Quién lo iba a decir: los países frugales del norte de Europa pidiendo solidaridad a los vecinos informales del sur. El logro es atribuible a Vladímir Putin y a su guerra, que ya va por los 151 días. El sátrapa del Kremiln acumula otras muescas en su revolver. Además de provocar grietas en la UE, ha conseguido quitar el sueño a media Europa esta semana, ante la amenaza rusa de que el gas no vuelva a fluir por el tubo del Nord Stream.
Finalmente, Putin ha sido benévolo reabriendo el grifo. Eso sí, no al máximo de su capacidad, lanzando un mensaje clarividente a quienes le han sancionado por invadir Ucrania: en sus manos está cerrarlo del todo si se estanca el avance de sus tropas. Es consciente el Gobierno alemán, principal damnificado por su peligrosa dependencia del gas ruso y promotor de una insólita iniciativa que ha cobrado forma esta semana en Bruselas. La Comisión Europea plantea que cada país asuma un recorte "voluntario" del 15% del consumo de gas, desde el 1 de agosto hasta el 31 de marzo de 2023.
El Ejecutivo comunitario persigue que el ajuste lineal se traduzca en una redistribución de la oferta. O sea que el gas de los países con más reservas se canalice hacia aquellos que empiezan a ver sus depósitos medio vacíos. La apelación a la solidaridad ha provocado la reacción airada del Gobierno español, que ha contado inmediatamente con el apoyo de sus homólogos portugués y griego. Ninguno está sufriendo la crisis del gas con la intensidad de los vecinos del norte, los denominados halcones, partidarios de la máxima rectitud en materia fiscal y duros de pelar en cualquier mesa de negociación comunitaria.
Ahí está la paradoja. Esta vez quienes necesitan ayuda no son los PIGS, acrónimo -en inglés- despectivo del grupo que forman Portugal, Italia, Grecia y España. Los cuatro estuvieron en el ojo del huracán en la crisis de 2008 y recibieron ayuda de Europa en mayor o menor medida. Los estados griego y portugués fueron rescatados, al igual que los bancos españoles, mientras que Italia logró apoyo para sanear su sistema financiero.
Se trata de “un sacrificio desproporcionado”, aseveró la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, tras oír la propuesta. “A diferencia de otros, los españoles no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades desde el punto de vista energético”, recordó la ministra de Transición Ecológica. Un dardo en toda regla dirigido a los halcones, que acusaron en su día a los PIGS precisamente de eso: de vivir mejor de lo que merecían.
"La propuesta es intolerable. Otra idea de los eurócratas", afirma un consultor de las grandes energéticas del Ibex. "Ahora bien, esta situación es la consecuencia de una estrategia de descarbonización errónea en la UE, de la que España ha sido la principal seguidora.
Ribera no podría rebelarse si España no hubiera hecho -esta vez sí- los deberes. Por su condición de isla energética, nuestro país ha desarrollado en las últimas décadas un mercado energético con amplia diversidad de fuentes, que van desde la eólica a la solar, pasando por la hidráulica, la nuclear, el carbón y, por supuesto, el gas. Este último, sin embargo, representa 'sólo' el 20% de la generación de electricidad, según el último balance de Red Eléctrica. Que cada fuente tenga el peso en el 'mix' que merece, o que se 'deje morir' a energías como la nuclear, es un debate abierto entre empresas y analistas, y volverá a agitarse si Europa se hunde en otra recesión por culpa de una crisis energética.
Presos del gas ruso
Alemania y otros países frugales, por el contrario, optaron por concentrar riesgos, apostando por el gas más barato que brindaban sus buenas interconexiones con Rusia. En febrero, cuando arrancó la guerra, la dependencia alemana del gas ruso ascendía al 55%. Berlín ha logrado reducir esa cuota al 26%, tirando de otras fuentes y suministradores. El problema es que sus reservas rondan el 65% y la reposición será más complicada según se acerque el invierno.
La estrategia del canciller Olaf Scholz para ganar independencia energética es, además, un aliciente para Putin. El presidente ruso sabe que su gas es un arma de presión con los días contados, que perderá efectividad cuanto mayor sea la diversificación energética alemana. El caldo de cultivo está preparado para que los halcones sufran un otoño inquietante y un invierno de infarto, con la amenaza de apagones flotando en el ambiente.
El Gobierno español, al igual que otros PIGS, considera oportuno arrimar el hombro, pero rechaza que los ciudadanos tengan que hacer ahora el mismo esfuerzo que los alemanes o los austriacos. Hay un hecho incontestable: los consumidores en España -hogares y empresas- llevan años pagando en sus facturas la diversificación del sistema energético nacional, mientras que los vecinos del norte gozaban de las baratas tarifas rusas.
"España no ha tenido nunca ningún problema de solidaridad con el resto de Europa en materia energética. Cuando se ha tenido que apoyar con nuestro sistema de regasificación se ha hecho", recuerda Daniel Lacalle, economista jefe de Tressis y experto en mercados energéticos. "Lo que no tiene sentido es hacer un café para todos, cuando España no tiene interconexión suficiente con Europa. Ahorrar un porcentaje del consumo no tendría ningún impacto en términos de solidaridad, pero sí en nuestra economía".
Lacalle considera que la propuesta de recorte lineal es otra de esas "aberraciones típicas de la UE". "Si Rusia corta el gas, Europa va a sufrir un desastre sin precedentes, aunque se ahorre un 15% de consumo". Por eso, considera imprescindible -y no es el único analista que lo piensa- que la UE debería usar a España como una fuente de suministro adicional, aprovechando su capacidad de regasificación para redirigir parte del gas que llega a la Península Ibérica hacia otros países del continente.
Los hogares y empresas españolas llevan años pagando en sus facturas la diversificación del sistema energético nacional, mientras que los vecinos del norte gozaban de las baratas tarifas rusas
Las empresas asociadas en la patronal Sedigas, con Naturgy a la cabeza, se han apresurado esta semana a hacer el mismo ofrecimiento. La incógnita es si los halcones del norte van a aceptar esa 'solidaridad alternativa' que ofrece el vecino del sur. Comprar la propuesta del Gobierno implicaría un avance de España -y de sus empresas- en el tablero energético europeo, en un momento complicado para Moncloa por la desastrosa ruptura de Sánchez con Argelia.
Alemania y sus vecinos son plenamente conscientes, además, de una realidad: si los mercados de deuda se agitan por el giro de la política monetaria del BCE, España tiene muchas papeletas para sufrir otra escalada de la prima de riesgo. Y si el Gobierno español, o el de cualquiera del grupo de los PIGS, necesita ayuda, los halcones volverán a jugar un papel decisivo a la hora de abrir la hucha comunitaria.
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