Economía

Mucha fibra óptica pero pocas ideas

España posee la red de fibra más extensa de toda Europa. Sobre ella hacen negocio empresas norteamericanas y chinas, pero muy pocas españolas

Nadia Calviño, titular de el Ministerio de Economía, llenaba estos días su boca con un puñado de fibra óptica. "En España hay más fibra desplegada que en Alemania, Francia, Reino Unido, Portugal e Italia juntos", decía durante el 34 encuentro de la Economía Digital y las Telecomunicaciones organizado por la patronal tecnológica, Ametic.

La frase no es nueva. La patentó hace tiempo José María Álvarez-Pallete, quien saca pecho cuando hay que hablar de fibra óptica. Al César lo que es del César, Telefónica es el operador que más ha invertido en infraestructuras de telecomunicaciones en nuestro país, y con diferencia. Es un hecho innegable.

Como también lo es que quienes están haciendo un oneroso negocio a través de esas redes de telecomunicaciones son las empresas que le dan realmente sentido. Netflix, Google, Zoom, Microsoft -por citar sólo algunas-... Dice el aforismo que un buen miembro es indispensable para una buena faena, pero no es menos cierto que hay que saber manejar las dimensiones para que el trabajo sea satisfactorio.

Las redes de telecomunicaciones, por extensas que sean, no generan un verdadero rédito económico si lo que se mueve a través de ellas no despierta el interés del usuario final. El modelo está claro, el cliente es soberano. Mientras los principales operadores de telecomunicaciones europeos se desploman en bolsa, los llamados GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) suben como espuma para alegría de sus accionistas. No nos importa la fibra, sino lo que va sobre ella.

Las redes de telecomunicaciones no tienen sentido sin servicios que les saquen todo el partido

El negocio de los GAFA depende directamente de esos canutos de fibra que han supuesto inversiones millonarias a los operadores. Hace tiempo César Alierta, otrora presidente de Telefónica, reclamaba el pago de una tasa por parte de Google a cambio del uso de la red.

Es es una pescadilla que se muerde la cola. Un matrimonio de conveniencia. Si no hay redes, no hay servicios para el usuario final, pero sin aplicaciones, la red, la fibra, no tiene ningún sentido. Desde según qué mirador se observe, esta situación puede pasar de simbiosis a parasitismo en un chasquido de dedos. Los operadores no reciben pago alguno de las llamadas OTT -Google, Facebook, Netflix, etcétera-, pero el ecosistema ya está montado así, y en el corto plazo es inmutable. Las telecos necesitan quien dé sentido a sus redes, por eso la demanda de una tasa se hace con la boca pequeña. Muy pequeña.

No nos engañemos, queremos Internet para hacer videoconferencias, gaming, ver contenidos audiovisuales, consultar nuestro correo electrónico, chatear, comprar por Internet... ¿Cuántos de estos servicios son propiedad de los operadores de telecomunicaciones? Muy pocos, o ninguno. Las telecos son sólo el vehículo que transporta vagones repletos de un oro que no pueden tocar. Eso sí, las vías, que son suyas, están tan bien construidas que pocas veces hay descarrilamientos. La acémila que camina animada por una zanahoria que nunca llegará a paladear.

Quizá ha llegado el momento de que las arterias tecnológicas, la fibra, riegue el cerebro de las telecos y tecnológicas españolas y se generen servicios que compitan con las empresas Silicon Valley, con quien hace el verdadero negocio en nuestra casa y con nuestras redes -tributando en Irlanda, eso sí-.

Servicios de empresas chinas y norteamericanas, entre muchas otras, circulan sin competidores por redes alquitranadas con dinero español. Si queremos darle verdadero sentido a las incuestionablemente fantásticas infraestructuras que poseemos, hay que llenarlas de vehículos que, como poco, puedan ponérselo difícil a los que ya transitan por ellas. Hay que competir. Y vamos tarde. Hace falta más cerebro y menos músculo. Más ideas.

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