Algunos indicadores económicos son imbatibles. Y no por ser importantes, sino simbólicos. Ningún servicio de estudios va a poner el foco jamás en lo que cuesta la casquería ni en su impacto en la inflación. La partida se encuentra escondida en el Índice de Precios al Consumo (IPC), bajo el epígrafe "despojos comestibles". Son las piezas de carne menos demandadas, cuyo consumo suele crecer en épocas de crisis por su menor precio.
Que la casquería esté subiendo en la actualidad al ritmo de los huevos o el pescado indica un consistente aumento de la demanda: la de los miles y miles de hogares que no tienen ahorro 'embalsado', cuyo poder adquisitivo se está hundiendo por una inflación que no baja y unos salarios que no suben.
La 'pedrea' de los fondos Next Generation EU no ha llegado -ni se le espera- a las familias que están pagando los "despojos comestibles" un 4,5% más caros que hace un año. La tendencia arrancó en mayo, marcando en junio el repunte interanual más alto desde que hay registros (un 5%). Desde entonces, se ha mantenido.
La subida sería anecdótica, si no estuviera arropada por tantos datos que reflejan cómo los precios energéticos han 'contagiado' la cesta de la compra. Lo que sube es lo que más familias consumen. El aceite se ha encarecido un 25,5% en noviembre, en comparación con el mismo mes del año pasado. Por la pasta se paga un 10,3% más y la subida supera el 4% en el caso del pollo, la leche o los huevos.
La locomotora que tira de los precios, como ya es sabido, es la energía: la electricidad subió en noviembre un 46,7%; la gasolina y el gasóleo, en torno al 30%; y el butano (fuente energética para segundas residencias pero también para hogares muy humildes), un 33,6%.
No hay ninguna garantía de que los precios de la luz, los carburantes, la pasta o la casquería vayan a volver a la 'normalidad' de cara al verano
La realidad está evaporando el deseo del Gobierno, que lleva meses etiquetando como "coyuntural" una crisis energética cada vez más asentada. Ya hay indicadores suficientes para afirmar que la cuesta de enero se prolongará, como mínimo, hasta la primavera. Y no hay ninguna garantía de que los precios de la luz, los carburantes, la pasta o la casquería vayan a volver a la 'normalidad' de cara al verano.
Los únicos datos que hay sobra la mesa los aportan los mercados de futuros del gas, principal causa de la subida de todos los precios energéticos. El TTF de Holanda, usado habitualmente como referencia, marcaba este viernes 135 euros por megavatio en enero, 130 en febrero y 121 en marzo. A continuación, viene el teórico deshielo: la cotización se estabilizará en torno a los 80 euros en los meses siguientes. Para tener referencias hay que recordar que los futuros se pagaban a 17 euros en diciembre de 2020, lo que implica una subida dramática del 600% en apenas un año.
Presiones en la inflación
Las proyecciones de los inversores son orientativas pero no infalibles. La prueba está en que la duración de la crisis y su impacto en la inflación está sorprendiendo a los mejores analistas. "En el ámbito de los precios de consumo, las presiones inflacionistas están siendo más intensas y persistentes de lo esperado hace unos meses", confiesa el Banco de España en su último Boletín Económico, difundido este viernes. "No obstante, en las proyecciones actuales se mantiene la conclusión de que el repunte de la inflación tiene, con elevada probabilidad, una naturaleza transitoria", añade.
En ello confía el gobernador Pablo Hernández de Cos y por lo mismo 'reza' cada día la vicepresidenta económica, Nadia Calviño. Uno de los temores compartidos entre el Banco de España y el Ministerio de Economía es que la espiral inflacionista tire de los salarios antes de tiempo; es decir, sin que la recuperación de las empresas esté afianzada.
"Cuanto mayor sea la duración de ese episodio de aumento de algunos precios y costes, más elevada será la probabilidad de que se filtre, de modo más generalizado, al conjunto de precios finales de la economía, así como a las demandas salariales, lo que generaría fenómenos inflacionistas más persistentes", advierte el Boletín Económico.
Las incógnitas se desvelarán al inicio de otro invierno duro para la economía, con los contagios hundiendo -de nuevo- el ánimo de los consumidores
De las cuatro "fuentes de incertidumbre" que identifica el Banco de España, una tiene que ver con la “duración del actual episodio de fuertes presiones inflacionistas" y "la posibilidad de efectos de segunda vuelta y los impactos directos/indirectos sobre la actividad”. Las tres restantes se refieren a la "evolución de la pandemia", la "persistencia de las disrupciones" en las cadenas de suministro y la "senda de ejecución" de los fondos europeos.
Por increíble que parezca -así funciona la economía globalizada-, los precios que marquen a medio plazo los surtidores de gasolina o los puestos de pollo dependerán, en buena parte, de lo que ocurra en la frontera ruso-ucraniana… y en la atmósfera. "Estamos literalmente en manos de lo que pase con el tiempo en los próximos dos meses", admitían esta semana al The New York Times desde Eurasia Group, una reconocida consultora de riesgos políticos.
El grado de dureza del invierno en Europa intensificará o relajará la crisis de precios. La otra 'llave' la tiene Vladimir Putin. En manos del líder ruso está que los mercados de futuros acierten o no con su previsión optimista de cara la primavera.
Los dos frentes están localizados. Uno es literal: Rusia sigue acumulando tropas en la frontera con Ucrania, una ruta clave para el gas que Moscú suministra a Europa. La UE ya ha anunciado "enormes consecuencias" si Putin da la orden de cruzar la línea. Cualquier escaramuza bélica dispararía rápidamente las cotizaciones del gas.
El segundo foco tiene que ver con el gasoducto Nord Stream 2, un inmenso tubo en construcción que debería ampliar el suministro de gas ruso a Alemania. Su entrada en funcionamiento, vital para relajar los precios en Europa, se ha pospuesto una y otra vez, precisamente, por la tensión política entre el Kremlin y la UE.
Las incógnitas se desvelarán al inicio de otro invierno duro para la economía, con los contagios hundiendo -de nuevo- el ánimo de los consumidores. Y con los precios creciendo muy por debajo de los salarios. Un último dato: España es, junto a Grecia y Bélgica, el país de la UE donde menos suben las nóminas (un 1% entre julio y septiembre). El terreno está abonado para que siga aumentando el consumo de casquería.
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