Economía

Objetivo de una Europa en pánico: salvar a Grecia antes de esta medianoche

Ahora ya no importa el impago al FMI, que se da por hecho. Tras el susto de los mercados, se intenta por todos los medios arreglar el desaguisado antes de este miércoles expire el rescate. Sin embargo, el Ejecutivo de Syriza probablemente no acatará ningún acuerdo antes de que los griegos hayan votado en el referéndum.

Las instituciones europeas trabajan a la desesperada para intentar que Grecia firme un acuerdo de rescate antes de la medianoche de este martes a pesar de que Merkel no cede: “Los acuerdos no deberían minar el principio fundamental de que la solidaridad y los esfuerzos deben ir unidos”, declaró la canciller alemana.

Las turbulencias en los mercados han comenzado. Y el pánico ha cundido por muchas de las capitales europeas, que buscan por canales informales la manera de que haya un acuerdo antes del martes por la noche, fecha en la que expira el actual programa de ayuda. Aunque las posibilidades de lograr algo para esa fecha son escasas, Varoufakis ha dicho públicamente que si se le ofrece una propuesta mejor, entonces podrían apoyar en el referéndum un Sí a las medidas. Es decir, en realidad los dirigentes griegos no suscribirán nada antes de que el pueblo heleno haya votado. 

"Mi perspectiva es que seguiremos siendo 19 (en la eurozona) y que seremos más numerosos a lo largo de los años y decenios próximos", indicó el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, en una rueda de prensa para abordar la situación de Grecia tras la ruptura de las negociaciones. Sin embargo, a continuación no se cortó con las amenazas: "Cualquiera que sea la pregunta, el No será un No al euro".

Varoufakis ha dicho públicamente que si se le ofrece una propuesta mejor, entonces podrían apoyar en el referéndum un Sí a las medidas

Margaret Tatcher solía decir que el problema del socialismo es que en algún momento se quedaba sin el dinero que le daba otra gente. Pues bien, ese momento ha llegado esta semana para Grecia. El Eurogrupo emitió una señal política muy clara: el martes expira el programa que garantizaba la solvencia del Estado griego. Sin un Estado solvente no hay banco que sea solvente. Y el BCE tiene el mandato de no mantener artificialmente a las entidades que estén quebradas. Dura lex sed lex. Aun así, el BCE mantuvo la facilidad de liquidez conocida como ELA que asiste a los bancos griegos. No los desenchufó de la línea que los mantiene en pie pero tampoco aumentó los recursos. Lo que significa que los bancos no podrían atender nuevas retiradas de depósitos. Y eso ha forzado el corralito que consistirá en un cierre de los bancos hasta el 6 de julio. Sólo se podrán sacar 60 euros al día. Se pagarán las pensiones, se permitirá el pago con tarjeta y los movimientos de un banco a otro siempre que sea nacional.

Ahora bien, ¿cuánto puede aguantar esta situación? Que el BCE no retire la facilidad de crédito a los bancos supone una señal de que todavía hay esperanza de que se alcance el acuerdo. Ahora ya no importa el impago al FMI el martes, que prácticamente se da por hecho. Las consecuencias de un default con el Fondo son nulas en un sector privado poco expuesto a Grecia. Tan sólo importaría si el fondo de rescate europeo considerase que hay default y reclamase los cerca de 140.000 millones que ha prestado a Grecia. Pero eso no va a pasar porque todavía hay esperanza de que se suscriba un acuerdo. Una vez más, se obviará la pataleta de los líderes griegos. La única fecha tope esta vez se situaría en el 20 de julio, cuando el BCE tendría que recuperar un vencimiento de 3.620 millones de euros. Si no lo hace, en ese momento la ley obligaría a Mario Draghi a retirar el dinero a la banca griega. Mientras tanto, los escenarios y las posibilidades de patadas hacia adelante se multiplican en medio de una gran incertidumbre.

Tsipras y Varoufakis han lanzado un órdago sabiendo que los europeos no quitarán tan pronto el agua de la piscina. Pero el riesgo de accidente es grande. El mandato de Tsipras era contradictorio. Por un lado, el pueblo había votado a favor de no arrodillarse ante la Troika. Por otro, consciente de las consecuencias, la mayoría de los votantes quería seguir en el euro.

En este sentido, el referéndum puede facilitar el acuerdo. Las posibilidades del Sí a un acuerdo con la UE son elevadas pese al enorme esfuerzo que se exige. En ese supuesto, lo normal sería que en un acto de coherencia Tsipras dimitiese al haber defendido el No. Pero conociendo el percal, la intención de Tsipras convocando el referéndum más bien es poder decir que no se ha doblegado. Que él peleó hasta el último minuto y ahora le toca decidir a los griegos. Al igual que hizo Papandreu, Tsipras tratará de sobrevivir a un durísimo paquete de reformas y diluir su responsabilidad trasladándola al pueblo heleno. A partir de ahí, Tsipras bien podría argumentar que toma unas medidas tan onerosas porque la población las ha aceptado. De salir el Sí, podría incluso recomponer su Gobierno con miembros más favorables a las reformas y proceder con ellas.

Al igual que Papandreu, Tsipras tratará de sobrevivir a un durísimo paquete de reformas y diluir su responsabilidad trasladándola al pueblo heleno

Todo vale con tal de forzar alguna concesión más de Europa, en particular una promesa firmada de reestructurar la deuda, una concesión extremadamente importante para Atenas por más que el fondo de rescate europeo le garantice una financiación baratísima.

Ése sería el escenario más positivo. Pero como ya hemos apuntado, los riesgos son muy altos. El primero es la credibilidad de los dirigentes griegos. El desacuerdo no ha sido por ésta o aquella medida, sino por la falta de confianza en Tsipras y compañía. De ahí que los halcones de Europa exigiesen algún sacrificio que demostrase el compromiso del Ejecutivo de Syriza con las reformas. Primero tomad una medida dura que pruebe vuestro compromiso, y luego haremos las concesiones, incluido reestructurar una montaña de deuda que hipoteca el futuro de las finanzas griegas durante muchos años a pesar de las buenas condiciones de financiación. Sin embargo, la actitud de los griegos no está sirviendo para cimentar esa confianza. Y un referéndum con el plazo del rescate cumplido y sin haberlo consultado con sus socios europeos parece la última gota que colmó el vaso. El descaro de los griegos puede dar argumentos a los que defienden como Schäuble que lo mejor es echar a Atenas del euro. Incluso si gana el Sí en el plebiscito, todavía hay riesgo de hartazgo en Europa, sobre todo si continúa Tsipras en el Gobierno. En Alemania y Grecia ya circulaba la especulación de que el Ejecutivo cayese y se le sustituyese por un Gobierno tecnocrático capaz de implementar las reformas, justo lo mismo que pasó cuando Papandreu planteó un referéndum.

También cabe la posibilidad de que salga el No, lo que para muchos ciertamente representaría el sello definitivo a la salida del euro de Grecia. De suceder eso, sería legítimo preguntarse si la irresponsabilidad de Tsipras no fue intencionada, buscando este resultado en último término tal y como quieren muchas voces en Syriza. Y eso a pesar de que ésa no sea la voluntad de la mayoría de los griegos...

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