Aunque pase más desapercibido por la vorágine electoral, en las últimas semanas están ocurriendo cosas clave para el futuro económico de España. Concretamente, en este artículo me gustaría centrarme en la situación de los fondos europeos, a la luz de dos situaciones: La primera es la Adenda para recibir 94.000 millones adicionales; y la segunda es el empecinamiento de Moncloa de intentar evitar la revisión de las reformas que ha abordado España para acceder a dichos fondos, en el caso de que un nuevo Gobierno habite Moncloa tras las elecciones del 23 de julio.
Pero vayamos por partes:
La Adenda al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que ha aprobado y remitido el Gobierno de España a la Comisión Europea para conseguir 94.000 millones de euros, se descompone de la siguiente manera: 84.000 millones de euros en préstamos blandos, 7.700 millones en subvenciones no reembolsables y 2.600 millones correspondientes a la estrategia Repower EU.
Llama la atención, a la luz de las cifras, que la mayor parte de la cuantía solicitada son préstamos, y no recursos a fondo perdido. ¿Qué ha ocurrido? Basta echar un vistazo a la hemeroteca para leer a la vicepresidenta Nadia Calviño decir abiertamente que el Gobierno iba a renunciar a los préstamos y solamente iba a usar las subvenciones de los fondos Next Generation EU.
Nada como un baño de realidad para desmontar la demagogia del Gobierno de España. Los que hemos defendido que los aplausos a Sánchez y las loas a los Fondos Next Generation EU era una gran campaña de comunicación para maquillar una acción que, sin llegar a ser un rescate, sí que es un balón de oxígeno preventivo a España, solamente hemos tenido que dejar pasar el tiempo para que nos diera la razón.
Nuestro país sobrevive gracias a la respiración asistida del BCE y la Comisión Europea. Si las cosas se tuercen, y nos asomamos al abismo, ya no habrá nadie que nos pueda salvar
¿Recuerdan cuando, en 2011/2012, la Comisión Europea firmaba memorandos de entendimiento (MoU, por sus siglas en inglés) con los países que estaban al borde de la quiebra? Estos eran documentos en los que los países receptores de recursos se comprometían a hacer reformas a cambio de que Europa evitara su entrada en suspensión de pagos. Pues bien, lo que ha ocurrido con España es exactamente lo mismo.
Nuestro país sobrevive gracias a la respiración asistida del Banco Central Europeo y de la Comisión Europea, un hecho que ha adquirido especial relevancia desde el estallido de la pandemia. Incluso en pleno proceso de retirada de estímulos cuantitativos somos, junto con Italia, las únicas grandes economías en las que el BCE sigue comprando deuda en términos netos durante los últimos meses.
Concretamente, más de 6.000 millones de compras netas de nuestra deuda pública desde junio de 2020, frente a los casi 15.000 de retirada de estímulos que, por ejemplo, ha ejecutado en Alemania.
De igual manera, la Comisión salva a nuestro Tesoro Público de la debacle. Los tipos de interés de las nuevas emisiones de deuda pública a 12 meses se han incrementado en 3 puntos porcentuales y ya están en niveles no vistos desde 2011. Teniendo en cuenta que el pago de deuda pública ya es el tercer eje de gasto más voluminoso de los presupuestos generales del Estado, en un entorno de tipos de interés del 0% e incluso negativos, y que la subida de tipos puede costar unos 12.000 millones de euros al Estado según la AIReF… ¿cómo creen ustedes que estaría nuestra prima de riesgo y nuestros seguros de impago si Europa no actúa?
Esa es la principal razón por la que España acude a los préstamos de los fondos europeos: Ambos (Europa y España) necesitamos mantener la apariencia de estabilidad para que a nadie le estalle el fiasco de los fondos europeos.
Porque los fondos Next Generation EU, al menos en España, han generado altas perspectivas pero muy pobres resultados. Veamos las cifras que da la propia intervención del Estado:
- En 2021, solamente se desembolsaron 11.000 millones, apenas un 45% del crédito total. Y, de ellos -ojo al dato- la Comisión Europea solamente tiene constancia del destino de 2.400 millones.
- En 2022, los desembolsos ascendieron a 11.200 millones de euros, menos del 40% del crédito total. Y la Comisión tiene constancia de 5.200.
- Y hasta abril de 2023, los pagos realizados son de 1.800 millones de euros, también muy lejos de los 35.000 presupuestados por el propio Gobierno.
Todas ellas cifras decepcionantes, hasta tal punto que el Gobierno está trasladando recursos no ejecutados en 2022 a 2023, concretamente por valor de 7.000 millones de euros.
Y esto debería preocuparnos. La razón es muy sencilla: basta echar un vistazo a los datos de Contabilidad Nacional, o a las últimas estimaciones de la OCDE, para darse cuenta de que el motor económico privado nacional está gripado, y tan solo la inversión (fundamentalmente pública y motivada por los fondos Next Generation EU) nos está salvando de seguir la estela de Alemania o de la Eurozona, que ya están oficialmente en recesión.
De hecho, la demanda doméstica en España también está en recesión, con 2 meses consecutivos en negativo.
Desde los satélites del Gobierno tratan de convencernos de que el hecho de que el PIB no haya recuperado los niveles prepandemia es obra de malvados chamanes que están contra ellos. Su razón fundamental es que los datos de empleo registran máximos históricos, un argumento que obvia el hecho de que las horas trabajadas tampoco han recuperado los niveles previos a la crisis de la COVID-19. Como también obvian el “pequeño detalle” (nótese la ironía) de que los datos de paro y seguridad social no son homogéneos con respecto a años anteriores porque no tenemos ninguna información fiable que nos permita hacer un seguimiento de los fijos discontinuos inactivos.
Europa y España mantienen esa relación de interés mutuo en aparentar que los fondos europeos están funcionando bien, aunque ambas partes saben que esto no es cierto
Lo diré de otra manera, para que todo el mundo lo entienda: están troceando el empleo para que parezca que hay más trabajo, cuando en realidad todo el mundo trabaja (y cobra menos). Es como si usted va a la pizzería y le pide a la persona que le atiende que corte la pizza en 16 cachos en vez de en 8, como si eso fuera a alimentarle mejor.
La realidad de España es que continuamos rebotando (que no creciendo), que somos el país que más se ha endeudado desde la pandemia, que no sabemos cómo está evolucionando el mercado laboral, que una deuda del 113% del PIB antes o después va a generar problemas de sostenibilidad, y que somos el país con peor evolución económica de la Eurozona.
Vean el siguiente gráfico. Refleja el PIB per cápita (riqueza por habitante) de España en paridad de poder adquisitivo (esto es, eliminando el efecto de la inflación) y en relación con la media de la Unión Europea. En 2011 éramos 7 puntos más pobres que nuestros socios europeos; en 2018, cuando Sánchez accedió al poder, esta distancia más o menos se mantenía. En 2022 se ha incrementado hasta el 15%.
O, dicho de otra manera: la riqueza por habitante, si tenemos en cuenta la inflación, ha retrocedido a niveles inferiores a 2011 en relación con nuestros socios europeos.
¿Acaso es esta una buena gestión económica? El Gobierno afirma que somos el país con la evolución más sólida de Europa, porque somos uno de los que más crece. Lo mismo que ocurre con Venezuela en América del Sur, y no creo que la economía venezolana sea ejemplo de nada.
El pseudorescate de los fondos europeos
Europa y España mantienen esa relación de interés mutuo en aparentar que los fondos europeos están funcionando bien, aunque ambas partes saben que esto no es cierto. La única diferencia de la actuación preventiva –pseudorescate –en el que estamos inmersos, con respecto a 2011, es que ahora no hemos esperado a estar al borde del abismo para pedirlo como sí ocurrió entonces. Pero eso tiene otra contraparte: si las cosas se tuercen, y nos asomamos al abismo, ya no habrá nadie que nos pueda salvar.
España y Europa necesitan replantearse la gestión de los fondos en nuestro país. De ahí que poner cordura sobre las reformas más lesivas del 'sanchismo' (la reforma laboral, la masiva subida de impuestos, la excesiva burocracia, la nueva normativa verde y con perspectiva de género, etc.), sea un elemento imprescindible para recuperar el vuelo y volver a ser una economía ambiciosa como hemos sido siempre.
Cualquier otra cosa será deambular por el cable del funambulista hasta que venga un soplido de viento inesperado y nos haga caer al vacío.
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