Nadia Calviño es la gran responsable de que algunas revisiones estadísticas del INE levanten ciertas sospechas. Economistas y estadísticos lo advirtieron en su día. La campaña contra el instituto público que la vicepresidenta emprendió en septiembre de 2021 tendría una consecuencia grave: es muy fácil manchar la imagen de un organismo, pero mucho más difícil limpiarla.
La revisión del PIB anunciada este lunes entra dentro de los parámetros normales. Otros países de la UE (como Alemania u Holanda) también lo han hecho. Las últimas actualizaciones están más justificadas si cabe por los estragos que la pandemia provocó en la medición del PIB. La paralización radical de la actividad económica obligó a los estadísticos a enfrentarse a un escenario inédito, de ahí la conveniencia de ajustar los indicadores a la realidad.
La cuantía de la revisión (nueve décimas al alza en 2021 y tres en 2022) tampoco ha sorprendido demasiado a los economistas. Y eso que los datos actualizados servirán de gran ayuda al Gobierno ante Bruselas, al rebajar los niveles de deuda y de déficit (las reglas fiscales, y las sanciones, ya están de vuelta). Si algunos anuncios del INE generan recelos se debe, exclusivamente, a la desconfianza sobre el propio organismo que propagó en su día Calviño, aireada por otros ministros de la coalición.
De entrada, hay dos hechos que invitan a la sospecha. El primero es que el Gobierno desprecia los datos cuando no le favorecen, pero da el visto bueno si el viento estadístico sopla en su favor. La palabra del INE debería ser 'sagrada' siempre. Sin embargo, el Ejecutivo ha puesto en duda abiertamente su forma de medir el PIB.
El segundo tiene que ver con el polémico relevo en la cúpula del INE: las revisiones positivas del PIB se han llevado a cabo con una nueva presidenta (Elena Manzanera), que sustituyó a otro profesional (Juan Manuel Rodríguez Poo) forzado a dimitir tras respaldar otra revisión... muy negativa.
Recapitulemos. El 23 de septiembre de 2021, el INE dio un tremendo varapalo a Calviño, al recortar 1,7 puntos la previsión de crecimiento de 2021. El instituto precisó entonces que la pandemia suponía "un desafío estadístico sin precedentes", por los "grandes y rápidos cambios en la evolución a corto plazo de la actividad económica".
El INE, que depende del Ministerio de Economía, no logró la comprensión del Gobierno de coalición. La revisión hacía tambalear el cuadro macroeconómico de los Presupuestos; y, sobre todo, desmontaba el discurso triunfalista de Pedro Sánchez, empeñado en vender ante la UE que España iba en cabeza de la recuperación.
Calviño inició su campaña sólo tres después. En una entrevista en El País, aseguró que el PIB "tiene dos carencias principales". "Por una parte, no refleja adecuadamente factores clave de progreso económico, por ejemplo, sobre el medioambiente, la digitalización y la cohesión social. Por otra, tiene cierto retraso por su carácter trimestral". sentenció la vicepresidenta.
Economistas y estadísticos lo advirtieron en su día. La campaña de Calviño tendría una consecuencia grave: es muy fácil manchar la imagen de un organismo, pero mucho más difícil limpiarla
Las declaraciones escondían un auténtico torpedo en la línea de flotación del INE, un organismo con 78 años de historia, con más de 3.000 empleados y con una reputación trabajosamente ganada como organismo independiente. La campaña gubernamental avanzó por dos vías. El mismísimo presidente del Gobierno y otros ministros de la coalición se sumaron a las críticas. El 25 de septiembre, Sánchez afirmó que el PIB "no tiene la capacidad de reflejar aspectos esenciales", en presencia del comisario europeo de Economía, Paolo Gentiloni; y del secretario general de la OCDE, Mathias Cormann.
En el INE no daban crédito. Pero a la plantilla del organismo le quedaba mucho 'espectáculo' aún por descubrir. Calviño se sacó de la manga dos medidores alternativos (Indicador Diario de Actividad e Informe Semanal de Ventas Diarias), alojados en las webs de los Ministerios de Economía y de Hacienda, para demostrar que el PIB era más robusto de lo que afirmaba el INE.
Cambios en la cúpula del INE
La presión del Gobierno convirtió la sede madrileña del instituto en una olla a presión. Además del PIB, el organismo soportó reproches, incluso, sobre la forma de calcular la inflación. La situación se tornó insoportable para Rodríguez Poo, que acabó saltando del barco a finales de junio de 2022. Dimitió antes de que le cesaran.
Moncloa estuvo a punto de asestar otra estocada a la imagen del INE, al barajar para el cargo a Israel Arroyo, quien había sido 'mano derecha' de José Luis Escrivá en la Seguridad Social. El Gobierno frenó el nombramiento en el último momento y apostó, finalmente, por un perfil muy técnico. Eligió presidenta a Elena Manzanera, responsable entonces del Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía.
A diferencia de instituciones como el Banco de España, la CNMC o la AIReF, el Ejecutivo de turno sigue conservando la capacidad de nombrar o destituir a los responsables del INE. Ese poder, mal utilizado por quienes gobiernan, puede convertirse en una bomba radioactiva para un organismo que debe actuar con absoluta independencia. De la fiabilidad de su trabajo dependen muchas decisiones de política económica. Por eso debería estar blindado antes tentaciones partidistas. Que se lo digan al CIS, cuya credibilidad la ha dejado por los suelos un tal Tezanos.
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