Pocos días después de que el Gobierno recibiera los últimos parabienes de Bruselas para aprobar el Real Decreto Ley que liberalizaría el sector de la estiba, un vídeo que recogía los momentos finales de una improvisada asamblea de trabajadores del sector se hacía viral en las redes sociales. Las proclamas, anunciadas a golpe de megáfono, eran recibidas con salvas de aplausos y gritos de euforia que finalizaron con el cántico a coro de la proclama "Ni un paso atrás". Un clima incendiario, en ocasiones de forma literal, por diversos incidentes en los puertos (llegó a arder una grúa en el de Tarragona). Pero desde entonces ha habido dos convocatorias de huelga por parte de los estibadores. La primera, con paros previstos de tres días; la segunda, de nueve. La primera se desconvocó; de la segunda, van desconvocadas cinco jornadas.
¿Por qué los sindicatos de la estiba no han hecho efectivos, de momento, los paros previstos? "Los estibadores podrían parar los puertos en España y, con esto, provocar un caos de dimensiones casi desconocidas en el país. El ciudadano empezaría a no encontrar productos en sus habituales centros de distribución… Pero seguro que no sucederá. Aunque pudiera parecer los contrario, los estibadores no actúan por las bravas porque saben que, de esa manera, tienen todas las de perder. Y no están dispuestos a perder".
Las citadas palabras son de alguien que conoce muy bien el sector de la estiba, que lo ha vivido directa e indirectamente desde hace décadas, aunque desde el otro lado, del de los operadores portuarios. "Puede que si todo se les tuerce mucho terminen por adoptar medidas extremas pero procurarán retrasarlo lo máximo posible. En realidad, no les hace falta. Ya tienen a gran parte de la industria de rodillas y al Gobierno arrinconado". Y los puertos no han parado un solo día.
Una de las constantes de la estrategia de los estibadores es la de adelantarse a los acontecimientos. Antes de que el Gobierno tuviera listo el texto del Real Decreto, los sindicatos, encabezados por el mayoritario Coordinadora Estatal de Trabajadores del Mar, ya llevaban tiempo alcanzando acuerdos con las empresas operadoras en los diferentes puertos con el fin de que los efectos liberalizadores de la nueva normativa quedaran neutralizados.
Una huelga negada que cuesta 50 millones
Desde entonces se ha observado un descenso en la actividad en la mayoría de los puertos. En algunos casos, la actividad ha llegado a reducirse hasta quedarse en un tercio de lo habitual. "Si normalmente se hacen 20 operaciones por hora, en aquellos días apenas se hacían seis o siete". Un huelga silenciosa, encubierta, que los sindicatos siempre han negado pero cuyos efectos económicos empiezan a cuantificarse. Las estimaciones más conservadoras hablan en el entorno de los 50 millones de euros, las más extremas se van por encima de 100 millones.
En cualquier caso, número que hablan de una situación anormal. Como el hecho de que gigantes del sector como Maerks hayan anunciado que evitarán los puertos españoles en estas semanas de especial convulsión.
Las empresas estibadoras que se resistían a firmar esos acuerdos comenzaban a padecer esos efectos de la noche a la mañana. Hasta que finalmente claudicaban, sobre todo las más pequeñas, con menor margen para todo. La actuación del Gobierno llegó in extremis. El pasado 2 de febrero comunicaron a las empresas que el texto del Decreto estaba listo y que se aprobaría en los próximos días. Para el día 7 de ese mes había prevista una asamblea de la patronal Anesco para doblar la rodilla definitivamente ante los sindicatos y firmar un acuerdo que contemplaba, entre otros aspectos, la tan ansiada subrogación de trabajadores por parte de las empresas que ahora está encima de la mesa negociadora.
Trabajos políticos
Para el siguiente paso, esto es, el político, los estibadores también habían ido por delante. Cuando el Gobierno quiso aprobar el Decreto en consejo de ministros, todos los grupos de la oposición estaban en contra de la necesaria convalidación en el Parlamento. Con la opinión contraria de algunos, el Ejecutivo contaba de sobra, la daba más que por descontada. Su principal esperanza era el PSOE, cuya abstención bastaría para sacar adelante la convalidación. Pero para entonces, los socialistas habían hecho incluso bandera de la defensa de que la reforma del sector pasara por la negociación colectiva y no se hiciera a golpe de Decreto.
El trabajo de zapa de los estibadores no sólo había triunfado una vez más sino que, incluso, había llegado más lejos de lo esperado: hasta el apoyo de Ciudadanos, cuyo programa electoral recogía la necesidad de liberalizar con urgencia la estiba para evitar la multa de los tribunales europeos, voló. Y el propio líder de la formación naranja, Albert Rivera, reconoció que los representantes de los estibadores se habían ganado el sueldo. "Se reunieron conmigo una tarde en el Congreso y me convencieron".
Con este escenario, ¿quién necesita una huelga? "Tienen todo a favor y, por el momento, no tienen a los ciudadanos en contra. Y ese aspecto lo cuidan al extremo. No quieren convertirse en los nuevos controladores aéreos, que lograron echarse a todo el mundo encima porque decenas de miles de personas se vieron perjudicadas por sus actuaciones", apuntan desde los operadores.
No tocar al ciudadano
Por el momento, el ciudadano no tiene una opinión tan definida de los estibadores como sí la tuvo en su día de los controladores o de los pilotos cuando ha habido alguna huelga en su sector. "El mensaje de que son trabajadores privilegiados, que ganan mucho más que la media y que su sistema es monopolístico ha calado de forma muy superficial. El debate no está en la calle porque el ciudadano no sufre en sus carnes la crisis de la estiba".
El entorno de los puertos también tiene claro que si la situación llega a mayores y definitivamente hay huelga, "los estibadores procurarán que la gente lo note lo menos posible; tienen planes de contingencia para que los productos de primera necesidad no falten en ningún caso".
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