Los 60.000 millones de euros al mes que el Banco Central Europeo comenzará a inyectar en la economía a partir de marzo durante 19 meses no es la panacea para solucionar los problemas estructurales de países como Francia o Italia, pero ayudará a que continúe la depreciación del euro frente al dólar, lo que a su vez contribuirá a estimular las exportaciones y reactivar la demanda interna. Esta es la opinión mayoritaria entre los gestores de las principales firmas de inversión, que consideran que las medidas del BCE, pese a la grandiosidad de la cifra anunciada, no servirán por sí solas para reactivar la economía.
“No es un cambio de juego. El programa del BCE ha estado claramente dirigido a facilitar una sobreoferta, con el fin de no sorprender negativamente a los mercados. Y observando las primeras reacciones, parece que ha tenido éxito, a pesar de que la sorpresa ha sido menor si se toman en cuenta los programas de compra de activos ya existentes”, aseguran desde el equipo de Investment Solutions de Robeco.
Johannes Müller, director de inversiones de Deutsche AWM en Alemania, cree que las medidas llegan en “un momento límite de las expectativas reflejadas en los precios de los mercados financieros” y que “no serán una panacea ni una fuerza destructiva”. “Su efecto positivo más durarero podría provenir de la devaluación del euro, que continuará depreciándose frente al dólar estadounidense. Esto apoyará a los beneficios empresariales de la zona euro y en consecuencia será positivo para los mercados de renta variable”, apuntó.
El programa de compra de deuda pública conllevará una presión a la baja sobre esta clase de activos, situación que llevará a los inversores a buscar mayor rentabilidad en los títulos de renta fija de 'investment grade' y 'high yield'. Una situación que se normalizará si se cumplen las expectativas sobre la inflación. “Las rentabilidades de la deuda pública aumentarán en el momento en que las medidas anunciadas por el BCE empiecen a repercutir positivamente sobre los precios. Una mejora en el acceso al crédito de las empresas no financieras y de los hogares debería impulsar la demanda, y una caída del euro podría aumentar los precios de las importaciones y en consecuencia la inflación. Y con mejores previsiones sobre la inflación y el crecimiento, es probable que la deuda pública se vea presionada”, señala Anthony Doyle, director de inversiones del área de renta fija de M&G.
¿Pero hasta qué punto la presión de los mercados para que el BCE aplicara por fin el QE llega en el momento adecuado? “Este plan ha sido tan debatido y anticipado que tiene ya poco potencial tanto en los mercados como en la economía real”, asegura Paras Anand, responsable de renta variable europea de Fidelity, para quien los constantes equilibrios verbales de Draghi en el pasado han tenido más impacto que ahora su materialización. “Dichas intenciones bastaron para eliminar los temores sobre la calidad de los bonos soberanos más débiles que afloraron hace tres años, otorgando a su vez tiempo a las entidades financieras para que fortalecieran su capital y redujeran el riesgo de su modelo de negocio”.
“No es la solución para resolver el doble problema de la debilidad del crecimiento y la fragilidad que azota la zona del euro. El BCE debería adoptar una postura más radical mediante su política monetaria, quizá utilizando su propio balance para impulsar el préstamo a las empresas”, estima Andrew Belshaw, responsable de inversiones de Western Asset, filial de Legg Mason. “Pero como el mercado ya había descontado la 'relajación cuantitativa', Draghi se ha visto obligado a actuar”, subraya.
Y es precisamente este nerviosismo de los mercados lo que ha propiciado la actuación del BCE, más allá de su eficacia real. “'Ultimamente hemos visto algunos indicios de que las economías europeas están repuntando muy lentamente, lo que quizá pone de manifiesto que la revisión de la calidad de los activos realizada a finales del año pasado en realidad ha obstaculizado la transmisión de las medidas previas del Banco Central Europeo, como las operaciones de financiación a plazo más largo, las TLRO. Pero los mercados pedían una intervención a gritos y si el supervisor no hubiera hecho nada, habría reinado el caos”, apunta Tim Stevenson, gestor del fondo Henderson Horizon Paneuropean Equity.
Esta percepción de que la máxima autoridad bancaria en Europa ha hecho ya todo lo que podía hacer pone el balón en el tejado de los gobiernos nacionales, que por otra parte asumirán el 80% del riesgo de la operación de compra de deuda soberana. “Uno de los puntos más discutibles es en qué medida el posicionamiento del BCE como comprador omnipresente de deuda pública alivia la presión para que países que necesitan acometer reformas desesperadamente las lleven a cabo finalmente. Francia e Italia necesitan tomar medidas duras para activar el potencial a largo plazo de su fuerza laboral, su competitividad y la creación de nuevos negocios”, sostiene Paras Anand.
“La acción más potente es el compromiso para mantener las medidas de relajación cuantitativa hasta que se recupere la estabilidad de precios en la zona del euro. Y con este programa el BCE ha demostrado a los mercados que 'hará todo lo que sea necesario' para cumplir con su mandato de mantener dicha estabilidad”, recalca Anthony Doyle.
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