Economía

Merkel da una última oportunidad a Grecia pero exigirá que Tsipras aplique cuanto antes los ajustes

Merkel se enfrenta a su particular Waterloo en la cuestión griega. Haga lo que haga, la canciller puede acabar bastante escaldada y con su legado en entredicho. Por su parte, Tsipras tendrá que demostrar su compromiso inequívoco con las reformas después de haber cortocircuitado la recuperación de la economía helena. Y todo ello habrá de dilucidarse en muy poco tiempo...

"Los de Syriza llevan cinco meses en el Gobierno de Atenas y no han hecho nada de nada. Ni siquiera han contratado inspectores de Hacienda, algo que se suponía que entraba dentro de sus planes. El propio informe del FMI señalaba que la sostenibilidad de la deuda se ha descontrolado debido a sus cinco meses de desgobierno, y ellos se han aferrado a ese informe para poder decir que, claro, es imprescindible la reestructuración de la deuda. Sin embargo, lo de su parte del trato se les escapa. No cumplen con nada", subraya una fuente europea al tanto de las negociaciones. Durante una breve comparecencia en el Elíseo, Merkel y Hollande abrieron este lunes la puerta a una última oportunidad para alcanzar un acuerdo con Atenas. Sin embargo, la desconfianza hacia los griegos es mucha. De modo que antes exigirán como una condición 'sine qua non' que apliquen una serie de ajustes que demuestren su compromiso con las reformas. No puede haber un acuerdo de otra forma. Los helenos tendrán que ajustarse primero para recibir cualquier concesión sea del tipo que sea...

Máxime cuando Merkel se enfrenta en la cuestión griega a su particular Waterloo, una batalla en la que se juzgara el legado de su década en el Gobierno y de la que, pase lo que pase, puede salir muy escaldada. El sonoro 'No' de los griegos a los planes de ajuste ha supuesto un serio varapalo para la canciller. En un impropio error de cálculo, Merkel había apostado a que saliese el 'Sí' para poder librarse del Gobierno de Syriza. Sin embargo, ahora tendrá que negociar con ellos pese a las críticas cada vez más fieras que encaja en casa. Militante de una especie de tancredismo similar al de Rajoy, la mandataria dejó que el Gobierno de la derecha en Atenas se hundiese sin brindarle una sola concesión a pesar de las reiteradas llamadas de auxilio de Samaras. Durante los cinco meses de negociaciones con Syriza, en ningún momento la canciller teflón, como la llaman en Alemania, se mojó y tomó el liderazgo de las conversaciones con tal de solventar el marasmo. Al igual que hace Rajoy, ha esperado demasiado hasta que el problema ha adquirido visos de difícil solución.

Militante de una especie de tancredismo similar al de Rajoy, la canciller dejó que el Gobierno de Samaras se hundiese sin brindarle una sola concesión a pesar de las reiteradas llamadas de auxilio

Incluso habiendo abordado avances antes impensables en la Unión Europea, la canciller nunca se ha molestado en explicar en Alemania que los griegos han reducido el déficit en 12 puntos del PIB y que habría que brindarles un poco de margen siempre que cumplan. Por más que haya mucha responsabilidad en la ausencia de reformas de los Gobiernos de la periferia, nunca ha explicado que esto no habría ocurrido con la misma intensidad si el BCE no se hubiese adaptado a las necesidades de Alemania cuando ésta apenas crecía, ocasionando en el Sur tipos de interés reales negativos que alimentaron el endeudamiento y una burbuja de tamaños descomunales. Salvo casos como la construcción en España, los niveles en los que ha aumentado el desempleo se han correspondido directamente con los diferenciales que sufrieron los países en las primas de riesgo, tal y como reconoció recientemente el BCE. La zona euro está incompleta, y sin colchones que ayuden a absorber los desequilibrios el ajuste se ha hecho a lo bruto, dejando tras de sí un campo abonado para los populismos en Europa. La Europa de la responsabilidad que ofrece Merkel ha perdido mucho atractivo.

Después de haber puesto mucho dinero en los sucesivos rescates, la estrategia de Merkel chirría por culpa de Grecia. Si deja que Atenas sea expulsada del euro, su legado se verá en entredicho al haber puesto en duda la irreversibilidad del proyecto europeo. Si en cambio hace concesiones a los griegos, entonces se enfrentará a una revuelta segura en su partido cuando el nuevo programa de rescate pase por el Bundestag. No sin razón, muchos en la CDU y la CSU consideran que hacer concesiones a los helenos equivale a abrir la puerta a la indisciplina, lo que a la larga quebraría el euro. Haga lo que haga, la situación se ha tornado harto complicada y una duda de dimensiones hamletianas persigue a la canciller.

"Será muy importante que el primer ministro griego nos diga este martes cómo debería avanzar esto", declaró la canciller Merkel apoyándose en el presidente Hollande. Y añadió: "La última oferta que hicimos fue muy generosa. Por otra parte, Europa sólo puede permanecer unida si cada nación asume su responsabilidad". O lo que es lo mismo, nadie quiere ser culpado de la salida de Grecia del euro y por eso se brinda una nueva oportunidad a pesar del irresponsable 'No' de los helenos al plan de ajuste. Sin embargo, a cambio los líderes de Syriza tendrán que asumir su enorme cuota de responsabilidad y aplicar las reformas.

No en vano, la brutal recaída de la economía griega justo cuando había retornado con fuerza al crecimiento se achaca a los líderes de Syriza. El propio informe del FMI que nadie lee pero al que todo el mundo se refiere incluyendo Varoufakis lo dice muy, muy clarito: "Si el programa se hubiese implementado como se esperaba, no habría hecho falta más alivio de la deuda (...). Sin embargo, unos cambios muy significativos en las políticas y en las perspectivas desde el comienzo de este año han resultado en un incremento sustancial de las necesidades financieras".

Por su parte, Tsipras tiene que intentar conseguir tres cosas en muy poco tiempo: por un lado, frenar el bestial deterioro de la economía. Por otro, restablecer la salud de una banca a punto de quebrar. Y encima tiene el mandato de permanecer en el euro. La consecución de los tres objetivos dependen de que logre con rapidez un acuerdo. Estuvieron muy cerca, pero se quebró fundamentalmente por la ausencia de una restructuración de la deuda que les permita vender una victoria en casa y no tener que mantener unos superávits antes del pago de intereses tan exigentes a lo largo de muchos años.

Merkel también le prometió a Samaras una reestructuración más adelante. Pero los dirigentes de Syriza no querían una simple promesa. La querían ya. Y eso no se suele hacer así en esta Europa acostumbrada a echar pelotas hacia delante. Sobre todo cuando estos griegos se empeñan en saltarse todas las políticas que les garantizarían la competitividad y el crecimiento. Antes tendrán que demostrar un compromiso inequívoco con las reformas que marca ese patrón oro que supone la economía alemana. "En buena medida se les están pidiendo las mismas reformas que se han aplicado el resto de países empezando por la propia Alemania", sostienen fuentes europeas.

Ni los acreedores pueden ser vistos cediendo, ni Tsipras es de fiar. Pero como siempre Europa intentará poner algún parche que ayude a sortear los obstáculos que se presentarán por el camino empezando por la apurada situación de la banca y el vencimiento del BCE

Al objeto de comenzar con buen pie unas negociaciones que precisan celeridad, Tsipras ha dado una serie de pasos simbólicos buscando congraciarse con los acreedores. En primer lugar, se ha cargado al impertinente Varoufakis y lo ha sustituido por un ministro de la misma línea ideológica pero con un perfil y unas formas mucho más comedidas. Euclidis Tsakalotos debería facilitar las conversaciones. Además, representantes del Banco de Grecia se unirán a las conversaciones, lo que se antoja otra señal de moderación. Y, por último, Tsipras ha consensuado con los otros tres partidos proeuropeos una propuesta de rescate, un hecho sin precedentes que conllevaría un compromiso de todos estos partidos con lo que sea que se apruebe en Bruselas. Por primera vez en la reciente y accidentada historia de Grecia, los políticos helenos mostrarían una cierta altura de miras más allá de la pelea política.

No obstante, las dificultades se antojan muchas y variadas. El trabajo del anterior programa de rescate ya no vale. La economía se ha deteriorado tantísimo que harían falta incluso más sacrificios. Grecia ya no registra un superávit antes del pago de intereses sino un déficit. Hay que evaluar de nuevo todo, poner bastante más dinero como advirtió el FMI, pedir mayores esfuerzos y someter lo acordado a otra ronda de votaciones en varios Parlamentos europeos incluido el teutón. Además, habrá que recoger en el programa una serie de reformas que en las últimas discusiones fueron apartadas pero que se antojan esenciales para restaurar la competitividad de la economía helena. Esa nueva ronda de reformas laborales y liberalizadoras de los mercados también podría causar fuertes disensiones entre los acreedores y el Ejecutivo griego. Es decir, todavía se avecinan dificultades. Ni los acreedores pueden ser vistos cediendo, ni Tsipras es de fiar. Pero como siempre Europa intentará poner algún parche que ayude a sortear los obstáculos que se presentarán por el camino empezando por la apurada situación de la banca y el vencimiento del BCE del 20 de julio. Con mucho ingenio y mirando un poco hacia otro lado, los líderes de la UE probablemente propinen en los próximos días la enésima patada hacia delante al problema griego.

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