Un 22 por ciento de los británicos y alemanes residentes en nuestro país hicieron la mudanza y retornaron a su país de origen, según los datos del padrón de 2013 elaborado por el INE. Nada que ver con la incesante entrada de europeos del norte emprendida durante los últimos 20 años y que había inspirado el sueño de crear una Florida europea a lo largo de toda la costa española.
¿Y qué puede haber motivado este cambio tan repentino? Pues varios asesores fiscales radicados en la costa lo achacan a la fiscalidad. “He perdido un buen número de clientes foráneos porque se les obliga a declarar sus bienes en el extranjero, un verdadero palo para este perfil de residente. Imagínate que de repente tienes que declarar a la Hacienda española todo lo que posees en tu país de origen y pagar impuestos por ello. Y encima han sufrido revalorizaciones catastrales abusivas. Se indignaron muchísimo e hicieron las maletas”, explican algunos fiscalistas que trabajan en el ámbito de la Costa del Sol.
“Precisamente estos individuos tienen mucha movilidad y les cuesta bastante poco cambiar de vivienda, en especial cuando hay otros países que empiezan a ofrecer precios muy competitivos, como por ejemplo Turquía. Por muy barato que vendan su vivienda de aquí pueden comprar allá a mejor precio. Además, muchos están preocupados por la seguridad jurídica de sus compras en la costa. Los periódicos ingleses suelen estar plagados de informaciones muy alarmistas sobre el derribo de casas”, comenta un agente inmobiliario.
Los buenos datos del turismo se han visto empañados por la huida de 87.000 británicos y 42.000 alemanes que residían en España. Nunca antes se había experimentado un fenómeno similar. Tan sólo en 2003, tras perder la fortaleza del marco y quizás amenazados por la perspectiva de una reforma de las pensiones, 13.000 germanos abandonaron el territorio español. Pero por lo demás, ambos grupos han ido siempre sumando efectivos un año tras otro desde 1998, momento en el que comienza a registrarse la estadística. Desde 1998, en el espacio de unos 15 años, los británicos se quintuplicaron hasta rondar los 390.000 y los teutones se triplicaron, alcanzando los 180.000. Y esta tónica no cedió ni siquiera en 2009, cuando la crisis estalló en toda su dimensión y muchos británicos sintieron las estrecheces de una libra hundida.
Incluso si en parte la caída de población extranjera obedece a una depuración de la estadística, muchos se han ido y pierde algo de brillo el sueño de la 'Florida europea'. Lejos queda ese año 2006 en el que los extranjeros adquirieron casi 80.000 viviendas. Por aquel entonces, algunos municipios incluso esperaban alcanzar 50 veces su tamaño. Por ejemplo, en la Costa del Sol, Benahavís se preparaba para acoger 90.000 hogares con una población de sólo 2.265 habitantes. Y en Cuevas de Almanzora, Almería, se preveía la construcción de 148.000 viviendas pese a contar únicamente con unos 11.000 vecinos.
No obstante, de las 329.000 compraventas realizadas en 2013, unas 36.000 las llevaron a cabo foráneos, aproximadamente el 11 por ciento del total, un porcentaje incluso más elevado que durante los años de bonanza inmobiliaria. De ahí que el Gobierno facilitase los visados para aquellos que adquiriesen una vivienda. Lástima que el aumento de la presión fiscal, la inseguridad jurídica de las viviendas en la costa y la competencia de unos destinos más baratos lastren estos esfuerzos.
“Pese a que existe la idea de que vienen a aprovecharse de nuestro sistema sanitario, eso no es del todo cierto porque cuando precisan un tratamiento prefieren volver a su casa para poder hablar con los médicos en su propio idioma. Sin embargo, al comprarse una vivienda sí que pagan el IVA y demás impuestos, tienen bastante capacidad adquisitiva y por lo tanto es un buen negocio que vengan, como bien saben en Florida”, sostiene el agente inmobiliario.
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