Resistir, resistir y resistir. La delegación del Gobierno griego enviada a Bruselas ha mantenido durante seis días prácticamente la misma propuesta sobre la mesa salvo por un cambio de 200 millones. Nada más. Sólo que la Comisión Europea le exigía que añadiese a ese paquete un ajuste por valor de 2.000 millones de euros, aproximadamente el equivalente al 1 por ciento del PIB griego. Cada vez parece más claro que los helenos apuestan porque en Europa no hay arrestos para echarlos. Y menos por parte del binomio Merkel-Hollande, que no quiere ser responsable de una decisión que podría desestabilizar el euro y entregar Grecia a manos de Rusia o China.
Cosa distinta es la opinión del ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble, partidario de expulsarlos siempre que no se disciplinen para poder así avanzar en una integración europea más sólida. Pero la que tiene la última palabra es la canciller. Así que los griegos se fían a la pareja Merkel y Hollande. Y la estrategia se antoja harto evidente. Se trata de aguantar hasta el último minuto para que en ese momento se orqueste una solución parcial que logre ganar de nuevo unos cuantos meses. Vamos, la típica patada hacia delante al problema que tanto se estila en la escena política europea.
De modo que la estrategia de los últimos días ha consistido en aceptar los objetivos de ajuste pero negarse a comprometerse con unas medidas concretas que lo aseguren. No está la situación en casa como para llevar de vuelta un paquete de ajuste. Syriza podría rechazarlo y dejar a Tsipras en evidencia ante su electorado.
Los helenos se aprovechan de su pequeño tamaño. ¿Qué son 2.000 millones cuando una simple subida de la prima de riesgo provocada por su salida podría engordar la partida de intereses de los países de la periferia bastante más?
Y en semejantes condiciones no es de extrañar que la Comisión Europea haya acabado perdiendo la paciencia después de varios meses ejerciendo de poli bueno. El fracaso de las conversaciones del domingo ha dejado las negociaciones para rescatar a Grecia al filo del abismo. “Queríamos tener algo preparado para el Eurogrupo del 18 de julio, pero no va a ser posible. El plazo para alcanzar un acuerdo es el 30 de junio”, dijo un portavoz del Ejecutivo comunitario que describía al presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, como totalmente decepcionado por la actitud de los griegos.
Se acabó el guante de seda y lo que por parte de Grecia parecía pura teoría de juegos empieza a cobrar los visos de una apuesta muy arriesgada.
En claro contraste con el habitual secretismo de las negociaciones, la Comisión Europea expuso uno por uno todos los puntos de desencuentro con el Gobierno griego. Es más, en un tono inusualmente duro acusó a Atenas de recurrir a tergiversaciones y argumentos que no eran ciertos.
En primer lugar, los portavoces de la Comisión resaltaron que las concesiones habían sido muchas y significativas. El objetivo de ajuste fiscal antes del pago de intereses se había reducido del 3 al 1 por ciento para 2015, una rebaja de la meta presupuestaria que según las fuentes de la Comisión iba más allá del impacto que tiene la recaída en la recesión sobre las cuentas públicas helenas.
A medio plazo, este objetivo también ha sido recortado del 4,5 por ciento al 3,5 por ciento, lo que en Bruselas se interpreta como otra concesión muy sustancial. Tanto es así que el propio economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, advertía de que eso supone la necesidad de aplicar una quita a la deuda, una expresión absolutamente tabú en el entorno de las instituciones europeas porque implica decirle a los votantes que se pierde dinero.
Además, por si eso no fuera poco, la consecución de ese objetivo a medio plazo ha sido retrasado en dos años hasta el 2018. Como ya hemos mencionado, hasta las autoridades griegas se han mostrado de acuerdo con esos niveles de ajuste. Pero en cambio no hay acuerdo sobre la forma en que se piensa llegar a ese objetivo. Atenas no detalla las medidas. De ahí la cifra de un agujero de 2.000 millones…
Y la clave de bóveda reside en las pensiones. Bruselas declaró ayer que Grecia sólo ofrecía un ajuste de 71 millones de euros en 2016 que supone el 0,04 por ciento del PIB. Por el contrario, la Comisión considera que el sistema de pensiones heleno es uno de los más caros de toda Europa y que debe aplicarse un ajuste del orden del 1 por ciento del PIB, esto es, unos 1.800 millones de euros. La portavoz de la Comisión explicaba que esto no tenía que consistir exclusivamente en recortes puros y duros. Más bien se trataba de poner el foco en medidas como atajar las prejubilaciones, retrasar a los 67 la edad de jubilación o fusionar los diversos esquemas distintos de pensiones.
Los portavoces del Ejecutivo comunitario también aclararon que no exigen recortes de salarios. Piden una reforma de la negociación colectiva que asegure que los sueldos suben conforme a los incrementos de la productividad, lo mismo que por ejemplo se ha hecho en Alemania.
Respecto al IVA, Bruselas considera que hay que aumentar la recaudación. Y para ello no sólo hace falta una Agencia Tributaria independiente que combata la evasión fiscal. También se precisa subir el tipo general del IVA al 23, poner otro tipo intermedio para algunos bienes y fijar otro del 6 por ciento para productos básicos.
Sobre la Administración, las instituciones europeas demandan una modernización en toda regla que incluya la lucha contra la corrupción.
Además, hay que implementar reformas que aumenten la capacidad de crecimiento como una mayor competencia en los mercados de bienes y servicios. Y bajo ningún concepto se puede deshacer la reforma laboral. Por último, se necesita reforzar el sistema financiero atajando el problema de los créditos morosos. Bruselas destaca que sus concesiones incluso permiten el establecimiento de una renta mínima para los más necesitados que se podría aprobar en 2016.
De poco importa que la economía se deslice hacia la vorágine de otra recesión, en Atenas siguen convencidos de que los acreedores cederán. El fracaso de las conversaciones alcanzó unas dimensiones tales que el propio Mario Draghi salió este lunes al paso pidiendo concesiones para Grecia porque nos adentramos "en un terreno desconocido". Lo que traducido al cristiano significa que a él le toca ser el bombero en caso de ruptura y que no sabe si tendrá agua suficiente. Aunque se haya creado una arquitectura institucional para aplacar las turbulencias, las consecuencias a medio y largo plazo de expulsar a un miembro del euro pueden acabar siendo imprevisibles. El presidente del BCE y Juncker celebraron a continuación un almuerzo de trabajo para diseñar la estrategia que tendrán que tomar en los próximos días. No en vano, el BCE siempre ha sido el encargado de elevar la presión a los indisciplinados vía la financiación que presta a los bancos.
"Se han hecho esfuerzos pero es evidente que no se ha avanzado. La Comisión está abierta las 24 horas de los siete días de la semana para recibir una propuesta del Gobierno griego", aseguró un portavoz del Ejecutivo comunitario. La próxima cita es el Eurogrupo del jueves 18, en el que se antoja difícil que pueda haber un acuerdo sin que haya habido un trabajo previo. Da la sensación de que la Comisión tendrá que esperar hasta el último minuto...
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