La apuesta de Enagás por el mercado de EEUU, que comenzó con una inversión algo superior a los 500 millones de euros a finales del primer trimestre de 2019, se ha visto abruptamente multiplicada casi por tres antes de que finalice el año. El gestor del sistema gasista se ha visto impulsado a acelerar unos planes, en principio pensados para el medio plazo, como la tabla de salvación para evitar efectos nocivos como consecuencia del recorte que sufrirá su retribución en el próximo periodo regulatorio, que se inicia en 2021. Entre ellos, implicaciones negativas para el empleo y también para la retribución al accionista.
Los 836 millones de dólares que invertirá Enagás en incrementar al 30% su participación indirecta en Tallgrass a través del vehículo liderado por Blackstone, que comprará 100% de la sociedad estadounidense, se suman a los 787 millones de dólares empleados para completar la primera fase de la operación, anunciada el pasado mes de marzo, para hacerse con algo más de un 12%. En aquel momento, la posibilidad de seguir comprando acciones de Tallgrass quedaba abierta pero todo parecía indicar que, a corto plazo, la empresa española se conformaría con este movimiento.
Apenas cinco meses después, Blackstone planteó a sus otros socios de la operación (además de Enagás, el fondo soberano de Singapur GIC) completar la compra de Tallgrass para proceder posteriormente a excluirla de cotización en Wall Street. Pocas semanas antes, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) había publicado los borradores de las circulares sobre las retribuciones de las actividades de transporte y distribución de electricidad y gas para los próximos periodos regulatorios. Según esa primera versión, el ámbito que salía peor parado con diferencia era el del transporte de gas, operado prácticamente en exclusiva por Enagás, con un recorte que se aproximaba al 22%.
El escenario planteado situaba a Enagás en una complicada situación. Coincidiendo con la ejecución de la primera fase de la operación de compra de Tallgrass, el gestor de la red gasista había presentado al mercado la actualización de su plan estratégico 2019-2023, en el que se enmarcaba su apuesta por el mercado estadounidense y que quedaba seriamente comprometido por el efecto del recorte.
Plan en peligro
La situación llevó a que Enagás, nada habituada a declaraciones grandilocuentes, anunciara públicamente que estudiaría la posibilidad de emprender acciones legales contra el regulador en el caso de que, definitivamente, aprobara el marco retributivo propuesto. También fue la que mostró una reacción más contundente, que incluso se reflejó en un hecho relevante remitido a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) en la que hacía alusión al mecanismo que se reservó el Gobierno para debatir aquellas propuestas que no se ajustaran a las orientaciones sobre política energética comunicadas al regulador.
Pese a que finalmente el recorte retributivo que afecta a Enagas no será tan drástico como el reflejado en la primera propuesta de la CNMC, el impacto de la medida, que supone una reducción de ingresos anuales para la compañía en el entorno de los 100 millones de euros, pone en peligro el cumplimiento de sus planes, especialmente en el dividendo, que supone uno de los polos de atracción de la compañía para los inversores institucionales, que componen la mayor parte del accionariado de Enagás.
A diferencia de otras empresas del sector, Enagás no hizo mención pública de ninguna medida referente al empleo. Sin embargo, todo apuntaba a que el efecto en otros ámbitos, menos golpeados incluso por los recortes, tuviera su correspondencia en la empresa. Recientemente, Red Eléctrica anunció una pequeña reducción de su plantilla para afrontar el nuevo escenario. Y antes, Naturgy había procedido tanto a paralizar de forma temporal las inversiones de su filial de distribución de gas, Nedgia, como a enviar a casa (también como medida provisional) a 300 de sus trabajadores a la espera de conocer y poder evaluar las medidas definitivas.
De este modo, Enagás ha acelerado los planes en EEUU con el fin de amortiguar los efectos del nuevo esquema retributivo. El incremento de participación en Tallgrass le permitirá elevar los ingresos por dividendos de la estadounidense, entre otros conceptos, y también la aportación de las sociedades participadas, capítulo en el que el objetivo plasmado en el plan estratégico es del 40%.
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