unidos importaron de España durante el primer trimestre un 13,8 y un 15,4 por ciento más que el año pasado. Y sin el lastre de un euro al alza, las exportaciones a la zona de la divisa única europea avanzan un 7,6 por ciento interanual. De hecho, la zona euro todavía representa el 51 por ciento de nuestras ventas al extranjero.
No obstante, el hecho de que las importaciones vuelvan a crecer más que las exportaciones supone un serio retroceso. Las compras del exterior entre enero y marzo de 2014 crecían un 7 por ciento interanual frente al incremento del 3,2 por ciento en las exportaciones. De modo que si en el ejercicio pasado a estas alturas del año había un superávit de 634 millones, este año en cambio se anota un déficit de 2.035 millones. En el primer atisbo de recuperación, ¿volvemos a los malos hábitos? Hay que seguir generando excedentes con los que amortizar la deuda. Pese a que el comportamiento del sector exterior es mejor que el de sus pares europeos gracias a la devaluación salarial, el estancamiento de Francia e Italia puede poner en peligro la recuperación de España. La correlación entre todas estas economías es muy alta. Otro argumento más para que el BCE actúe.
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