El final del 2017 y el comienzo de este nuevo año han estado marcados por la recuperación económica, pero también por un nuevo calentón inmobiliario. Son incontables las socimis que ya cotizan en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) y las salidas al mercado continuo de inmobiliarias nuevas, y no tan nuevas.
Las grandes fortunas españolas han decidido huir del sector, a través de sus sicavs. Un movimiento que contrasta con el aparente apetito inversor que existe, o eso hace ver las diferentes salidas a Bolsa de los últimos meses.
La exposición a este sector de los vehículos de inversión colectiva de los millonarios ha descendido considerablemente en comparación con los datos de 2016. De esta forma, La familia Del Pino (Ferrovial), han decidido desinvertir todo el capital que tenían metido en la inmobiliaria Colonial, que cotiza en el Ibex 35 desde el pasado año.
A través de las sicavs Chart y Allocation tenían cerca de 4 millones de euros a cierre de 2016. Ahora se ha quedado a 0, según los registros de la CNMV.
Asimismo, los March, de Banca March, tampoco quieren oir hablar del ladrillo, o al menos en sus sicavs. Torrenova, que gestiona más de 1.000 millones de euros en patrimonio no tiene absolutamente nada metido en el sector dentro de la renta variable. Lo mismo pasa con Cartera Bellver, también de los March.
Sandra Ortega, hija del magnate español Amancio Ortega, dueño de Inditex, tampoco tiene ningún tipo de exposición al ladrillo español en Soandres. La empresaria tampoco es que se caracterice por su interés en invertir en España, pero también es significativo.
Como contraposición, Morinvest, la sicav de Alicia Koplowitz es una de las pocas que si apuesta por el inmobiliario. En este sentido, a valor de mercado a cierre de 2017 y según los registros de la CNMV, la filántropa tenía algo más de 4 millones de euros en Axiare. El que más exposición al ladrillo tiene de los más ricos es Juan Abelló (Pronovias), que a la misma fecha tenía unos 5,7 millones de euros en Neinor.
Metrovacesa se estanca tras su OPV
Un claro ejemplo de la paradoja del ladrillo es la salida a Bolsa de Metrovacesa. Dicho toque de campana era uno de los más esperados de este año y ha terminado por convertirse en casi una decepción. La promotora de viviendas tubo que rebajar el rango de su OPV por temor a no cerrar el libro y una vez que volvió a las tablas, sus títulos tuvieron un fuerte recorte el primer día y la siguiente quincena se mantuvo plano en los 16 euros con apenas movimientos de compra y venta.
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