La fuerte subida de los precios de la electricidad ha situado a todo el sector bajo sospecha. No se trata de una forma de hablar. Al menos, desde primera hora de la tarde de este viernes, cuando la Fiscalía General del Estado anunció la apertura de diligencias para esclarecer las causas que han motivado las alzas registradas en el mercado mayorista y que están teniendo su reflejo en el correspondiente recibo. La actuación de la Fiscalía se une a la de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que ya señaló a finales del pasado año que investigaría este movimiento alcista. La pregunta que todo el mundo se hace es si estos organismos serán capaces de encontrar anomalías o irregularidades en el funcionamiento del sistema.
De entrada, la existencia de causas que justifiquen un incremento de los precios de la electricidad está fuera de toda duda. Para empezar, en pleno invierno se da un incremento de demanda, agudizado en los últimos días por una bajada aún más acusada de temperaturas producto de una oleada de frío procedente de Siberia que azota a toda Europa. Por sí mismo, la subida de la demanda justificaría un alza de los precios, aunque no tan acusada como la que se ha dado en las últimas semanas.
Sin embargo, frente a lo que ha sucedido en otros periodos invernales, el comportamiento de la demanda ha contado con un elemento adicional: la activa participación de Francia. El país vecino ha disparado su demanda de energía generada en España a través de las interconexiones entre ambos estados. El motivo ha sido el parón que ha sufrido más de un decena de centrales nucleares galas por cuestiones técnicas o de seguridad.
Dado que la nuclear tiene un peso muy significativo en el mix energético francés, la circunstancia ha obligado al país a redoblar las compras en España. Hasta tal punto que, al cierre del pasado año, nuestro país vendía a Francia más energía de la que le compraba, un escenario absolutamente anómalo.
Escasez de oferta
Con todo, lo peor que puede suceder con una demanda desbaratada es que haya una oferta escasa y, además, cara. La escasez de oferta fue admitida el pasado jueves por el propio ministro de Energía, Álvaro Nadal, el mismo que al ser preguntado por su confianza en las compañías del sector respondió con un lacónico “ni me fío, ni me dejo de fiar”.
En la otra cuestión entran en juego las condiciones climatológicas. Mucho antes de que el precio de la luz acaparara las portadas de los periódicos, los expertos en meteorología alertaban sobre la continuada ausencia de viento en España. Mientras, el otoño y lo que va de invierno no han sido especialmente húmedos en líneas generales (extremo también admitido por Nadal).
La errática respuesta obtenida al mirar a los cielos deriva en la escasez de oferta en energías como la eólica y la hidráulica, que se cuentan entre las más baratas. De esta forma, el peso de éstas en el mercado mayorista, conocido como ‘pool’ eléctrico, en el que generadores y comercializadores cruzan a diario sus ofertas de compra y venta para cada hora de la jornada siguiente, cae, en detrimento de otras fuentes de energía de mayor coste. La evidente consecuencia es el alza de los precios.
Protagonismo de las fuentes más caras
Así, durante los primeros 20 días del mes de enero, el carbón, una las fuentes más caras, ha tenido un peso del 21% en el ‘pool’, el triple del que registraba durante el mismo periodo de 2016, según los datos de Red Eléctrica. Mientras, el peso de los ciclos combinados, que generan electricidad a partir de gas natural, se ha duplicado, al pasar del 8% en el inicio de 2016 al 16% de comienzos de 2017. Los precios del gas natural se han incrementado de forma notable en las últimas semanas, más incluso que los del petróleo tras el acuerdo de la OPEP para recortar la producción.
De esta forma, dos de las fuentes de energía más caras acaparan más de un tercio del mercado, frente al escaso 15% que tenían cuando empezó 2016.
Con todo esto sobre la mesa, no falta quien achaca el actual escenario de precios al funcionamiento del mercado. Los expertos coinciden en señalar que éste es mejorable. Pero también que se trata del mismo mercado que durante la primavera de 2016 registraba precios que no llegaban a los 30 euros por megawatio/hora (frente a los más de 90 que se han llegado a pagar en estos días).
El precedente de las subastas
Aquella situación también resultaba anómala aunque, en este caso, pasó desapercibida. El mercado era el mismo. Lo radicalmente distinto era el contexto: ni máximos de demanda, ni escasez de oferta, ni preponderancia de fuentes de energía caras, ni crisis nuclear en Francia, ni precios del gas disparados…
No obstante, todo apunta a que los pasos tanto de la CNMC como de la Fiscalía se dirigirán hacia los mecanismos del mercado. En su día, el Gobierno se vio obligado a suspender las subastas empleadas anteriormente para la fijación de los precios, también en un contexto de notables alzas. A ojos de los expertos, aquel sistema era mucho más vulnerable y propenso a la manipulación, entre otros factores porque permitía la participación en él de actores ajenos al sector energético, lo que hoy en día no sucede con el actual.
Eso sí, también hay coincidencia generalizada en el carácter sumamente técnico y complejo del mercado mayorista, lo que puede contribuir a incrementar las sospechas.
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