Pedro J. Ramírez ha afirmado en varias ocasiones que su cese como director de El Mundo comenzó a fraguarse mucho antes de que se consumara. Fue cuando Antonio Fernández Galiano aprendió a hablar italiano. Entonces, las relaciones con los dueños del periódico –RCS MediaGroup- se estrecharon y eso incrementó su poder en la compañía. Los idiomas son importantes en el mundo de los negocios.
Unos años después de que eso ocurriera, Fernández Galiano apoyó la destitución de David Jiménez como director de El Mundo. Lo hizo tras pedir opinión sobre la situación del periódico a muchos de los pesos pesados de su redacción que, en buena parte, habían expresado su disgusto con el rumbo que había adoptado la cabecera.
Jiménez sólo estuvo un año al frente del periódico y alcanzó un acuerdo prejudicial con la empresa poco antes de que se celebrara la vista oral, para la que había citado como testigos a Pedro J. Ramírez, Casimiro García Abadillo, el exministro José Manuel Soria y el expresidente de Telefónica César Alierta. Todo para intentar demostrar que Fernández Galiano le había impedido ejercer con libertad como director de El Mundo, pues se plegaba a las presiones de los poderes político y económico.
El juicio nunca se celebró y Jiménez se llevó una cantidad monetaria a la que la mayoría de los periodistas nunca podrán aspirar. Unos meses después, publicó un libro llamado El director en el que se refería a Fernández Galiano como El Cardenal. Sobra decir que no le dejaba en muy buen lugar, pues le acusaba prácticamente de actuar de parte de las empresas del Ibex 35, en detrimento del periodismo. La publicación no mermó en absoluto el poder del presidente ejecutivo del grupo, entre otras cosas, porque la imagen de Jiménez quedó muy dañada en la Avenida de San Luis. Eso sí, sirvió para que Podemos alimentara su particular teoría de la conspiración –con algunos elementos ciertos- sobre las relaciones entre los medios y el poder.
Fernández Galiano y Unidad Editorial
Fernández Galiano ostentaba desde 2011 la presidencia ejecutiva de Unidad Editorial, aunque anteriormente había ejercido de consejero delegado. Durante su mandato, ha descargado una tormenta perfecta en los medios de comunicación que fue provocada, por un lado, por la universalización de internet; por otro, por la crisis del papel; y, por otro, por los profundos cambios que ha experimentado el mercado publicitario, que han provocado que una buena parte de la inversión que se destinaba a la prensa, la radio y la televisión haya volado hacia otras plataformas de comunicación.
En este contexto, los números rojos han sido difíciles de eludir para los grandes grupos de comunicación. De hecho, entre 2011 y 2019, Unidad Editorial registró un déficit acumulado de 865 millones de euros que se explica en la situación del negocio, pero también en el deterioro del valor de los activos del grupo, que recibieron una valoración en el momento de la fusión entre Unedisa y Recoletos que se ha demostrado que fue excesiva.
En esta ‘década ominosa’, se han presentado tres expedientes de regulación de empleo (ERE) sobre la plantilla que han implicado el despido de cientos de trabajadores; y si bien se han desarrollado los negocios digitales del grupo –mención especial merece el de apuestas, que en 2019 ingresó 241 millones de euros-, el agujero generado por el papel no ha podido ser compensado.
Dentro de la redacción de El Mundo, hay quien recordaba este viernes que a Fernández Galiano se le comparaba entre sus mesas, con sorna, con un corcho, pues tenía la capacidad de salir a flote tras todas las tempestades, fuera cual fuera su intensidad. También –añaden- sabía moverse y, en momentos de dificultad, entablar alianzas en la redacción. Y en Italia.
El episodio de Vocento
Recuerdan, en este sentido, lo que sucedió en 2011, cuando Vocento quiso dar un golpe de efecto en el mercado tras la salida de José Manuel Vargas de director de operaciones del grupo. Entonces, realizó una oferta por varios directivos de Unidad Editorial, que fueron Fernández Galiano, Luis Enríquez y Alejandro de Vicente.
Cuando los tres se preparaban para aterrizar en la editora de ABC, Fernández Galiano viajó a Italia y renegoció su contrato con Unidad Editorial, lo que provocó el fracaso de la operación. El resto de lo que ocurrió es bien sabido. Poco después, Enríquez fue nombrado consejero delegado de Vocento y se convirtió en competidor de su anterior empresa.
Tres años más tardes, trascendieron conversaciones sobre la posible fusión de ambas compañías. Un proceso que nunca cristalizó.
Los últimos tiempos para el expresidente de Unidad Editorial han sido complejos. Principalmente, porque la covid-19 ha provocado serias abolladuras en el casco de sus medios de comunicación, pero también porque Urbano Cairo –presidente de RCS MediaGroup, principal accionista- había situado a su alrededor a algunos ejecutivos que habían ganado poco a poco poder en el seno de Unidad Editorial.
A esto hay que añadir un episodio reciente: por un lado, que Fernández Galiano se había posicionado en la batalla contra Google en la trinchera contraria a Urbano Cairo. Los italianos rubricaron hace unas semanas un acuerdo con la multinacional tecnológica para ceder contenidos de Corriere della Sera y La Gazzetta dello Sport al agregador de noticias que se llamará Google Showcase. Por el contrario, el presidente de Unidad Editorial se había expresado a favor de la Ley de la Propiedad Intelectual española, que, de facto, impedirá la puesta en marcha de este servicio en España.
A principios de esta semana, trascendió que Antonio Fernández Galiano no iba a renovar su contrato con Unidad Editorial, pues Urbano Cairo le había retirado el apoyo y quería designar un nuevo presidente. Era el fin del mandato de uno de los gestores a los que la gran recesión y la crisis de los medios de comunicación condicionaron su día a día. Del primero al último.
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