Primer paso atrás de Syriza. El nuevo Gobierno griego ha abandonado su idea de una condonación de la deuda a cambio de una quita encubierta. Y dirán ustedes, ¿qué diferencia hay? Pues toda, porque en esto de pagar las deudas las formas importan. Y mucho.
Hasta ayer, Tsipras y compañía insistían en que se rebajase el nominal de la deuda. Un 175 por ciento de endeudamiento sobre PIB se antojaba impagable y, por lo tanto, había que recortarlo como fuese hasta unos niveles asumibles. Una y otra vez, el ejemplo al que recurría Syriza era el de la condonación de deuda que se aplicó a Alemania en 1953.
Sin embargo, semejante plan representaba un obstáculo insoslayable en Europa. En primer lugar, porque al recortar el valor nominal de la deuda todos los países que habían puesto dinero y garantías incurrirían en una pérdida y, por lo tanto, aumentarían su déficit público. En el caso de España, imagínense a Montoro teniendo que pasar de nuevo el platillo entre los contribuyentes para poder cubrir el agujero de los 26.000 millones puestos en Grecia.
Aunque se den a Grecia todas las facilidades del mundo en términos de plazos e intereses, los Gobiernos europeos no quieren tocar el nominal para no incurrir en una pérdida
En segundo lugar, ¿con qué cara iba a explicar Merkel a sus votantes que ha puesto mucho dinero en Atenas para luego perderlo? Por no hablar del riesgo de que, a continuación, llamen a la puerta pidiendo lo mismo Irlanda, Portugal o, sobre todo, el dúo España-Podemos. Así no es de extrañar que la respuesta a lo de condonar una parte de la deuda vaya a ser que 'nein'. Y precisamente eso están comunicando todos los países, uno por uno, a los nuevos líderes griegos. Aunque se den todas las facilidades del mundo, nada de tocar el valor nominal.
Visto el escenario, había que buscar otra solución. Y este lunes el ministro heleno de Finanzas, Yanis Varoufakis, ha adelantado al FT en Londres las líneas maestras de su nuevo plan. Se trata de un canje de los bonos por otros con el mismo valor nominal pero unas condiciones de intereses y plazos que en realidad rebajan el valor real de la deuda en el presente. Por decirlo con otras palabras, no vale lo mismo un euro que hay que pagar el año que viene que un euro que hay que abonar dentro de 20 años. Y justo eso es lo que se está haciendo con Grecia por la puerta de atrás, dándole una patada tras otra a los vencimientos y sustituyéndolos por otros que han de pagarse todavía más tarde y a unos intereses aún más bajos. A todas luces, tamaño ardid es lo que otra vez se va a hacer, confundiendo intencionadamente los conceptos de refinanciación, de reestructuración y de impago.
De hecho, tal y como reveló Vozpópuli, Atenas ya cuenta con unos vencimientos que duplican el plazo medio de Alemania, unos intereses medios tan bajos como los de Francia, y una carga de intereses sobre PIB por debajo de cualquier país de la periferia incluido España. Es decir, se le han puesto unas condiciones inmejorables y además los pagos siempre se pueden volver a retrasar. Es más, en la próxima década Grecia no tiene que pagar nada al fondo de rescate europeo, ni de intereses ni de principal. Incluso si se mantiene la carga en el 175 por ciento del PIB, esa deuda vale muchísimo, muchísimo menos. Para que luego digan que Merkel no regala una quita.
Grecia pedirá no hacer más recortes a cambio de reformas. Pero los anuncios de medidas que entrañan más gasto ponen en entredicho la credibilidad del nuevo Gobierno
Aún así, Varoufakis ha propuesto que la deuda con los europeos se canjee por unos bonos cuyos pagos estén ligados al crecimiento de la economía, cosa que no es un problema porque el PIB de Grecia ya está creciendo. Y respecto a la deuda que mantiene con el BCE, quiere intercambiarla por unos bonos perpetuos, esto es, sin vencimientos. Un producto que sólo existe en Japón y que brinda un interés todos los años. Si bien el diablo está en el detalle, en principio estos términos se antojan asequibles, siempre y cuando la periferia no ponga el grito en el cielo. En especial Portugal e Irlanda, que han pasado por unos planes de ajuste prácticamente tan duros como Grecia y han cumplido.
En lo tocante a disolver la Troika, parece que Alemania se va a resistir. Pero en cualquier caso se trata de una mera operación de imagen. La Troika ya estaba muerta desde mediados de 2013, fecha en la que la Comisión y el FMI acordaron que fruto de sus desencuentros el Fondo poco a poco se desvincularía del rescate. Tan sólo era una cuestión de tiempo que Bruselas se quedase como único policía de lo que se haga con los fondos prestados. Porque se pongan como se pongan en Atenas, siempre habrá algún organismo que vigile el programa de ayuda, se llame Troika o se llame Comisión Europea.
Por último, Varoufakis pidió que se le concediese más margen fiscal a cambio de reformas estructurales. La idea del ministro heleno consiste en mantener entre el 1 y el 1,5 por ciento de superávit fiscal una vez descontados los intereses. O lo que es lo mismo, no volver a hacer recortes porque en la actualidad Grecia ya ha alcanzado esa relación de ingresos y gastos. Ahora bien, las medidas anunciadas como el incremento del gasto sanitario, la contratación de vuelta de funcionarios o la paralización de las privatizaciones bien podrían dar al traste con la credibilidad, primero, de ese compromiso y, luego, del nuevo Gobierno. Entretanto, los bancos helenos siguen perdiendo fondos y dependiendo de la ayuda financiera del BCE.